Cuando el 22 de abril publicamos aquí que algunas de las grandes desarrolladoras de viviendas del país durante la última década –como GEO, Urbi, Homex o Sare- enfrentaban graves problemas financieros que las colocaban prácticamente al borde de la quiebra, se escuchó más de una reacción calificándola de ‘exagerada’.

 

Pero la realidad se les vino encima. Apenas han transcurrido quince semanas de aquel día y ya pocos inversionistas y analistas financieros dudan de que la suerte de las otrora grandes empresas de la vivienda durante los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón -como GEO, Urbi, o Homex- “está echada”, como diría Julio César.

 

Ya desde aquellos días de abril, a pocos días de llevarse a cabo la reunión anual de los banqueros, el tema de las llamadas ‘vivienderas’ se había convertido en la principal preocupación de los banqueros involucrados por haber concedido millonarios créditos a las constructoras, y de los noveles funcionarios hacendarios que intentaban colocar un cerco de protección para evitar la propagación al sistema financiero de situaciones de impago que se multiplicarían con consecuencias imprevisibles.

 

Decíamos el 22 de abril que la reforma financiera no era el asunto que preocupaba a los banqueros que llegaban a Acapulco para su reunión anual, sino más bien “la potencial declaratoria de quiebra de algunas de las grandes desarrolladoras de viviendas del país que cotizan en bolsa… No se necesita escarbar mucho en las cifras para darse cuenta que las finanzas de las mayores constructoras de vivienda del país como GEO que dirige Luis Orvañanos, Urbi dirigida por Cuauhtémoc Pérez Román, Homex que dirige Gerardo de Nicolás, Sare de  Horacio Espinosa de los Monteros, e incluso, ARA que dirige Germán Ahumada, penden de un hilo y pocos como los banqueros, que son uno de sus principales acreedores, saben a ciencia cierta de su frágil situación. Para algunos de estos banqueros la situación es ya tan frágil que solo será cuestión de días para que se conozca a ciencia cierta que varias de estas constructoras prácticamente están al borde de la quiebra, dejando solo como un recuerdo aquellos tiempos de bonanza producto de la euforia de los programas de vivienda que impulsó el presidente Vicente Fox”.

 

Con un 15% de cartera vencida bancaria, con deudas no bancarias elevadas, con vencimientos que no pueden cubrir, con minusvalías por realizarse aún por la depreciación de sus reservas territoriales, y con el desplome de las ventas de viviendas desde finales del año pasado que limitó aún más sus flujos de efectivo, el futuro de estas empresas parecía cancelado ya en esos días según sus acreedores: los banqueros que se alistaban para ir a su convención en Acapulco el 25 y 26 de abril.

 

Pero el delicado tema se mantuvo bajo la sombra durante los días de reunión bancaria en el puerto. El tema que dominó la convención y que sedujo a los periodistas que allí asistieron fue el relativo a las reformas financieras que vendrían desde el Pacto por México; por lo que los banqueros no tuvieron que dar incómodas explicaciones públicas sobre cómo enfrentarían en sus balances los quebrantos derivados de los créditos que concedieron alegremente a las ‘vivienderas’ durante los últimos años.

 

Tampoco los funcionarios públicos tuvieron que dar explicaciones sobre el apoyo implícito que otorgaron a estas empresas durante el ‘mexican housing day’ que se celebra cada año desde 2004 en Nueva York y Londres, para invitar a los inversionistas de todo el mundo a invertir en el desarrollo de la vivienda en México. No hubo necesidad porque nadie lo preguntó.

 

Semanas más tarde la realidad del grave deterioro financiero de estas ‘vivienderas’ encendió los focos rojos. Apenas hace una semana Banorte explicó que reflejará en su balance estos potenciales quebrantos, mientras que Francisco Gil Díaz renunciaba como consejero de GEO. La suerte está echada y el anunciado quebranto de hace 15 semanas, va en camino.

 

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