El dato de la pobre creación de empleos en Estados Unidos durante mayo pasado no es buena noticia para nadie.

 

De entrada es un mal augurio para los analistas que estimaban la creación de más de 160 mil nuevas plazas en las nóminas no agrícolas y solamente se generaron 38 mil puestos. Claro que ya a toro pasado todo el mundo le encuentra una razón lógica, aunque ninguno de los pretextos expuestos es algo nuevo.

 

Pero tan pocos empleos nuevos es pésima señal para una economía que se supone estaba en proceso de recuperación, que había dejado atrás un arranque de año dispar, lento en la parte interna, deprimida en el sector industrial y en crisis en el renglón de la energía.

 

La creación de empleos era un indicador de mejora quesimplemente no llegó.

 

Es una sacudida enorme para los mercados que recargaban muchas de las expectativas futuras del comportamiento de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) y que encontrarían en el cumplimiento de la expectativa de los 160 mil nuevos puestos laborales la confirmación de un aumento de las tasas de interés.

 

Por supuesto que si la cifra era superior, tendrían prácticamente la confirmación del siguiente paso de la Fed.

 

Y también hay cierto sufrimiento en el terreno electoral, porque un mal dato económico en estos momentos es una losa más para la carga de la candidata demócrata Hillary Clinton.

 

Pero la incertidumbre que provoca un dato tan malo en las nóminas no agrícolas debe generar una onda expansiva importante que se siente en los cuarteles del Banco de México.

 

La fórmula propuesta por el banco central mexicano es que una vez que la Fed suba sus tasas de interés, vendría la respuesta local evidentemente al alza.

 

La expectativa es reaccionar en la misma proporción que la Fed. Como la expectativa es un cuarto de punto, en esa proporción subiría en automático la tasa mexicana, más el ajuste que amerite la situación local.

 

Y aquí está el tema. Si subieran las tasas en Estados Unidos tan pronto como el 15 de junio, el Banco de México podría recetar medio punto porcentual a finales del mes en su reunión programada de política monetaria. Se vería muy natural.

 

Pero hoy que han bajado las expectativas de alza en Estados Unidos es posible que México no pueda rehuir a la presión que ejerce el mercado para subir al menos un cuarto de punto el costo del dinero.

 

Hoy los mercados prevén 25 puntos base más, de entrada, más lo que mande la Fed. Si se ignora esta presión en la reunión de la Junta de Gobierno, las presiones continuarán, pero si se atiende a la lógica del mercado, se abre una puerta de ajuste monetario que cada vez gana más presión en los mercados.

 

Un aumento de verano por parte de la Fed era el escudo perfecto para el banco central mexicano, pero la incertidumbre sobre cuándo llega el siguiente aumento dirige los reflectores de la presión financiera al banco central mexicano, sin duda.