El arte, como cualquier otro medio de expresión, tampoco escapa a la censura. Es común enterarnos de que la canción de cierta estrella pop fue vetada de la radio en Turkmenistán, que Kraftwerk no pudo tocar en China por apoyar al Tibet o que a cierta artista le fue cancelada su presentación en algún país árabe por considerar que tenía demasiado contenido sexual (no me detengo ni en los nombres porque son historias que se repiten). Aunque las causas varían; filias y fobias políticas, referencias sexuales, supuestos atentados hacia alguna religión, la moral o las buenas costumbres de un país, el resultado que se pretende siempre es el mismo: evitar que una pieza artística, del tipo que sea, sea difundida.

 

Si echamos un rápido vistazo a la historia del arte podemos decir, sin exagerar, que la tentación de la censura y la censura misma son males que han acompañado el desarrollo de todas las expresiones artísticas desde sus inicios. El arte, en tanto canal de innovación, con un código hermenéutico siempre más amplio que otros medios y donde la creatividad es pieza clave, es un campo fértil para producir materiales que le resulten ofensivos, chocantes o perturbadores a ciertas personas.

 

En la actualidad, el reconocimiento de la creación artística como parte del ejercicio de la libertad de expresión ha permitido crearle, en mayor o menor medida dependiendo de los contextos específicos, una coraza protectora frente a gobiernos inconformes, religiosos indignados y morales ortodoxas. Sin embargo, además de los casos que nos regalan constantemente los sospechosos comunes -los regímenes autoritarios y/o teocráticos que permanecen (aquí el reporte anual de Artículo 19 sobre censura y arte)-, también los países con democracias consolidadas y marcos robustos de reconocimiento y garantía de derechos, registran eventos de censura artística.

 

En Estados Unidos, país donde la libertad de expresión, específicamente en su faceta artística, goza del más amplio reconocimiento, todavía encontramos algunas perlas de censura que principalmente se asocian con cuestiones morales o religiosas [1]. Aunque ya ningún ejecutivo de televisión consideraría adecuado (esperemos) tomar a Elvis sólo de la cintura para arriba por considerar “inmoral” su movimiento de caderas, como pasó en 1957 en el show de Ed Sullivan, los intentos por evitar la difusión de cierto contenido artístico no están erradicados por completo y en algunos casos incluso resultan exagerados y ridículos, como en los ochenta cuando Frank Zappa se ganó llevar, después de una audiencia donde hablo poco elogiosamente (por decirlo con eufemismos), la etiqueta de Parental Advisory –esa que le ponen en EU a los materiales cuando consideran que su contenido no es apto para todo público- en un disco…instrumental[2].

 

Uno de los casos más recientes y más escandalosos sucedió en 2010, cuando el Smithsonian Portrait Gallery retiró de su exhibición dedicada al retrato gay, el video Fire in my Belly de David Wojnarowicz, a petición de algunos miembros del Congreso y organizaciones católicas que consideraron que la utilización de ciertos símbolos atentaba contra su religión[3]. En el video, que va sobre una reflexión sobre el sida (enfermedad de la que murió el propio Wojnarowicz en 1992, a los 37 años) la escena del escándalo nos muestra un crucifijo infestándose de hormigas, como reflejo de su sentir hacia la religión católica frente a la enfermedad.

 

La decisión del museo provocó polémica.

 

Por un lado, los grupos católicos y sus aliados en el Congreso consideraban acertada la medida, mientras que la comunidad artística realizó protestas fuera del museo e incluso otros artistas que formaban parte de la muestra solicitaron, en solidaridad, que su contribución a la exhibición también fuera retirada. Al final, la pieza, aunque no fue reinstalada tuvo un final feliz; fue comprada por el Museo de Arte Moderno de Nueva York [4].

 

Aunque en este caso la censura no provino del Estado (aunque seguro el apoyo de los congresistas tuvo su peso específico en la decisión), el daño provocado es el mismo; ni los artistas pueden ejercer su libertad de expresión difundiendo sus creaciones ni las personas pueden conocer las mismas. Pérdida por partida doble. Por esta razón, no sobra recordar que las tentaciones autoritarias, represivas y censoras no descansan, más nos vale estar atentos.

 

[1] Al respecto recomiendo The Irony in Free Speech de Owen Fiss y http://unesdoc.unesco.org/images/0021/002156/215627s.pdf

 

[2] http://www.cracked.com/article_20209_the-6-most-hilarious-failures-in-music-censorship-history.html

 

[3] Para ver el video y seguir el debate que suscitó su retiro: http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/video/2010/11/30/VI2010113006898.html?sid=ST2010110502641

 

http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2010/12/09/AR2010120905895.html

 

http://www.huffingtonpost.com/paul-raushenbush/the-smithsonian-the-cross_b_796987.html

 

[4] Para más casos de censura por motivos religiosos: http://flavorwire.com/133635/art-censorship-controversies-a-brief-history-nsfw