Hace unos días se creó la Agencia de Gestión Urbana del Distrito Federal. El organismo es un desconcentrado de la Jefatura de Gobierno. Opera bajo el mando directo del jefe de gobierno, sin personalidad jurídica propia y con menor jerarquía que una secretaría. La realidad es distinta, la AGUDF es, desde el 13 de febrero, una supersecretaría que conducirá a las demás a coordinarse bajo sus planteamientos.

Hay una parte de la creación de la AGUDF que recuerda a Vicente Fox cuando habló de “la pareja presidencial”. No elegimos al titular de la misma, pero es una especie de vice-alcalde, el segundo en la línea de mando. Hasta aquí no hago ninguna mención sobre su primer titular, Fernando Aboitiz.

Cuando repaso el decreto de creación de la AGUDF me encuentro con enunciados que me satisfacen, me gusta la idea de que alguien tenga como misión articular el esfuerzo de un gobierno en una dirección, que alguien pueda tener en cuenta los estándares o los éxitos internacionales en la capital mexicana, que alguien establezca criterios comunes a todas las dependencias para que las obras tengan una prelación basada en un análisis objetivo y no en los entusiasmos de sus titulares.

Es decir, en términos generales no puedo objetar la creación de la Agencia de Gestión Urbana del Distrito Federal. Creo que en la medida que pase el tiempo habría que consolidarla con elementos adicionales a un decreto de creación: una ley que la haga organismo descentralizado o incluso profesionalizar su función, generar un sistema de carrera en el que el cuerpo técnico llegue por oposición. Me resulta deseable someter a concurso público incluso el cargo del titular de la agencia.

Y es allí donde viene el escepticismo respecto a la AGUDF. Fernando Aboitiz genera todas las dudas respecto a su conducción. La agencia es de “gestión” y ciertamente Aboitiz ha mostrado cualidades de gestor. Mientras otros funcionarios de la administración de Marcelo Ebrard hablaron de proyectos espectaculares que nunca se hicieron, Aboitiz prácticamente hizo todo lo que dijo que iba a hacer. El Gobierno del Distrito Federal no tiene, quizá, mejor gestor. Ahora bien ¿es eso lo que necesita la ciudad?

La posición fáctica de supersecretario no supone sólo una capacidad de gestión, sino una visión de ciudad y es allí donde vienen las carencias. Muchos vemos a Aboitiz como gestor de vialidades que ignoraron al peatón en su diseño, que no tuvieron empacho en reducir banquetas, y afectaron a los usuarios de las secciones gratuitas en sus acabados, hoy todavía en obra. Esto es una coincidencia no sólo en los segundos pisos, también en Tláhuac e Iztapalapa donde se hizo la línea 12 del metro.

El propio Aboitiz, cuando presumía los segundos pisos, dijo que la Ciudad de México iba a quedar 5 años adelantada en materia de vialidades, mientras que es claro que los congestionamientos se han incrementado en paralelo a los viaductos; no sólo a pesar de ellos, sino también a causa de ellos. Sabe de obras, sabe de gestión, pero no sabe de ciudad, no muestra una cosmovisión desde la ciudad, sino desde el auto y el escritorio.

Hace tres años nos decían que en los segundos pisos habría transporte público para que todos saliéramos beneficiados. Hoy sólo existe beneficio privado, y todavía costos socializados; los sistemas de pago de las autopistas urbanas funcionan con torpeza, a todos los usuarios les ha fallado el “tag”, los autos se acumulan para entrar a los segundos pisos, y afectan a los que no están dispuestos a pagar. La ciudad no ganó nada, tal vez perdió.

La Agencia de Gestión Urbana, por sí misma, debería despertar entusiasmos. Aboitiz los anula. La ciudad no puede seguir viviendo de proyectos desvinculados, el brillo de un proyecto faraónico anulado por la miseria que no corrigió más la que dejó a su paso. La capital mexicana no puede seguir padeciendo el Síndrome de la Teibolera, bolso Louis Vuitton con ropa corriente.

 

@GoberRemes