El kirchnerismo, los gobiernos sucesivos de Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández, cumplió el sábado diez años en el poder, y los argentinos están fuertemente divididos en cuanto al balance de este período de notables claroscuros.

 

Con voz quebrante y ante una plaza colmada de seguidores, la presidenta hizo un llamado a la unidad y pidió a todos los argentinos a comprometerse, en su día de la Patria, a construir una sociedad más igualitaria.

 

“No venimos a insultar ni agraviar, sino a festejar el día de la Patria”, dijo.

 

“Es el gobierno por el cual siempre soñé y luché en los años 70”, sostuvo Paloma Pérez Galdós, una bancaria de 58 años. “Es hora que tengamos una justicia para todos y para todas, no sólo para los ricos”.

 

Fernández realizó un balance de su mandato y el de su difunto marido, y concluyó que “es década ganada, no por un gobierno, sino por el pueblo”.

 

Pero hoy en día, la sociedad argentina se encuentra profundamente dividida, con lados de cada moneda.

 

El país creció económicamente y avanzó en el terreno de los derechos humanos y civiles, pero sufrió el deterioro de sus instituciones y no terminó de concretar un desarrollo estable e integral, según analistas consultados por The Associated Press.

 

El 25 de mayo de 2003, Kirchner asumió en una Argentina que sufría terribles secuelas de la crisis de 2001, la peor de su historia, cuando cinco presidentes se sucedieron en el poder y el país cayó en default de su deuda externa, después de lo cual nunca logró recuperar la confianza de los mercados.

 

El mandatario inició una época de medidas sociales inclusivas, desendeudamiento externo e intervencionismo estatal, todo lo contrario a la década neoliberal que lo precedió. Reconstruyó un poder presidencial vapuleado por la crisis.

 

Diez años después, Fernández se aferra a un modelo económico que ha reintegrado en el sistema a muchos desfavorecidos pero que sufre un desgaste por las denuncias de corrupción que salpican funcionarios y empresarios ligados al poder.

 

El aniversario coincide con un marcado descontento social y el deterioro de la imagen de Fernández a causa en gran parte de las fuertes restricciones a la compra de dólares, la moneda en la que los argentinos ahorran, y los continuos escándalos que hacen tapas en medios opositores.

 

Cientos de miles de seguidores “organizados y unidos” colmaron el centro de la capital para el acto del sábado, como contraparte a los miles de argentinos que salieron a golpear cacerolas en meses recientes en contra de la inseguridad, la creciente inflación, la corrupción y el avasallamiento de las instituciones a partir de una polémica reforma del sistema judicial.

 

“Hoy está claro que Argentina, bajo el liderazgo del matrimonio Kirchner, no ha sabido aprovechar la oportunidad que para América Latina ha significado la primera década del siglo XXI, la de mayor crecimiento en sus dos siglos de historia. En lugar de tomar el camino de Brasil, México, Colombia, Perú, Chile y Uruguay, está tomando el de Venezuela”, dijo el politólogo Rosendo Fraga en un análisis enviado a la AP.

 

Pero el filósofo Ricardo Forster, afín al kirchnerismo, afirmó que “ésta es una década extraordinariamente significativa para la historia argentina, me parece que las transformaciones han atravesado de una manera muy rica la vida social, cultural, política, y económica”.

 

“La resignificación (revalorizar) de los derechos humanos, la recuperación de los más débiles a través de planes de inclusión social, la justicia y todo esto es para mí lo que define a esta década, aún con sus claroscuros y cosas que no se han definido”, agregó.

 

Según Fraga, el kirchnerismo comenzó a desviarse cuando Fernández empezó a alejarse de Brasil, el motor económico de la región, para identificarse con la Venezuela de Hugo Chávez, a partir de “estatizaciones, control de cambios, congelamiento de precios y una política exterior que incluye el acercamiento con Irán”.

 

Para otros, es un logro que los Estados Unidos dejara de ser una referencia para Argentina, la cual priorizó la integración con los países sudamericanos. Un punto de quiebre con las políticas neoliberales estadounidenses fue en 2005 con el fracaso del proyecto del ALCA en la cumbre de las Américas en suelo argentino.

 

Durante estos diez años, el kirchnerismo concedió subsidios a los segmentos más desfavorecidos, que vieron mejoradas sus condiciones de vida y contribuyeron a reactivar el mercado interno en un contexto de crecimiento promedio del 7% anual.

 

Los ejes son la asignación universal por hijo que perciben las familias sin empleo y trabajadores en negro; y los aumentos de las jubilaciones y salarios mínimos. En total, 2,5 millones de ancianos se incorporaron al sistema de seguridad social.

 

“Se pasó de un desempleo de 25% en 2001 a uno de 7% diez años después… Por ello, 25% de la población que había estado excluida logró insertarse de nuevo en una economía que crecía a tasas chinas”, dijo por su parte Ramiro Castiñeira, de la consultora Econométrica.

 

Pero la economía se complicó en este segundo mandato de Fernández. El crecimiento se frenó en 2012. Según economistas privados, la inflación cerró en más del 24% — cuando para el gobierno estaba en torno al 10% — y en 2013 rozaría 30%.

 

Según el sociólogo y abogado Roberto Gargarella, “esta década representa una tremenda oportunidad perdida, que puede verificarse mirando a lo que han hecho otros países de la región, con posibilidades y limitaciones similares”.

 

El y otros analistas señalan que la recuperación económica y del empleo son hitos del kirchnerismo, así como la renegociación de la deuda externa con dos canjes de títulos públicos y la cancelación de la deuda con el FMI por 10.000 millones de dólares.

 

Sin embargo Gargarella cuestionó que el desarrollo integral y distributivo, la bandera que el kirchnerismo hizo suya, esté truncado.

 

“Hoy hay niveles de desigualdad similares a los de las peores épocas —la del menemismo (Carlos Menem, 1989-1999) en particular— hay mucho empleo en negro, el país sigue endeudado y la economía está más extranjerizada que nunca”, sostuvo.

 

Economistas señalan que la pobreza afectaba en 2001 a 50% de la población y que doce años después bajó a un 30%. Pero dicen que los números no son confiables.

 

“Todos los datos de desempleo, pobreza, inflación, desigualdad estén falseados”, sostuvo Gargarella.

 

Castiñeira consideró un error que el kirchnerismo manipule las cifras de inflación a partir de la intervención en 2007 del Instituto Nacional de Estadística y Censos.

 

“Tergiversar los números fue un golpe fuerte a la confianza de los mercados; eso elevó la prima de riesgo, anulando la posibilidad de que Argentina coloque deuda en el exterior. Por eso el gobierno se apoyó en la emisión monetaria”, afirmó.

 

“El superávit fiscal de 7.000 millones de dólares del 2008 pasó a ser un déficit primario (antes del pago de la deuda) de 7.000 millones de dólares a fines de 2012”. La brecha entre las dos cifras explica el gasto en subsidios para la energía e importación de insumos energéticos, explicó Castiñeira.

 

El kirchnerismo no mejoró el sistema de transporte público utilizado por millones de personas al día, la gran mayoría de condición humilde. Producto de esa desidia 51 personas murieron en febrero de 2011 cuando un tren chocó en la estación de Once de Buenos Aires, desvelando el deterioro del sistema ferroviario en Argentina.

 

Hasta los más críticos destacan el impulso de los juicios contra los represores de la última dictadura militar (1976-1983), quienes habían sido beneficiados con las leyes de amnistía e indultos de los años 80 y 90.

 

En los últimos años Argentina también se convirtió en pionera en materia de los derechos de las minorías sexuales. En 2010, éste fue el primer país de América Latina en permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo.

 

Pero Gargarella lamentó que la política de derechos humanos también se haya utilizado en ocasiones “como encubrimiento de políticas de corrupción, a la vez que ha servido para tapar violaciones masivas de derechos de la actualidad, dadas por las desigualdades, la tortura en las cárceles, las constantes agresiones y muertes a grupos aborígenes”.

 

El kirchnerismo ha mantenido una relación tirante con los medios de comunicación, en particular con el Grupo Clarín, el mayor conglomerado de medios del país.

 

En 2009, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) rompió el contrato por los derechos de televisión de los partidos de la liga que explotaba Clarín para cedérselos al Estado, que convirtió a las transmisiones en una formidable herramienta de propaganda política.

 

El gobierno impulsó una ley de regulación de medios audiovisuales con el argumento de democratizar la comunicación. Según los críticos es una herramienta que apunta a desintegrar a Clarín.

 

El estudio Trust Barometer 2013 de la consultora Edelman refleja que durante el último año la confianza se recuperó en el mundo mientras se deterioró en Argentina.

 

“La Argentina es el único país que cayó en las cuatro instituciones que analizamos, entre empresas, gobiernos, medios y ONGs”, destacó Allan McCrea Steele, presidente y CEO de Edelman Argentina.

 

Según este informe, la confianza en el gobierno cayó del 36% en 2012 al 19% en 2013, mientras mercados emergentes subieron de 44% al 56%. El estudio contó con la participación de 31.000 encuestados de 26 países incluyendo Argentina