Desde niña he tenido una obsesión con el tocino. Todavía recuerdo como cuando iba a desayunar con mis papas a cualquier buffet, lo primero que buscaba invariablemente era ese platón con tocino crujiente, que era lo más delicioso que podría comer.

 

Con el tiempo, después de haber sido aleccionada en cuestiones de nutrición, así como mi lucha continua para conservar un buen peso, ese placer fue reemplazado por un gozo pecaminoso, normalmente asociado con viajes.

 

Todo esto lo escribo para contarles que esta semana estuve en Austin, Texas. En esta ciudad tejana, el buen comer está asociado con grandes cortes de carne y todo tipo de preparaciones con cerdo.

 

 

Consulta aquí la columna de Ana Saldaña.