El último día que La Quina hizo que lo que quiso, se levantó temprano, desayunó y, a media mañana, ordenó que para la comida cocinaran pozole. A las dos de la tarde en punto el plato humeaba frente al rostro de Joaquín Hernández Galicia. Él -acostumbrado a que le cumplieran sus caprichos- lo devoró hasta el final; era el 16 de octubre, dos días antes el ex líder petrolero había sufrido su tercer desmayo en 91 años de vida, aseguró él mismo.

 

La Quina odiaba que le llamaran La Quina, prefería que le dijeran Joaquín o Don Joaquín y -como sus deseos eran órdenes- así lo llamaban sus amigos, seguidores y fanáticos. En cambio, sus enemigos lo machacaron con el apodo, producto de una deformación del mote Quino -que su madre le puso de cariño- por el nombre del medicamento para los pulmones Quina La Roche.

 

El blanco fue el color favorito de Hernández Galicia, pero el negro -del petróleo- lo hizo sonreír por años. El político y ex dirigente del Sindicato Revolucionario de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (SRTPRM) fue hasta su muerte un personaje de contrastes y opiniones divididas: bondadoso y malvado; honrado y corrupto; revolucionario y dictador; Robin Hood y El Padrino.

 

“Es un ícono del corporativismo corrupto”, afirma la politóloga Denise Dresser sobre Hernández Galicia. El diario El País lo califica como “un símbolo de la corrupción caciquil del movimiento sindical de este país en la segunda mitad del siglo XX. Pero fue también un ejemplo del costo de contravenir el poder de un presidente de México”. El ex presidente de México, José López Portillo, lo definió como “un poco rudo, pero un buen patriota”. Su sucesor, Carlos Romero Deschamps lo tachó de “viejo parlanchín, arcaico, loco y obsoleto”. Sus amigos cercanos dicen que le agradaba ser llamado El rey de los pobres.

 

Ascenso al poder

 

Joaquín Hernández nació el 12 de agosto de 1922 en Veracruz. Estudió hasta quinto año de primaria; sin embargo el poco bagaje escolar no impidió que se desarrollara como político y líder. Cuando apenas tenía 4 años su padre los abandonó, a su madre y a él, situación que lo obligó a trabajar. En 1947, a los 25 años, se casó con Carmen Correa. Tuvo cuatro hijos: Joaquín, Juan, Guadalupe y Ricardo; los primeros dos fueron alcaldes de Ciudad Madero durante los años en que su padre estuvo preso.

 

Once años después -en 1958- se convirtió en el jefe de los petroleros y uno de los capitales políticos más importantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI). En la primera década como secretario general, La Quina -junto con Salvador Barragán- operaron afuera y dentro del Sindicato hasta reunir todo el poder de los 75 mil obreros petroleros de planta y 25 mil transitorios. Tras pactar la sucesión del liderazgo, Hernández Galicia se encargó de despachar en su casa.

 

En el libro Los señores del Petróleo, el periodista Fernando Heftye narra como Joaquín Hernández atendía peticiones de pavimentaciones de calles en Tampico, Madero y Altamira, solicitudes de trabajo, sindicalizados que viajaban desde otros estados para exigir la solución de problemas seccionales y hasta madres con hijos “embrujados o poseídos por demonios”: -Lo que tienes es efecto de alcohol de las drogas. Nadie te puede embrujar porque eso no existe. Si fuera cierto, si los enemigos de uno lo pudieran hacer ¿te imaginas cómo me tuvieran a mí?- le aconsejó La Quina a una mamá.

 

“Yo no soy ni dios, ni semidiós, ni soy político. Soy sencillamente un hombre que de chico vivía una pobreza muy dura; que de grande vivió una juventud muy fuerte y que veía que un sindicato se deshacía en sangre y se peleaba, y que los puestos eran únicamente para servirse de ellos y no atender al trabajador. Esas divisiones me hicieron pensar en una nueva etapa sindicalista más honesta, más revolucionaria, pero sobre todo más humanista”, le dijo La Quina al periodista Gilberto Marcos, en una entrevista realizada para el programa Foro en 1984.

 

La Quina nunca aceptó un cargo público; tal vez sabía que su puesto tenía el peso. Desde allí sometió a los presidentes Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo y Miguel de la Madrid Hurtado; también a los gobernadores y alcaldes que llegaban al poder previa aprobación del cacique. Su final llegó cuando Carlos Salinas de Gortari tomó el poder y reiteró la intención de abrir Petróleos Mexicanos (Pemex) a la inversión extranjera. Hernández Galicia fue el primero opositor y poco a poco construyó su celda.

 

En los momentos tensos con el gobierno, Joaquín Hernández salió adelante por medio de discursos ante miles de obreros, como el pronunciado ante Mario Ramón Beteta, director general de Pemex. “Pemex no es una empresa; Pemex es el país. Indebidamente decimos empresa a Petróleos Mexicanos. No es empresa, es una organización de nuestro gobierno, honrosa, digna, que marcha por senderos de progreso. En este día, sellemos con un fuerte abrazo del sindicato y usted (Mario Ramón Beteta, director general de Pemex), ante todos los compañeros, y vamos a trabajar día y noche porque esta industria ahora sí sea la mejor del país; porque esta industria ahora sí, como el 18 de marzo, vuelva a salvar a México”.

 

El 10 de enero de 1989 fue aprehendido en su casa, ubicada en la calle San Luis de la colonia Unidad Nacional en Ciudad Madero, por elementos del Ejército, acusado de evasión fiscal por más de 3 mil 500 millones de pesos, introducción ilegal de aeronaves con valor superior a los 10 millones de dólares, homicidio calificado y acopio de armas de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas. Fue condenado a 35 años de cárcel, lo que detonó en paros laborales y protestas en todas las secciones petroleras de México. La acción judicial en su contra fue nombrada El Quinazo.

 

En 31 años ocupó diversos cargos -incluso algunos que fueron creados exclusivamente para él-, mantuvo el respaldo de los trabajadores pese a las acusaciones de vender contratos y plazas, de asesinar a los líderes a sus opositores y comprar la voluntad de los trabajadores. En las tres décadas instaló tiendas de consumo donde ofertaban productos de precios bajos, abrió ranchos y hortalizas para surtirlas y se dio tiempo para comprar y administrar al equipo de fútbol Tampico-Madero. Aunque nunca se supo la cantidad de la fortuna que logró amasar, se estima en decenas de propiedades. De esto, él aseguró que vivía de su pensión de petrolera por 25 mil pesos y que su hija le daba 500 pesos cada tercer día para los cafés.

 

En 1997, el gobierno le otorgó la amnistía a Hernández Galicia, por lo que cumplió una condena de tres años en un hotel de Cuernavaca bajo la condición de arraigo domiciliario. En 2000 salió libre y el regreso a su hogar fue festejado por los cientos de seguidores, jubilados y petroleros que, a pesar de que Carlos Romero Deschamps, era el nuevo dirigente del STPRM, lo apoyaron y volvieron a su regazo aunque no lo gritaban a los cuatro vientos.

 

Dos días de que el presidente Enrique Peña Nieto presentara su iniciativa de reforma energética, Joaquín Hernández Galicia habló del tema: “No es posible que el presidente Peña diga que Cárdenas autorizó vender. Cárdenas no autorizó, se vio obligado por las circunstancias porque la tecnología se la llevaron los ingleses, holandeses y norteamericanos. Entonces empezó a comprar tecnología, no a vender la industria. Contrató a gente que sabía dónde estaban los pozos, porque él era realmente un político valiente, nacionalista como no habrá jamás ninguno”.

 

Sobre la detención de la ex lideresa de los maestros, Elba Esther Gordillo, La Quina afirmó que lo merecía y la llamó “traidora”, al tiempo que aclaró que el caso de la profesora no era un Quinazo. Además exigió al Gobierno Federal la detención del secretario general de Sindicato petrolero, quien sigue la senda de su antecesor. El próximo año Romero Deschamps cumplirá 18 años al frente de la organización sindical, a la que entró gracias a Joaquín Hernández Galicia cuando vendía comidas afuera de la refinería Francisco I. Madero.

 

DATOS

 

Nació 12 de agosto de 1922, en Veracruz.

En 1958 lo eligen líder del Sindicato.

10 de enero de 1989 lo apresan.

En 1997 le otorgan la amnistía.

En 2000 obtiene la libertad y regresa a Ciudad Madero.