Es un discurso sobre el romanticismo juvenil de la década de los 70. Estados Unidos y sus universidades, frente a la Europa de la Historia; los cubículos frente a los hacedores de vida. Barthes, Lyotard y Derrida frente a Madeleine, Mitchell y Leonard. Las universidades estadunidenses se dejan abrumar por la generación posmoderna y semiótica procedente de Europa: París, capital del deseo ornamental (por esteticista) como sustancial, por el florecimiento de las ideologías.

Solución al vacío existencial implantado en la demografía de los baby boomers.

 

La trama nupcial (Jeffrey Eugenides, Anagrama, 2013) es un paseo por instantáneas de vidas inquietas (natural) de tres jóvenes guiados por los dos ojos de uno de ellos, los de Madeleine, una adolescente pensada amorosamente por Mitchell y Leonard.

 

Un buen día, Madeleine recibe de su hermana un obsequio: un kit para sobrevivir a la soltería. El poder de los símbolos sexuales (del kit) derretirá la esperanza de Mitchell, siempre amurallado por su fe cuáquera. ¿Para qué caer en la trampa del kit de soltería si sus herramientas sólo sirven para simular amor? “Cuanto más leía sobre religión (Mitchell), sobre las religiones del mundo en general y el cristianismo en particular, más caía en la cuenta de que los místicos decían todo lo mismo. La iluminación venía de la extinción del deseo. El deseo no te colmaba, sólo te satisfacía temporalmente hasta la llegada de la tentación siguiente (…) ¿Cuánto tiempo llevaba anhelando secretamente casarse con Madeleine Hanna? ¿Y cuánto de este deseo de casarse con ella venía real y verdaderamente del hecho de que le gustara como persona, y cuánto del deseo de poseerla y, al hacerlo, de gratificar su ego?”

 

En cambio, Leonard, científico, es guiado, obvio, por las razones y por las necesarias dosis de litio. Aunque Leonard no exteriorice su voluntad amorosa, a Madeleine le atrae. El amor como argumento protector y creador de esperanza a pesar de la inexistencia del futuro maniaco-depresivo. Yo te cuidaré le dice Madeleine a Leonard.

 

El triángulo (que no es amoroso en la unión de los vértices) ofrece al lector las batallas de la fe (Mitchell) frente a las fiestas químicas del cerebro de Leonard. Los lectores experimentarán el dilema de la historia: la ciencia frente a la fe. Madeleine no tendrá duda, siempre preferirá las razones que aporta la ciencia por más tristes efectos que produzcan.

 

La genialidad de Eugenides se regodea en pleno viaje novelesco, su narrativa se bifurca entre la arquitectura de la concatenación con atmósferas lúdicas que movilizan al lector bajo efectos temporales.

 

Ocurre la experimentación de un efecto temporal cuando el lector pasa (lee) en varias ocasiones por la misma escena que en realidad no es la misma escena. Los ángulos interpretativos rompen con la falsa creencia. De esta manera, podemos comprender la escena de cena o una fiesta bajo la óptica de, al menos, dos protagonistas.

 

Madeleine sabe que se encuentra en medio de un laberinto; como estudiante entusiasta, recurre a Ronald Barthes, a través de sus (Fragmentos) del discurso amoroso para descifrar la salida: “Desde que había roto con Leonard, Madeleine no había dejado prácticamente de llorar”, Barthes le explica: “El sujeto amoroso tiene propensión al llanto… La más leve emoción amorosa, sea ésta de felicidad o de desencanto, mueve a Werther al llanto. Werther llora con frecuencia, con mucha frecuencia y a mares. ¿Es el amante que hay en Werther quien llora o es el romántico?”

 

En su momento, Barthes reveló que sus Fragmentos del discurso amoroso “sería mi libro más leído y más rápidamente olvidado, porque es un libro que llegó a un público que no era el mío (…) No era un libro muy intelectual sino más bien bastante proyectivo, en el que uno puede proyectarse no a partir de una situación cultural sino a partir de una situación que es la situación amorosa”.

 

¿Quién humedece los ojos de Madeleine? El narrador literario responde: “El discurso amoroso es la perfecta cura para el mal de amores. Era un manual de reparación del corazón, y su única herramienta era el cerebro. Si utilizaba la cabeza, si llegabas a ser consciente de cómo el amor ha sido construido culturalmente y empiezas a ver sus síntomas como puramente mentales, si reconoces que estar ‘enamorado’ es sólo una idea, entonces quizá puedas liberarte de la tiranía del amor”. Madeleine conocía sobre el tema pero no lo asimilaba para lograr encontrar la salida del laberinto. Sabía que la deconstrucción del amor, en palabras de Barthes resultaba inversamente proporcional porque “alguien que sabe por propia experiencia lo atractivo que resulta pensar que uno pueda salvar a alguien amándolo”. Así, Madeleine decide leer en positivo a Barthes e inicia la aventura con Leonard. Juntos, en el casino de Montecarlo encontrarán las reacciones de los rasgos maniacos-depresivos; apología de la adrenalina lúdica condimentada con dinero.

El estadunidense de letras griegas

 

En Middlesex, con el que ganó un Pulitzer, Jeffrey Eugenides nos reveló su inseparable gusto por el fenómeno de la transcultura. De origen griego pero nacido en Detroit, Eugenides hace viajar a sus personajes a la capital de la Filosofía para que se comprendan; encontrar las respuestas de vida es algo sensato, sobre todo en el mundo de la ficción. Un griego en Estados Unidos es una propuesta posmoderna: Grecia y Estados Unidos, antípodas de la acumulación de Historia. En Middlesex el personaje central, Calíope Stephanides, exuda historia griega en Estados Unidos. En La trama nupcial si bien es cierto que Eugenides recurre a Barthes para descodificar el amor, Grecia siempre estará presente en los personajes y, algunos de ellos, viajarán a sus islas.

 

Eugenides no es un personaje mediático porque no lo desea. Su producción literaria tampoco responde a los apetitos de los editores. Sin embargo, con tan sólo tres novelas (Las vírgenes suicidas, adaptada al cine por Sofía Coppola, Middlesex y La trama nupcial) se ha convertido en un referente de la literatura. Entrevistado por el periódico español ABC, Jeffrey Eugenides describe su reciente novela como “la historia de una joven que ha leído muchos de esos libros (románticos) y como resultado ha desarrollado ciertas ilusiones románticas sobre su vida”.