Por pocos es desconocido que Estados Unidos es líder en materia de espionaje y acciones de seguridad encubiertas, sólo que la revelación de Edward Snowden confirmaron las sospechas, aunque éstas prácticas datan de mucho más allá.

 

Al cumplirse seis semanas  de que el ex técnico de la CIA, Edward Snowden, reveló el programa PRISM, una masiva red de espionaje que Estados Unidos encabeza a través de su Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) para vigilar no sólo a sus ciudadanos sino a gobiernos extranjeros, incluidos el de México, Argentina, Brasil y Venezuela, por nombrar algunos, siguen en la palestra que los esfuerzos de vigilancia eran mucho más extensos de lo que se creía anteriormente, con lo que el gobierno de Barack Obama quedó severamente raspado.

 

Sin embargo, que Estados Unidos espíe no es nuevo, ni tampoco exclusivo del actual gobierno estadunidense demócrata o del pasado, que encabezó el republicano George W. Bush, pues desde el siglo XVIII, en la administración de Abraham Lincoln ya se intervenían las informaciones, principalmente el telégrafo.

 

De acuerdo con un artículo publicado en el diario estadunidense The New York Times, firmado por David TZ Mindich, especialista en medios de comunicación, periodismo y artes digitales, en 1862 el entonces secretario de Guerra, Edwin M. Stanton, obtuvo la autorización del presidente Lincoln para vigilar y controlar las comunicaciones telegráficas, fueran éstas de carácter personal, provenientes de periodistas o del gobierno.

 

David TZ Mindich alude, en su texto, a una carta hallada en 1990 en la biblioteca del Congreso de Estados Unidos. En ella Edwin M. Stanton solicita a Lincoln su aval para vigilar los envíos telegráficos. La respuesta del mandatario fue escrita al reverso de la misiva y contenía el siguiente mensaje: “El Secretario de Guerra tiene mi autorización para ejercer su discrecionalidad en el asunto dentro de mencionar”.

 

Esta misiva fue encontrada, relata el especialista, mientras investigaba los esfuerzos de Stanton para controlar a la prensa, intención que incluía la censura, intimidación y detenciones extrajudiciales contra reporteros.

 

El mismo día que recibió el control de los telégrafos, Stanton nombró a un subsecretario a cargo de dos áreas estratégicas para el espionaje: relaciones con la prensa y la policía secreta, de reciente formación.

 

“Stanton en última instancia tenía docenas de periodistas detenidos por cargos cuestionables. En el primer mes de Stanton en el cargo, un reportero de The New York Herald, que había insistido en que se le dieran noticias antes que a otros periodistas, fue arrestado bajo el cargo de espía”.

 

El secretario de Guerra de Lincoln, cuenta Mindich, “usó su poder sobre los telégrafos para influir en lo que publicaban o no los periodistas. (Pero) en 1862, el Comité Judicial de la Cámara abordó la cuestión de la ‘censura telegráfica’ y lo llamó a la moderación” en sus actividades de espionaje.

 

Sin embargo, uno de los motivos centrales que llevó a Stanton a establecer un control sobre las líneas telegráficas fue la guerra, pues incluso instaló un cuarto en el que se trataba exclusivamente la información confiscada sobre este tema, lugar que Lincoln visitó con frecuencia.

 

Y es que para David TZ Mindich, el vigilar la información contenida en los telegramas fue “un mal necesario”, pues “Lincoln estaba luchando por una causa de la mayor importancia de cara a enormes desafíos. Los beneficios de los datos de vigilancia, censura y tácticas extrajudiciales, aunque inquietantes, sin duda valían su precio”.

 

“Así ha sido con muchas guerras, (…) por eso, si usted es un crítico del programa de vigilancia de la NSA, es imperativo que la guerra contra el terrorismo llegue a su culminación. En mayo, el presidente Obama declaró que ‘esta guerra (contra el terrorismo), como todas las guerras, tiene que acabar’”, escribe a manera de justificación.

 

Pero, remata, “si la historia sirve de guía, poner fin al estado aparentemente sin fin de la guerra es el primer paso en la devolución de nuestras libertades civiles”, ya que “cuando la guerra terminó (en la época de Lincoln), se deshicieron las medidas de emergencia. La información – telégrafo y otras vías – comenzó a fluir libremente otra vez”.