¿A quién le importa ahora un banco central autónomo enfocado con todas sus energías a buscar la estabilidad de los precios? Francamente creo que a muy pocos.

 

Me explico. Todas las miradas, las de dentro y fuera del país, están puestas en las reformas económicas que ha planteado el gobierno de Enrique Peña Nieto y cuya importancia general está fuera de toda duda para darle a la economía la productividad y la competitividad que le urge desde hace tiempo. Esta importancia es de orden capital para políticos, funcionarios de gobierno, legisladores e inversionistas. De allí que la atención de los involucrados y de los medios de comunicación está puesta en lo que ocurre con los cambios legales en materia de telecomunicaciones, de competencia económica, y los que ya se “cocinan” en el ámbito fiscal y energético.

 

Me pregunto, ¿acaso cabe poner algo de atención a lo que está haciendo el banco central en materia de precios?

 

Recientemente parte de las miradas en el ámbito económico se han dirigido al bajo crecimiento que ha registrado la economía en los últimos trimestres motivado en buena medida por el debilitamiento en la actividad del sector exportador, a la caída de la construcción y en el débil gasto presupuestario en el arranque del nuevo gobierno. Pero estas apreciaciones que ahora ocupan espacio en los diarios, también llevan a enfocarse en la urgencia de las reformas económicas. Tampoco aquí hay espacio para poner atención en la tarea fundamental del banco central sobre la estabilidad de los precios.

 

Pero no hacerlo es un error.

 

Los cinco años de crisis financiera global nos han mostrado que la flexibilidad para buscar soluciones creativas debe ir acompañada de la credibilidad y confianza ya ganada en el pasado.

 

La pregunta relevante es cómo tener una política monetaria eficaz en medio de situaciones como las que vivimos: con tasas de interés muy bajas, con un crecimiento económico raquítico, y con amenazas alcistas en algunos precios relevantes para la mayor parte de la población.

 

Creo que abrir este debate es necesario, porque al hacerlo empujará al banco central a ratificar su compromiso con la independencia y con la estabilidad de los precios que marca, con razón, la Constitución.

 

En estas circunstancias los gobiernos y los bancos centrales se ven incentivados a “jugar” con la inflación para obtener ciertas ventajas a través del déficit -como reducir el valor de la deuda pública- o a “jugar” con el tipo de cambio -arriesgando la inflación- para obtener ventajas a través del valor de las exportaciones.

 

Ya sabemos que estos “juegos” afectarán -tarde o temprano- el crecimiento y la estabilidad.

 

Por eso en medio de las encendidas pasiones por las reformas estructurales como si en ellas fuera la vida de por medio, no se pueden olvidar ni hacer a un lado los fundamentos de la estabilidad económica.

 

En ese sentido es que adquiere relevancia avivar el debate público de contar con un banco central cuyo objetivo fundamental apunte hacia la estabilidad de los precios, reafirmando su independencia.

 

Ese debate deben darlo los ciudadanos y consumidores, a quienes les debe importar como a nadie la estabilidad de los precios y su poder adquisitivo.

 

Y es que dar como hecho que el banco central va tras esta responsabilidad sin verificación previa, es “jugar” con la estabilidad y con la confianza ya ganada.