El viernes pasado el INEGI dio a conocer que el valor de la producción de las empresas constructoras cayó 3.1% real en marzo respecto de hace un año, mientras que el empleo en la construcción cayó 2.9%.

 

Ya dos semanas antes el propio INEGI había informado que la economía al primer trimestre del año había crecido sólo 0.8% en relación a hace un año, con una caída de 1.5% en las actividades secundarias que reúnen a sectores clave de la economía, como manufacturas, construcción, electricidad y gas.

 

Incluso el dinámico sector exportador se ha visto frenado en los primeros meses del año. El reporte de la balanza comercial del INEGI del jueves pasado muestra que las exportaciones acumuladas durante los primeros cuatro meses del año (enero-abril) sólo crecieron 0.6% a pesar de que las ventas de automóviles y sus partes al exterior creció 7.4%, el resto de las exportaciones manufactureras sólo lo hizo al 0.1% en términos anuales.

 

Todo estos datos y otros más que surgieron durante mayo pasado son motivo de pesimismo para algunos analistas y comentaristas en los medios. Y no es para menos, si estas mismas cifras se proyectan linealmente hacia el resto del año seguramente que la perspectiva para la economía mexicana sería sombría.

 

De hecho, el gobierno federal también decidió ajustar su pronóstico del 3.5% previsto originalmente, al 3.1% revisado recientemente; aunque es conocido que los economistas de Hacienda generalmente adoptan públicamente un pronóstico base (“piso”) para sus estimaciones. De cualquier manera, un crecimiento alrededor del 3.1% también se ha convertido en consenso entre los economistas del sector privado; como lo revelan los ajustes recientes en los pronósticos de las áreas de estudios de BBVA Bancomer (3.1%) y Banamex (3.2%)

 

Sin embargo, las malas cifras de crecimiento del primer trimestre no parecen ser la tónica para el resto del año, cuando se espera que se revierta la caída en el gasto público que se dio al arranque del año y un mayor dinamismo del sector manufacturero, especialmente en las exportaciones automotrices. De hecho, la moderación en los pronósticos contrasta con las opiniones de buena parte de los inversionistas extranjeros que ven a 2013 como un año importante para las inversiones en México, particularmente en la industria automotriz, del transporte, infraestructura y consumo.

 

Muchas de las fuertes inversiones en nuevas plantas automotrices anunciadas por más de media docena de firmas en 2012 e inicios de 2013 se concretarán a partir del segundo semestre del año reactivando la actividad en las regiones que eligieron. Pero lo mismo está ocurriendo con las nuevas inversiones en gas, comercio o turismo.

 

Si bien los riesgos externos que acechan la recuperación económica en el segundo semestre aún siguen latentes, la previsión de un mayor dinamismo hacia el segundo semestre del año y particularmente durante 2014, sigue inalterable.

 

Una perspectiva que podría ganar aún mayor fuerza si a partir de julio -como se ha previsto- se aprueba reformas legales en materia energética y fiscal que realmente alienten las inversiones en el país.