I

 

El gobernador de Guerrero, Alejandro Cervantes Delgado, tomó por el hombro a su secretario particular, un chaval de 28 años de la Costa Chica, y caminó con él fuera de Palacio de Gobierno. Le preguntó a qué político veía con los arrestos para suplir al secretario de Gobierno, José Francisco Ruiz Massieu, quien se acababa de ir a la campaña presidencial de Miguel de la Madrid. Ruiz Massieu empezaba así su carrera a escala nacional, que acabaría 10 años después, a las 9:30 horas del 24 de septiembre de 1994, cuando un sicario sacó una metralleta y le disparó en el cuello.

 

Pero eso aún quedaba lejos. En ese momento, sólo había un joven, de nombre Ángel Aguirre, ofreciéndole diversos nombres a Cervantes, que no parecían convencerlo.

 

El gobernador -que fue cercano a Cuauhtémoc Cárdenas cuando el ingeniero era priista- miró al muchacho con la atención de un profesor que espera la respuesta correcta de su alumno consentido. Pero Aguirre falló; exhibió su novatez. El Gobernador lo paró en seco.

 

-¡Pues qué lástima! Yo estaba pensando en darte esa oportunidad a ti.

 

-No me diga eso.

 

-Pensé que entenderías el mensaje.

 

-Por allí hubiéramos empezado. Pero si me da la oportunidad, tenga la absoluta seguridad de que no le voy a fallar. Estoy muy joven, pero deme esa oportunidad…

 

Y el gobernador constitucional del estado de Guerrero, Alejandro Cervantes Delgado, nombró a ese veinteañero como secretario de Gobierno, es decir, como el segundo al mando en toda la entidad.

 

Desde chamaco a Aguirre le llamaba la atención eso de la grilla; hacerse notar como líder. En la secundaria, allá en Guerrero, sus compañeros lo eligieron presidente de la sociedad de alumnos; en la preparatoria 6 de la UNAM -ya en el DF- lo hacen secretario del comité de la generación, y en la Facultad de Economía de esa misma universidad, presidente de la generación Juan Francisco Loyola. Por cierto, mientras estudia en la capital comparte departamento en la Portales con su primo Manuel Añorve, un tipo cara dura que casi nunca enseña los dientes, pero con quien puede hablar de política.

 

II

 

Aunque aún tiene cara de universitario, todos saben que el Gobernador le ha cedido amplias facultades. El mandatario padece una enfermedad crónico-degenerativa que lo obliga a ausentarse, así que  el joven se hace cargo del gabinete y del proyecto de gobierno que sustituyó a uno de los más autoritarios que se recuerden: el de Rubén Figueroa Figueroa, visto como el azote de la guerrilla y, paralelamente, de las regiones pobres donde pocas familias no tuvieron muertos o desaparecidos por represión.

 

Todos quieren quedar bien con Aguirre. Pero una amarga experiencia lo marca de por vida. “Un segundo comandante que aspiraba a un ascenso me regaló una granada para congraciarse conmigo. Me la llevó a casa, pero mi esposa se incomodó”, contaría Aguirre mucho tiempo después y en televisión al periodista Andrés Campuzano.

 

Al día siguiente saca el explosivo de su casa, que llevan a la Dirección de Seguridad. Ahí alguien dice que hay dos tipos de granada, una ofensiva y otra defensiva, y se plantea regalarle ambos modelos al joven secretario. Sólo que cuando manipulan una de esas para quedar como pieza de colección, estalla. Hay un muerto. Aguirre salva el pellejo.

 

-¿Fue un atentado? -, preguntó Campuzano.

 

-No. Fui a visitar a la zona militar al general Heine Rangel, a quien yo conocía siendo un niño, era muy amigo de mi padre, y me mostró el regalo, la granada, que no explotó. Eso me sirvió para estar muy tranquilo.

 

III

 

Aguirre siente una conexión casi metafísica con la bohemia. Buena parte del tiempo tararea boleros. Uno de sus temas predilectos dice: “Tanto tiempo disfrutamos de este amor”… “Yo creo que soy así porque crecí en ese ambiente. El  compositor e intérprete Álvaro Carrillo llegaba a casa de mis padres y yo siendo un niño lo escuchaba cantar y declamar”, ha dicho públicamente. Por eso a menudo gusta de recitar a Neruda o a Sabines: “Te quiero porque tienes las partes de la mujer en el lugar preciso y estás completa…”. Cada que puede, Aguirre se va a su rancho en la Costa Chica y se tira en el pasto o se echa en una hamaca hasta esperar la noche.

 

Pero eso sí, nunca deja del todo la política; pese a rivales o incluso desastres naturales, él ha seguido en lo que le gusta, la grilla.

 

Octubre de 1997. El huracán Paulina, uno de los más mortíferos y destructivos en la historia, toca tierra en Guerrero. Aguirre es el gobernador interino del estado (había sustituido a Rubén Figueroa hijo, tras la matanza de Acteal). Pero quién sabe dónde andaba o qué andaría haciendo que llega tarde a coordinar la ayuda y a supervisar la zona abrumada por miles de toneladas de lodo, arena, escombros, árboles, muebles, vehículos volcados, cadáveres de personas y animales.

 

La opinión pública tundió a Aguirre por las 323 muertes y desapariciones de Paulina.

 

Junio de 1998. El Ejército ataca una asamblea de trabajo de campesinos en la comunidad El Charco y mata a 11 personas, supuestamente por ser guerrilleros del ERPI. No es el único caso. El PRD acusa a Aguirre de matar a 60 militantes del partido. La queja llega hasta la ONU, y todo queda un humo.

 

Y llegaron las campañas de 2011. Se lanzó en pos de la candidatura priista para gobernador. Y perdió. Se la ganó su primo, Manuel Añorve. Así que renunció, y el partido que lo arropó fue el PRD, el mismo que lo había acusado.  Le valió: obtuvo el triunfo.

 

Otra vez no le ha sido fácil. En sus primeros días de gobierno su policía mató a dos jóvenes de la escuela normal rural de Ayotzinapa, que protestaban. Por eso pasa a la historia como el primer gobernador en comparecer ante la CNDH. Luego aparece la policía comunitaria, es el primer estado donde dan la cara y él los certifica. Sube la inseguridad y baja el turismo. ¿Lo más reciente? Los maestros pareciera que lo han doblado.

 

Ese es el Gobernador del PRD que le echaba flores a Enrique Peña Nieto en campaña y que ahorita nadie lo ha visto cantar las de Álvaro Carrillo.