CULIACÁN, Sin. “Los sinaloenses de bien –te hablo de los que vivimos del trabajo honrado, que somos un friego, la mayoría– somos bien entrones y gritones; pero ya nos hemos vuelto calladitos, agachones, porque ya no sabes con quién tratas: ves a un pelado que es así, como tú, y resulta que es un delincuente que saca una pistola y te da pa’abajo sin pensarlo. ¿Qué hacemos ante eso?”

 

La voz es del gerente de un hotel de tres estrellas situado a unas calles del Palacio de Gobierno. Un culiacanense como muchos, de los que, asegura, hoy acatan un código de silencio que ha permeado entre la sociedad: Nadie supo, nadie vio, es la mecánica que la ciudadanía aplicaría ante cada situación que le acarree riesgo o violencia.

 

El hotelero cuenta a 24 HORAS la historia de un negocio cercano al suyo, de “un conocido” que fue obligado a cerrar, víctima de la extorsión que se extiende por Sinaloa como polvorín. El presunto extorsionado y su familia –“gente de bien de por acá”– vive escondido, quizá dentro de la misma ciudad que ha habitado siempre.

 

En la fachada del referido negocio, un cartel hecho a plumín anota: “A nuestros amigos y clientes: estaremos cerrados por una temporada hasta nuevo aviso; disculpen las molestias.”

 

GOBERNADOR SEGURO

 

Mario López Valdez, hijo de un jornalero agrícola del poblado de Cubiri de la Loma, luego ferretero y después político de altos vuelos, resulta inalcanzable para entrevistas de banqueta.

 

El mandatario, quien de modo afable se deja llamar por el acrónimo de su nombre y apellido: Malova, se acompaña con al menos 30 elementos de seguridad; algunos vestidos con finas guayaberas, otros ataviados como paisanos sinaloenses: botas, camisas a cuadros, gafas y también armas largas, así como otros tantos uniformados del mando único estatal; portando chalecos blindados, cascos y capuchas, erguidos sobre camionetas artilladas.

 

Malova, quien dejó su partido, el PRI, para arrebatar la gubernatura 2011-2016 bajo la alianza PAN-PRD-Convergencia, se traslada en un convoy de al menos ocho camionetas de color blanco –una de ellas blindada y por la cual pagó un millón 800 mil pesos–, escoltadas a su vez por un sexteto de motociclistas con metralletas pegadas a la espalda.

 

No en balde, Malova enfrenta en su entidad el actuar de los más poderosos cárteles de la droga del mundo; particularmente el que la DEA estadunidense denominaba Cártel de Sinaloa, pero que hasta hace seis meses, a instancias del propio mandatario, fue cambiado de nombre por… Del Pacífico, para no afectar “la imagen turística del estado”, en opinión oficial.

 

SER (O PARECER) NARCO

 

Además de los cárteles, Malova enfrenta el auge de la llamada narco-cultura, un síndrome que ha fomentado que un cúmulo de muchachos, especialmente de clase media, se comporte en las calles y establecimientos de Culiacán como narco-juniors sin serlo, o sin necesariamente integrar alguna banda “célebre”; en muchos casos son jóvenes que viven bajo la órbita de un padre rico o influyente.

 

Una cierta fascinación por vestir la mejor ropa de marca del mundo, o al menos copias-pirata que se ven en las tiendas del Centro, entre más extravagante, mejor, ha dado lugar a que un viejo término, el de “buchón” –estilo de vida vandálico y consumista, el machismo como motor cultural, según sociólogos de la Universidad Autónoma– se mantenga de moda entre un sector de la juventud sinaloense.

 

Una corriente cultural que se identifica, entre otras maneras, a través de ciertos corridos de un subgénero que el gobernador Malova buscó prohibir por decreto, pero que fue revertido por la Suprema Corte al considerarlo anticonstitucional: el llamado Movimiento Alterado, repertorio de canciones y videos que se autoetiquetan como de “pura enfermedad” y cunden a la velocidad de la banda ancha.

 

Parte del Movimiento Alterado cuenta con estudios de producción dentro de territorio estadunidense, pero los productos llegan a México vía Internet, particularizados por sus distintos intérpretes, que reivindican aventuras del crimen organizado, maltratan mujeres, visten como supuestos miembros de cárteles, emplean camionetas blindadas y, casi en todos los casos, utilizan armas; desde cuchillos hasta lanzagranadas que no se ven como de utilería.

 

“Levantamos a contrarios pa’ sacar información, y después de torturarlos los mandamos al panteón; con un tiro en la cabeza es cuando les va mejor”, es parte de la letra del corrido de un grupo denominado Los Buitres de Culiacán.

 

Ante la frustración de Malova, la narco-música cunde, lo mismo en pequeñas tiendas que venden jeanslevanta pompa importados de Colombia”, que en las cabinas de muchas camionetas y semitractores Hummer que, efectivamente, ruedan por doquier.

 

NARCO-TOURS

 

El taxi 2341 es uno de los tantos vehículos de alquiler que tiene esta ciudad y cuyos conductores también actúan, bajo el pago de cuotas específicas, como guías de turista para realizar los llamados narco-tours.

 

Basados estos choferes en la premisa de que “no hay turista que no pregunte dónde queda la casa del Chapo Guzmán o la del Mayo Zambada”, el servicio provee viajes que van de los más sencillos: visitar el cenotafio donde murió un hijo de Joaquín Guzmán Loera, sito en el estacionamiento de un centro comercial; hasta visitar Baridaguato, un pueblo a 82 kilómetros al norte y donde, según se cuenta, “vive la familia” del famoso líder del Cártel del Pacífico.

 

En el caso de pretender ir allá “no sería conmigo”, se disculpa el guía y apunta uno de varios riesgos: “que llegando al pueblo nos topemos con un retén de ellos mismos; entonces me van a preguntar: ¿a quién traes, güerito?, y ahí es cuando tendríamos que decirles si conocemos a alguien o qué negocio nos lleva por allá”.

 

Otro paseo, el más elegido, es la visita a una capilla que desde hace 20 años fue erigida en honor de Jesús Malverde, bandolero sinaloense cuya existencia real se ha discutido, pero que en todas partes se presenta con un rostro parecido al de Jorge Negrete, cabello castaño y ojos azabache; un personaje que ha venido a ser conocido como santo de los narcos.

 

“Tú que moras en la Gloria y estás muy cerca de Dios, escucha los sufrimientos de este humilde pecador”, puede leerse en uno de los afiches que posee esta peculiar ermita y dentro de la cual todos los visitantes son provistos de un sobre, a fin de que depositen en éste un donativo.

 

El segundo paseo es hacia el sur de esta capital, a la colonia Jardines de Humaya, donde está “el único panteón del mundo donde todos los muertitos eran ricos”, ello en voz del taxista, quien satisface la curiosidad turística a cambio de 200 pesos.

 

Dentro del gran predio mortuorio, bien arbolado y provisto de un gran acceso de arco, las extravagantes y multicolores tumbas de los difuntos –presuntos líderes y sicarios, yacen sin identificación o insinuados con fotografías y escasas tres letras–, parecieran residencias celestiales, todas lucen cruces y capillitas refulgentes.

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