La expectativa de la próxima administración de Enrique Peña Nieto depende básicamente de dos componentes: el primero es la percepción del contexto en el que va a gobernar. Este aspecto evalúa si será posible ejercer su liderazgo en un escenario que podría ser adverso por la imposibilidad de negociar con fuerzas de otros partidos u opositoras; y el segundo elemento radica en las cualidades o capacidades que se le atribuyen como mandatario, ya sea por sus gestiones anteriores o por su actuación durante su campaña presidencial.

 

De acuerdo con la encuesta nacional en vivienda de Parametría, las expectativas de los mexicanos están divididas respecto a si el gobierno que encabezará Peña Nieto será mejor o peor que el saliente gobierno de Felipe Calderón. El 31% de los mexicanos tiene una opinión optimista ante el próximo cambio de Ejecutivo.

 

 

 

 

En 2006, el porcentaje de mexicanos que pensó que el gobierno entrante sería mejor que el que estaba por culminar fue ligeramente menor (aplicando el margen de error es el mismo), llegó al 28%. Para dos de cada diez mexicanos (22%) el gobierno entrante será peor al que está saliendo. Comparado con 2006 es un público que parece más polarizado porque las categorías de “mejor” y peor” representan porcentajes más abultados que las intermedias “igual de bien o igual de mal”. Estas últimas categorías en realidad estarían evaluando la administración que va terminando.

 

 

 

 

En el primer aspecto que podríamos definir como contextual, el ciudadano promedio parece ver un mejor ambiente que hace 6 años. Dos de cada tres ciudadanos (62%) percibe que Enrique Peña Nieto tiene las condiciones necesarias para gobernar, 9 puntos porcentuales más que en 2006, cuando Felipe Calderón fue presidente electo. Esta percepción podría estar sustentada en la forma en que se aprecia a los partidos.

 

 

 

 

En este cambio de gobierno, más mexicanos (52%) cree que la oposición dejará gobernar a Enrique Peña Nieto, hay un aumento de 8 puntos porcentuales respecto a lo registrado en el caso de Felipe Calderón.

 

Sin embargo, aunque se percibe más optimismo, algunos otros indicadores no se mueven. La opinión de los mexicanos no ha variado respecto a la facultad del Presidente para realizar acuerdos; 60% de la población afirma que Enrique Peña Nieto será capaz de pactar con otras fuerzas políticas. Hace un sexenio la sociedad pensaba lo mismo de Felipe Calderón, sin embargo, en este ejercicio el porcentaje de entrevistados que optaron por la incertidumbre fue mayor (subió de 13% a 17%).

 

 

 

 

En lo que se refiere a la percepción de capacidad es importante nuevamente revisar los datos históricos y hacer análisis comparado. La campaña para la elección presidencial finalizó y el presidente electo pagó un costo en su imagen, por el desgaste de la contienda. La campaña negativa orquestada por el PAN, en la que se cuestionaba su record o nivel de cumplimiento de promesas tuvo consecuencias.

 

Peña Nieto empezó la campaña con una de la imágenes más positivas registradas por cualquier figura pública, con 65% de opiniones positivas (opiniones positivas menos negativas) y términó con alrededor de 15 puntos. Si bien está imagen nunca fue negativa, perdió durante la contienda electoral cerca de 50 puntos de imagen positiva.

 

Sin embargo, apenas terminó la elección, Enrique Peña Nieto empezó nuevamente a recuperar reputación. Aunque hubo cuestionamientos sobre la forma en que su partido había ganado la Presidencia (clientelismo y parcialidad de los medios) el efecto de reconocerlo como presidente electo le devolvió algo de su buena imagen. Hoy día cuenta con 40% de imagen positiva. Si bien no es el histórico 65% que tenía, presenta una tendencia ascendente. Este mismo fenómeno se presentó hace 6 años con Felipe Calderón, no obstante que el contexto post electoral fue más complicado.

 

En conclusión, podríamos decir que el público percibe que el presidente electo Enrique Peña Nieto cuenta con un contexto más favorable y sus números en cuanto a imagen personal van en ascenso. Sin embargo, la expectativa en su conjunto está más polarizada. Es decir, son mayores los porcentajes tanto de quienes creen que será una “mejor”, gestión como de quienes creen que será “peor”.

 

Ello no deja de sorprender si consideramos que este periodo postelectoral fue menos convulso. Ello tal vez es evidencia de que tanto las expectativas como las percepciones no necesariamente son racionales o están basadas en información fáctica. Pero no por ello dejan de ser un componente importante para la gobernabilidad de un país.