Los paraguayos parecen estar a punto de elegir como nuevo presidente a un candidato conservador del partido que respaldó al caudillo Alfredo Stroessner durante sus 35 años de gobierno autoritario, devolviendo así la presidencia a los intereses de los ricos, que han dominado los destinos de esta empobrecida nación sudamericana a pesar de la elección de un ex sacerdote izquierdista en el 2008.

 

Las elecciones del domingo también son un hito histórico en el regreso de Paraguay al respeto internacional un año después de que Fernando Lugo, el ex sacerdote con barba y sandalias, fuera expulsado del cargo en un juicio político expedito que se ajustó a la constitución paraguaya pero que fue criticado por países vecinos como un “golpe institucional” que amenazaba las democracias de la región.

 

Grupos regionales como Mercosur suspendieron a Paraguay tras la expulsión de Lugo, pero todo parece indicar que los vecinos del país están dispuestos a mejorar las relaciones bajo quienquiera que sustituya a Federico Franco, que cumplió lo que restaba del período de Lugo pero no se puede postular al cargo.

 

La mayoría de las encuestas pronostican que el magnate tabaquero y ejecutivo de fútbol Horacio Cartes, del opositor Partido Colorado, le ganará fácilmente a su rival, el senador Efraín Alegre, del Partido Liberal de Franco. Un puñado de candidatos marcha a la retaguardia, como Aníbal Carrillo, de la coalición izquierdista Frente Guasu encabezada por Lugo, quien se ha postulado al Senado.

 

Un candidato puede ser declarado ganador sólo con mayoría simple y no hay segunda vuelta electoral.

 

Algunos comparan la votación con las elecciones de 2009 en Honduras, que dieron a otras naciones razones suficientes para reconocer al nuevo gobierno del país centroamericano cinco meses después que el presidente Manuel Zelaya fue detenido en pijamas por soldados y trasladado sin contemplaciones por avión a Costa Rica.

 

“Es importante, de forma parecida a lo ocurrido con la elección en Honduras, que a final de cuentas fue importante”, dijo Gregory Weeks, politólogo de la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte, especializado en América Latina. “Fue una elección difícil y pudo haber controversia pero hizo que el país dejara la crisis lo suficientemente atrás como para ser aceptado de nuevo por el resto de la región”.

 

Quienquiera que gane tendrá que hacer frente a los mismos complicados problemas que han sido endémicos durante décadas en esta nación de unos 6,2 millones de habitantes, principalmente la gran brecha que existe entre ricos y pobres.

 

Paraguay, que no tiene salida al mar, es el tercer productor sudamericano de soja, maíz y girasol, pero aproximadamente 1% de la población controla 77% de la tierra arable. Más de la mitad de los paraguayos vive en la pobreza, según estadísticas de la ONU. La oficina del censo de Paraguay calcula que la cifra es de 39%.

 

Los dos principales candidatos han dicho que tratarán de cambiar eso.

 

“Tengo un proyecto para modernizar el país con obras de infraestructura y en especial para darle trabajo a la gente”, dijo Alegre en una entrevista reciente con The Associated Press.

 

Cartes declinó una solicitud de entrevista antes de las elecciones pero afirmó en un debate que la inversión extranjera para la creación de empleo sería una parte clave de su plataforma contra la pobreza.

 

Cartes también desató una controversia durante la campaña al comparar a los homosexuales con “monos”. Esta semana le dijo a la radio Chaco Boreal que se opone al matrimonio gay debido a su fe católica, y bromeó que si su hijo algún día le dice que quiere casarse con otro hombre, se pegaría un tiro en sus partes privadas.

 

Alegre también ha dicho que se opone a los matrimonios gay.

 

La mayoría pobre tenía grandes esperanzas de que Lugo fuese su mejor oportunidad para aliviar su dolor cuando lo eligieron en 2008, pero observadores afirman que no pudo avanzar mucho debido a la considerable oposición de otros sectores al gobierno.

 

“Una vez en el gobierno, Lugo otorgó espacios a través de ministerios a partidos de izquierda o progresistas, pero esa primavera fue de participación y no precisamente de poder porque los intereses de la derecha, como las grandes extensiones de tierra con soja y ganadería y miles de campesinos sin terreno propio, siguen intactos”, dijo el analista Alfredo Boccia.

 

Un enfrentamiento por la tierra llevó finalmente a la caída de Lugo y tanto opositores como antiguos aliados votaron rápidamente por su salida del poder en junio pasado por “mal desempeño del cargo” después de un juicio político en el Senado que duró unas pocas horas.

 

En momentos que el Partido Colorado parece recuperar fuerzas nuevamente, Weeks dijo que la clase dominante paraguaya trata de restablecer el control.

 

“Estuvo muy claro que el roce de Paraguay con un presidente izquierdista estremeció a la clase política al punto de que ahora trata de recuperar el equilibrio”, dijo Weeks. “Creo que estamos viendo el regreso conjunto de las élites para evitar que eso suceda otra vez”.

 

El nuevo presidente ocupará el cargo el 15 de agosto.