Algunos analistas occidentales, como el filósofo Santiago Alba, consideran que la eventual caída del gobierno del presidente egipcio sería un derrumbe “demasiado pronto” o “demasiado rápido” de los Hermanos Musulmanes. Es decir, significaría el regreso del mundo árabe a un estado “pre-primaveral”, considerando que en él habría enfrentamientos entre autoritarismos laicos e islamismos radicalizados.

 

Analistas opinan que la evolución de los Hermanos Musulmanes hacia el extremismo o la aceptación del juego democrático dependerá, en gran medida, de la salida de la actual revolución democrática egipcia. Si ésta triunfa, la Hermandad podría integrarse e ir moderando su discurso y su política. En caso contrario, la tentación de la radicalización será muy intensa.

 

Golpe o revolución

 

Cuando el jefe militar Abdel Fatah al-Sissi leyó ayer su declaración ante la televisión, en la que anunciaba el fin del gobierno de un año del presidente Mohamed Mursi, los analistas políticos dentro y fuera de Egipto parecían estar frente a dos acontecimientos diferentes.

 

Unos, los opositores a Mursi y que consideraron su gobierno como una suma de acciones antidemocráticas, celebraron el anuncio de su remplazo por el presidente del Tribunal Constitucional Supremo, Adli Mansur, hasta las elecciones que se celebren lo más pronto posible este año. Estiman que así se cumple el deseo de los millones de personas que demandaban la salida del mandatario.

 

Otros, ven un incierto futuro para la nación más rica y populosa del norte de África, luego de que se consumara un golpe militar sustentado en un gran apoyo militar y en esa gran multitud de indignados árabes que celebraron el anuncio de Sissi cuando expresó una frase que en otra latitud habría sido muy cuestionada: “La Constitución está suspendida”.

 

Lo ocurrido el 3 de julio es, para los primeros, una revolución, y para los segundos, un golpe de Estado. A partir del 4 de julio vendrá la definición del carácter de este movimiento.

 

Incertidumbre regional

 

El cambio político en Egipto crea un clima de incertidumbre para sus vecinos en la región: Israel, Libia, Arabia Saudita y Jordania. Hasta ahora, Mursi sostuvo relaciones con Israel que se mantuvieron en el marco de la convivencia, salvo a fines del año pasado cuando el ejército hebreo lanzó su ofensiva contra Gaza. El desarrollo de la relación que mantendrá el Ejército egipcio con Israel dependerá de la gestión diplomática de Estados Unidos entre ambos Estados que, hasta ahora, han sido sus aliados estratégicos.

 

Para Arabia Saudita, el gobierno de Mursi, apoyado por los Hermanos Musulmanes, era incómodo. Pero también lo será un sistema controlado por los militares. Situación similar enfrenta Jordania. Con Libia, Egipto mantiene una amplia frontera cuya seguridad deberá mantener el nuevo régimen.

 

EU frente al relevo

 

Una reacción del Congreso estadunidense, frente al golpe contra el presidente egipcio, provino del líder del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, Patrick Leahy, quien advirtió que la ley de su país establece que la ayuda militar a ese país debe terminarse si un gobierno democrático es depuesto en un golpe militar.