“La riqueza de un país no se mide por el desarrollo de sus ciudades. Eso no es un indicador de la prosperidad de un pueblo. El verdadero factor que denota el bienestar de un pueblo es el campo, la calidad de vida de los pequeños productores y la soberanía alimentaria que posee una nación”, afirmó Carlo Petrini, líder mundial del movimiento ecogastronómico Slow Food.

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Foto: AlbertoPeroli

“No pensemos en carreteras o en hoteles; pensemos antes que nada en el campo, en impulsar su desarrollo. Es el factor primordial si queremos salir adelante y hablar de una propuesta de turismo gastronómico”, aclaró en sus distintas participaciones en foros con estudiantes, campesinos, académicos y autoridades, a propósito del interés por convertir este segmento en un punto de avance de la actividad económica del país.

En una semana en que el caracol de Slow Food fue una imagen recurrente ante un público ávido de saber más sobre una alimentación “limpia, buena y justa”; pero también ante funcionarios que no tienen ni la menor idea de quién es el hombre condecorado por la reina Isabel II de Inglaterra como el Comunicador del Año en 2005 por su promoción a la protección de la biodiversidad del mundo a través de la ecogastronomía, Petrini fue incisivo, directo, contundente en remarcar la necesidad de que países como México tomen acciones inmediatas para recuperar y resguardar el patrimonio alimentario, restituir la calidad de vida de los campesinos a través de un pago justo por sus productos y ser realmente soberanos en el panorama de la alimentación.

 Limpio, bueno, justo

Petrini es un hombre cordial, respetuoso, un caballero; pero también es una persona ajena a concesiones gratuitas, a falsas cortesías con la parafernalia político-gubernamental. Lo hemos visto en Italia, por ejemplo, en el pasado encuentro de Terra Madre y Salone del Gusto, llamándole abiertamente la atención a algún ministro ante las negligencias u omisiones en los temas de rescate del campo.

La nacionalidades no son una barrera, son más bien una circunstancia que no limita los hermanamientos, como sugirió asimismo el líder, subrayando la necesidad de que, de una vez por todas, nos ocupemos como pueblo, como nación, en la recuperación de nuestra identidad en los productos de la tierra, como es el caso de los maíces indígenas.

Este año, 2013, ha sido el momento de los productores. Foros como Mesamérica y Morelia en Boca han subrayado el papel fundamental de estas figuras en el fenómeno gastronómico que actualmente vivimos, pero ante todo como bastiones (todavía no valorados) de nuestra integridad cultural y piezas clave de nuestro avance, nuestra supervivencia, nuestra evolución en una ruta crítica donde no puede perderse el diálogo con la tierra, con los mares, con los lagos.

Con todo el peso cultural e histórico que lo avala y el discurso de un auténtico líder que sobrepasa la enanez de muchos políticos, muy lejanos de ser tan siquiera una sombra de estadistas, Carlo Petrini ha venido a México a dar un necesario impulso a esa filosofía del cambio, de la vuelta a los orígenes para precisamente seguir adelante, la filosofía Slow Food: puntual, precisa, intensa en los tres términos que definen el movimiento: limpio, bueno, justo.

“Pensemos en una globalización enfocada al cuidado del mundo; en una política dirigida al bien común, al impulso de la dignidad, de la cultura. Ocupémonos de una manera decidida, fuerte, pero ante todo bella, de superar la crisis del planeta, que no es nada fácil, que es especialmente dura, pero que nos da la oportunidad de reflexionar, de liberarnos de la soberbia.

“Hagamos de la lealtad un fenómeno político que nos lleve al desarrollo de un diálogo y a ocuparnos de los alimentos, que es en buena medida ocuparnos del planeta y por ende de todos los seres vivos”, sintetiza Carlo Petrini.

El caracol

Slow Food es una asociación ecogastronómica sin ánimo de lucro financiada por sus miembros.

Se fundó en 1989 para contrarrestar la fast food y la fast life, impedir la desaparición de las tradiciones gastronómicas locales y combatir la falta de interés general por la nutrición, por los orígenes, los sabores y las consecuencias de nuestras opciones alimentarias.

  • Una red de 100 mil miembros en más de 150 países
  • Mil 500 capítulos locales llamadas convivium
  • Más de 5 mil iniciativas Slow Food cada año
  • Más de 10 mil pequeños productores que participan en más de 400 proyectos de Baluartes
  • Más de mil productos en peligro de extinción promovidos a través del Arca del Gusto
  • Mil 300 actividades de educación alimentaria, 350 huertos escolares en 100 países
  • Terra Madre una red de actividades que implican a 2 mil comunidades del alimento, mil cocineros, 500 académicos y mil jóvenes activistas
         Fuente: Slowfood.com

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