ONCE Y CUARTO DE LA NOCHE del último día de un junio con mucho frío. Enfrente del mítico hotel Dubrovnik, que fuera base de operaciones y dormitorio común de la prensa internacional durante las guerras yugoslavas, unas viejas manos escarban en un bote de basura y sacan de allí botellas de plástico y sándwiches a medio acabar.

 

A su alrededor, centenares de personas se amontonan detrás de las vallas metálicas que cercan toda la céntrica plaza Ban Jelačić, sede de los festejos por la futura entrada de Croacia al selecto club de la Unión Europea (UE).

 

Con el ardor del momento corriéndoles por la sangre, hacen fila para pasar delante de agentes que con cara de perro indagan en sus bolsos antes de cederles el paso. Risas, aplausos, gritos. Hay confusión y, al mismo tiempo, delirio de fiesta. Mientras faltan pocos minutos para que inicien los festejos por el ingreso de Croacia a la ue, se enciende un gigantesco y artificial set televisivo. En lo alto, pulula la crema y nata de los líderes europeos. Mientras tanto, las manos, alejadas del perímetro, siguen hurgando.

 

Hurgan en los bolsillos de un anciano que oficialmente no existe. Nadie sabe, con certeza, cuántos mendigos hay en este pequeño ex país yugoslavo. No hay datos oficiales. Ni programas de ayuda. Ni leyes que garanticen la inclusión social de los marginados. “Es un fenómeno nuevo, en aumento”, cuenta la investigadora Lynette Šikić-Mićanović, del Instituto Ivo Pilar.

 

Croacia disimula bien sus miserias. Pero la paradoja es que casi diez años de negociaciones con Bruselas para entrar en la UE —que se materializará hacia 2016— han acabado con una serie de disputas internacionales y que han amordazado otras riñas con Serbia por los juicios a genocidas. Pero no han resuelto los problemas endémicos que surgieron, tras su independencia como país, en 1991, durante el gobierno del primer presidente de Croacia, Franco Tudjman.

 

Por eso el país está como está: en recesión desde 2009, con una tasa de desempleo que este año acaricia 20%, un déficit elevado (–3.8%), una burocracia desbordante y una economía basada en el comercio, mientras la industria y la agricultura languidecen.

 

“La economía ha acumulado problemas estructurales relacionados con la desindustrialización, la corrupción y la ineficiencia de la administración pública”, afirma Vladimir Cvijanović, experto en Teorías Económicas de la Universidad de Zagreb.

 

¿Qué le espera a Croacia? ¿Mejorará su economía o será otro cadáver dentro de la UE?