El miércoles de la semana pasada, la revista Billboard, dedicada a reportar los avances y novedades de la música en los Estados Unidos, decidió cambiar sus parámetros de medición de éxito.

 

Ahora, además de contar con los tradicionales métodos de tocadas en la radio y venta de sencillos en tiendas reales y virtuales, incluyó las ocasiones en que son vistos videos musicales en servicios y redes sociales como Vevo y YouTube.

 

Esto hizo que se diera un vuelco en las preferencias musicales norteamericanas y la canción Harlem Shake del intérprete Baauer llegara al primer lugar.

 

Harlem Shake no es, en realidad, una buena canción. De hecho es bastante mala. No obstante, la enorme cantidad de memes y la viralidad del primer video donde se ve a un grupo de personas que pierden el control ante los acordes de la música la hicieron popular y de rápida distribución en la red.

 

Y eso indigna a muchos.

 

Seamos claros, Billboard no es en realidad un recuento de buena música, sino de melodías exitosas y pegajosas como “La Macarena” o la versión original de “Mi pobre corazón”.

 

Así fue reconcebida a mediados de la década de los 60, cuando dejaron de lado la medición y reporte de la industria publicitaria para enfocarse de forma casi exclusiva a la música. A partir de entonces, las listas de rock, rhytm and blues, rap y, por supuesto, la codiciada Billboard 100 son como Biblia para programadores de radio, promotores, managers y, claro, bandas que desean éxito comercial.

 

Pero, poco a poco, la lista perdió brillo. Desde hace tiempo, las estaciones de radio independiente y las colegiales han dejado de utilizar a Billboard como una guía para llenar sus rotaciones. Al contrario, hay quienes huyen de lo que Billboard recomienda porque hace demasiado comercial su programación.

 

De la misma forma, con la transformación de métodos y formas para escuchar música, la lista ha sido rebasada.

 

Por ello, desde hace meses, Billboard ha comenzado una transformación. Primero, al incluir las tendencias musicales de servicios como Spotify o Rhapsody y, después, con la inclusión de tendencias en YouTube.

 

No sería la revista el primer medio en cambiar por la modificación de consumo musical de jóvenes y adultos jóvenes. MTV debió de cambiar contenidos y relegar a un segundo término los videos musicales por una sola razón: la audiencia, quien al tener a la mano los videos que le llaman la atención, se alejó de un canal cuyas políticas de programación discriminaban videogramas conforme género, impacto o hasta acuerdo promocional.

 

Aun así, las modificaciones a las mediciones de Billboard afectarán a ese sector de la industria que, aún, no evoluciona.

 

Sí, afectará de forma grave a Label managers y agentes de mercadotecnia que deben de defender en sus juntas de los lunes el éxito de su producto; pero no tendrá gran impacto ante el consumidor moderno de música.

 

Este, desde hace tiempo, no toma la versión oficial de la publicación como el medio para seleccionar lo que debe de llegar a sus oídos. Más bien, usa los canales alternativos de comunicación y conocimiento musical -que van desde el rumor y la novedad conocida boca a boca hasta la compra en línea- para fincar un nuevo paradigma música. Paradigma alejado de las presiones comerciales y de libros con números negros.

 

Sí, artistas como Josh Groban lamentarán enormemente el cambio de Billboard. Curiosamente, es sólo un árbol en el bosque del cambio radical en el interés y conocimiento de lo que será la música en los próximos 15 años.