Aun no terminaba de tomar posesión el gobierno de Enrique Peña Nieto cuando el ex candidato presidencial de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, exigía la renuncia del hoy secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, tras responsabilizarlo por la violencia generada durante las protestas contra el PRI.

 

“Desde aquí, como primera acción en defensa de los ciudadanos y la defensa de los derechos humanos, vamos a exigir la destitución del actual secretario de gobierno, el señor Chong. Se tiene que castigar a los responsables, hay jóvenes gravemente heridos y tiene que haber justicia”, dijo.

 

Ni siquiera el nombramiento de Manuel Mondragón como titular de la Subsecretaría de Seguridad Pública, el mismo a quien López Obrador propuso durante la campaña electoral para ocupar el cargo, contuvo el enérgico reclamo.

 

“Si el señor Manuel Mondragón tiene responsabilidad en estos hechos también tiene que renunciar”, agregaba.

 

El tabasqueño culpaba al actual régimen por la violencia a las afueras del Palacio Legislativo de San Lázaro, al mismo tiempo que liberaba a los jóvenes de cualquier responsabilidad por los disturbios en el primer cuadro del Distrito Federal. Poco pareció importarle que los manifestantes tomaran un camión de basura para estrellarlo contra el cerco instalado en el perímetro de la Cámara de Diputados.

 

“Aunque nos han robado la Presidencia en dos ocasiones, hemos tomado la decisión de seguir luchando por la vía pacífica, sin caer en la trampa de la violencia. Pero esta postura no significa que se solapen actos de represión como los de hoy en la mañana. No había motivo para que se usara la fuerza bruta en contra de los jóvenes y estudiantes, no había ninguna razón para utilizar balas de goma”, afirmaba.

 

Desde el templete instalado en el Ángel de la Independencia, López Obrador nunca externó la más ligera crítica a la manera en que se desarrollaron las manifestaciones contra Peña. Sólo había un culpable: el PRI y su “vocación autoritaria”. Cualquier cuestionamiento a los jóvenes sería producto de la manipulación mediática, a decir del tabasqueño. En su discurso, el ex candidato buscó reafirmarse como el referente de la oposición.

 

“Aunque la mayor parte de los medios de comunicación se callen los hechos y empiecen a manipular echándole la culpa a los jóvenes, nosotros vamos a estar insistiendo que la autoridad es la responsable de garantizar la tranquilidad y la paz social”, apuntaba.

 

Sus simpatizantes celebraban con devoción cada palabra. Las casi cuatro mil personas apenas llenaban media glorieta. La frustración, el desencanto y la molestia eran se evidenciaban entre la multitud. Un anciano levantaba el puño mientras derramaba algunas lágrimas.

 

“No reconocemos al gobierno impuesto de Peña Nieto porque es ilegal e ilegítimo”, remataba el tabasqueño. Ahí estaban el diputado Ricardo Monreal y Martí Batres, presidente nacional de Morena. Más tarde llegarían los dirigentes del PT, Alberto Anaya, y MC, Ricardo Cantú.

 

Un edificio coronado por un anuncio de Grupo Monex completaba la ironía. López Obrador desconocía, una vez más, la legitimidad del gobierno entrante. Mismo reclamo, nuevo sexenio.

 

Fijan postura de Morena

 

El Tribunal Popular de Morena determinó que la actuación “tendenciosamente pasiva” del IFE y el TEPJF incidió en el proceso y afectó el resultado de la elección presidencial.

 

En el mismo tono, Martí Batres, presidente de Morena, aseguró que “la sola imagen de Calderón entregando el poder a Peña lo sintetiza todo: la continuidad del proyecto neoliberal”.