Quienes encabezan el cartel de la edición 2013 son dos nombres ingleses que desde hace muchos años mantienen una conexión particular con el público mexicano. Por primera vez en nuestro país, Blur probará la efervescencia de la tierra latina. Además, luego de un par de presentaciones más bien modestas, Morrissey probará que el Foro Sol es el escenario ideal para revivir esos tonos melancólicos con los que hace 30 años cambió el destino del Britpop.

 

Morrissey: el glamour de la ambigüedad

 

El simple nombre de The Smiths  evoca a esa naturaleza de hombre común y actitud de hacer de la moda simple un estandarte del estilo. En cinco años (de 1982-1987) y con cuatro discos (49 canciones en total) The Smiths, encabezados por Morrissey y el guitarrista Johnny Marr, cautivaron al público del mundo con una mezcla de guitarras dulces y letras mordaces que cambiaron el sentido de la música alternativa hecha en Gran Bretaña.

 

Luego de la experiencia y excesos del punk, la rebeldía de The Smiths se centraba en su ambigüedad franca. En un planeta donde los jinetes del rocanrol son lujuriosos y amantes de los excesos, Morrissey surgía como la estrella solitaria cuya fama radica en ser abstemio en casi todos los sentidos posibles. Su presencia en el escenario, a un tiempo rebelde y sumisa, frágil e imponente, es el espíritu que evoca las tribulaciones del hombre común frente a un destino implacable.

 

Luego del fin de The Smiths, Morrissey se lanzó a una carrera solista que encuentra pocos rivales y que lo confirman como el cantautor más relevante de su generación. Su primer álbum solista, Viva Hate, de inmediato lo posicionó en su país y rebasó sus fronteras con los sencillos “Suedehead” y “Everyday is Like Sunday”. Desde entonces, las canciones de Morrissey suenan en bares, restaurantes y fiestas alrededor del mundo.

 

En otros tiempos, sus opiniones respecto a la familia real lo habrían llevado a la orca en más de una ocasión. La crítica más grande que hace a sus colegas de generación como Elton John y George Michael es que sus letras no tienen sentido y que están “mas interesados en ser celebridades que en su música”.

 

Para saber de Morrissey basta escuchar con atención sus canciones. Ahí se transparenta el hombre cuya afilada lengua declama pensamientos sin tapujos. Ahí aparece un hombre que percibe la compañía de otros como un dolor casi insoportable y que, al mismo tiempo, se castiga a sí mismo al ponerse frente al público en el escenario.

 

El propio Morrissey describía para The Guardian esa contradicción de un hombre que aboga por la soledad pero que se siente cómodo con la fama: “La noción misma de pararme ahí, en el escenario, solo, es hermoso. Te hace sumamente vulnerable y al mismo tiempo todo lo que sucede alrededor se centra en ti. Es una fuerza increíble, especialmente para alguien que siempre se ha sentido insignificante y segregado. Aunado claro, al hecho de que puedes ser asesinado…”

 

Se le ha calificado como maligno, truculento y poco confiable. En sus entrevistas se muestra distante, con algo de arrogancia y siempre incómodo. Lo que se sabe con certeza de él es que le importan más los derechos de los animales que los de los hombres y que es vegetariano. Su vida sexual es un misterio: según el rumor que uno prefiera, Morrissey es heterosexual, homosexual, bisexual, pervertido o asexual. Esa ambigüedad es parte del aura mágica en la que se mueve. Sus letras coquetean con la cultura gay pero también permite que se identifiquen los pandilleros, las mujeres glamorosas y los hombres melancólicos.

 

De “sangre irlandesa y corazón inglés”, Morrissey tuvo una crianza católica en los suburbios del King’s Road de Manchester. Su etapa con The Smiths lo ubicó en el centro de la música inglesa, que encontró en él al ícono de una plástica muy peculiar. Sus letras, donde se encuentran la violencia, el glamour, el desencanto y el cinismo lo ubican como una de las figuras más importantes del Britpop. Para la Rolling Stone, es uno de los mejores cantantes de la historia del rock, cuyo estilo “ha redefinido el sonido del rock británico del último cuarto de siglo”.

 

A finales de los 80, si Morrissey usaba lentes de resina, miles los usaban. Si se ponía blusas coloridas, la gente corría las boutiques en busca de ropa similar. Una década después, su figura encontró una conexión profunda con el público joven de América Latina, donde también impuso un estilo que, a la vuelta de la moda de estos años y la recuperación de la palabra “vintage”, encuentra su acomodo en los reproductores portátiles de un público que reconoce a The Smiths sólo como una referencia de la música que se hizo antes de que hubieran nacido.

 

Las diferencias entre Johnny Marr y Morrissey son irreconciliables y ambos juran que jamás reunirán a su legendaria banda, una oferta que han recibido de distintos festivales y en diversas ocasiones. Para compensarlo un poco, Morrissey interpreta algunas canciones de The Smiths en sus conciertos, que en su voz conservan intacto el encanto que tuvieron hace 20 años.

 

Morrissey ya estuvo en México antes un par de ocasiones, con conciertos pequeños donde cautivó al principio y al final decepcionó por perpetuarse en una actitud más bien fría. Pero ese es el sino de Morrissey: ser amado y odiado en cada cerebro que le escucha.