El Eje del ataque americanista es casi exclusivo para hombres de probada capacidad, que ante la menor prueba de titubeo en momentos de presión, simplemente son cortados y echados de la institución, como aprendió con dureza Narciso Mina, despedido prácticamente al día siguiente de sus fallas en las semifinales del torneo anterior.

 

El argentino Andrés Ríos, flamante centro delantero recién contratado por los amarillos debe estar al tanto de la situación. Llega a un equipo en que el centro delantero no puede darse el lujo de tomarse demasiado tiempo para adaptación. La tradición de los últimos artilleros amarillos así lo dicta.

 

Salvador Cabañas y Chucho Benítez fueron un par de bombas en el ataque emplumado – ambos encumbrados por la afición azulcrema, y curiosamente también con un fin trágico y abrupto; el paraguayo, sin el costal de cualidades que lo hacían un tanque contra las zagas enemigas, luego de aquel incidente en que recibió un disparo que de milagro no acabó con su vida, pero le dejó una bala incrustada en la cabeza y la imposibilidad de volver a jugar futbol al más alto nivel; el ecuatoriano Benítez, fallecido de manera extraña, luego de ser tricampeón de goleo con las Águilas y monarca de la Liga, y apenas desempacado para intentar triunfar en el futbol de Qatar.

 

La posición en la punta americanista duele. Incomoda y se cuestiona. Si se anota, ¿por qué sólo fue uno?, si no se anota ¿a qué se debe la sequía?, parece que no importa lo que se haga, o cómo se haga. Vicente Matías Vuoso, hoy con Atlas, lo vivió en carne propia: vitupereado por la afición amarilla, consecuencia de una fórmula que el club implementó para llevar a Coapa delanteros probados en el futbol mexicano, pero que al final resultaban petardos, como sucedió con Vuoso o Vicente Sánchez.

 

De los canteranos, quién no recuerda a Enrique Esqueda, ese artillero por el que la opinión pública tachó de loco a Carlos Reinoso, cuando dijo que Esqueda tenía mejores cualidades futbolísticas incluso que Chicharito Hernández.

 

De ahí el mérito de Raúl Jiménez, quien hasta el momento ha cargado con lo que no pudieron canteranos como Esqueda, Ángel Reyna, Tony López, Daniel Márquez o Santiago Fernández, y ni hablar de cartuchos quemados que se requemaron en los emplumdos, ¿verdad?, Robert de Pinho, Alfredo Moreno, Richar Núñez, Rodrigo López y Nelson Cuevas, o de llegados de fuera como el impronunciable Jean Beausejour o el apático Daniel Bilos.

 

Andrés Ríos llega del futbol de Ecuador a los emplumados, tal como lo hizo Mina, lo presumen como centro delantero goleador, igual que Narciso, llega ilusionado, y América lo espera ansioso, no sólo para probarlo en la Liga, sino en alguna instancia de peso, tal como le sucedió a Mina, hoy penando y fallando penales en Atlante; avisado está Ríos, que a propósito, no importa si festeja de manera más horrorosa que Paul Aguilar o como un oso artrítico convulsionando, pero, dicen en las Águilas, que sea un goleador de verdad.