tlético de Madrid y Barcelona resolvieron su partido en empate, un choque entre dos estilos que terminó en igualdad, con el liderato y el honorífico campeonato de invierno en manos del conjunto azulgrana y con la sensación rojiblanca de poder competir con cualquiera con un sentido colectivo de alta fiabilidad.
El Atlético hizo el partido que quería. Defendió con un orden casi insuperable y tuvo opciones para ganar, las mismas que el Barcelona, al que la posesión de la pelota no le bastó para vencer en el Calderón. Le faltó profundidad contra un rival combativo, que convirtió el duelo en un enredo constante para el ataque azulgrana.
Ni la suplencia de Messi y Neymar ni el enérgico inicio del Atlético, que encendió el partido durante los primeros minutos, cambiaron el guión establecido del encuentro. La partida estaba clara, definida desde el vestuario: la fuerza colectiva y el orden rojiblanco contra el fútbol, el toque y la posesión azulgrana.
A la fórmula de la Supercopa de España, que le valió al Atlético para competir hasta el último instante con el Barcelona, le añadió algo más. El conjunto madrileño cambió registros durante el duelo. Del repliegue a la presión, de la presión al repliegue, siempre con la ocupación de espacios como una prioridad frente al talento rival.
Porque al Barcelona, más allá de que Messi y Neymar vieran el duelo desde el banquillo al comienzo del choque, le sobra fútbol y precisión. Su esencia es ésa, la que le conduce en cada envite, la que hoy le dio el control de la pelota y la que el Atlético combatió con las líneas muy juntas, con insistencia y con contraataques.
En ese partido no se sintió incómodo el Atlético, quizá demasiado atrás para combinar un buen contragolpe, ni el Barcelona sacó provecho de su dominio del primer tiempo. Hubo ocasiones para los dos, tampoco muchas: una jugada genial de Arda Turan, un par de remates de Diego Costa, un disparo -el primero del Barça a los 17 minutos- y un cabezazo de Pedro o un intento lejano de Piqué.
Al intermedio, con el partido por debajo de las expectativas en los primeros 45 minutos, todo estaba atascado en ese panorama, a la espera de algo más de ambos equipos, de una acción que alterara un duelo monótono, de un impulso del Atlético, siempre en busca de algún desmarque decisivo de Diego Costa, o de la eficacia del Barça.
La pizarra apagó el brillo y la lucidez de los dos mejores equipos de la primera vuelta, reaparecido por momentos en la segunda parte, un duelo más atractivo, con más ambición y más convicción ofensiva, sobre todo del Atlético, y con la aparición de Messi, que sustituyó en el descanso a Iniesta, y de Neymar, en el minuto 67.
Del Atlético tiraron en ataque Arda Turan y Diego Costa; el Barça, inesperadamente plano arriba contra la colocación defensiva local, se encomendó a Messi, que provocó las dos ocasiones azulgranas en el viaje hacia el ecuador del segundo tiempo, con una acción individual, primero, y una pared y un cabezazo, después.
Todo estaba abierto. Ya nadie se sintió dueño ni siquiera del empate. Ni el Barcelona, cuando Arda Turan guió un contragolpe culminado por Diego Costa y detenido por Valdés o cuando el jugador turco, el mejor de su equipo, enganchó una volea dentro del área, ni el Atlético, cuando Courtois detuvo una internada a Messi, la última ocasión de un empate que mantiene la igualdad en el liderato.