Desde hace mucho tiempo, antes incluso de dedicarme profesionalmente a la crítica cinematográfica, he sido un fiel adepto a ese deporte extremo llamado “Festival de Cine”.

 

Desconozco si en otros países sea distinto pero, al menos en mi experiencia, ir a un festival de cine en calidad de público implicaba -casi forzosamente- sufrir el caos por conseguir boletos, la frustrante experiencia de las salas llenas (no por cinéfilos sino por invitados y VIP’s), el tener que ver una película en las escaleras debido al sobrecupo en las salas o incluso el ser discriminado de muchos eventos que eran “sólo para prensa y acreditados”.

 

Hoy que me encuentro del otro lado del espectro, con una credencial que dice “prensa”, las cosas no son menos difíciles. Muchos festivales se comportan como una cofradía en la que entrar es un proceso que pasa por hacer relaciones públicas, agradar a demasiadas personas, hablar con el conocido del conocido para, sólo así, obtener una acreditación completa (acceso, transporte, hospedaje).

 

Uno pensaría que tantas trabas son necesarias para asegurar que, quienes estén dentro, sean periodistas y críticos serios que verán el mayor número de cintas posible y harán una buena cobertura del evento. Pero quienes hemos estado ahí los sabemos: los festivales de cine son apreciados por los periodistas de la fuente (al menos en su gran mayoría) porque te aseguran una semana de fiestas y alcohol gratis.

 

Es triste pero es verdad: siempre verás más periodistas en el festejo que en las salas de cine. Algo está podrido ahí y lo está desde la raíz misma de la organización de los festivales de cine en México.

 

Según cifras del propio IMCINE (Anuario Estadístico del Cine Mexicano, 2012) al año se organizan en México 82 festivales de cine. Lo que antes era un ejercicio de iniciados ahora es una moda. Prácticamente cada estado de la república tiene su propio festival. ¿Por qué hay tantos festivales de cine en México?, ¿acaso nuestro país se está convirtiendo en un país cinéfilo?, ¿los mexicanos acudan más al cine, ven mejor cine, ven más cine mexicano?, ¿o más bien organizar festivales de cine resultó ser un gran negocio?

 

El mismo IMCINE responde algunas de estas preguntas. Si bien la taquilla mexicana aumentó respecto a 2011 en 11% (228 MDP), la asistencia a películas mexicanas bajó un 12% (13.8 millones de asistentes). En otras palabras, la audiencia a cintas extranjeras (en su mayoría blockbusters) aumentó significativamente.

 

Es claro que los festivales de cine en México han fallado en su tarea básica: ser una plataforma de lanzamiento del cine nacional y formar un público verdaderamente cinéfilo.

 

Por lo pronto yo me retiro de ese juego. Nunca en los casi 6 años que tengo de acudir como periodista al Festival de Cine de Guadalajara me han acreditado con todas las herramientas; siempre que he ido, lo he hecho con mis propios medios. Este año, colaborando para dos diarios nacionales, dos estaciones de radio y una revista, ni siquiera me acreditaron para entrar a las funciones de prensa.

 

Seguiré acudiendo a los festivales de cine pero no para “cubrir la nota”, ni mucho menos para ir a la fiesta. Seguiré acudiendo en las mismas condiciones y por la misma razón que acudí la primera vez: por un hambre y una pasión insaciable de ver más cine.