ISLAMABAD. Las autoridades de Pakistán trataban ayer de contener la peor ola de asesinatos de los últimos meses en su principal metrópoli, Karachi, donde este fin de semana han muerto al menos 29 personas.

 

Según fuentes policiales, nueve de esos fallecidos perdieron la vida en ataques ocurridos ayer y se suman a la veintena de cadáveres que dejó la jornada del sábado, día en que comenzaron los disturbios. Otras doce personas han resultado heridas hasta el momento.

 

Un portavoz policial, Ishaq Kamal, que entre las víctimas mortales -asesinadas en su mayoría de manera selectiva y a punta de pistola- figuran estudiantes religiosos, activistas de partidos políticos, periodistas o comerciantes.

 

Los ataques se han registrado en distintos puntos del norte, oeste, sur y centro de la portuaria ciudad, capital de la provincia meridional de Sindh.

 

El más reciente ocurrió a media tarde (hora local) y se cobró la vida de cinco personas en Orangi, un barrio cosmopolita en el noroeste de la ciudad en el que coexisten viviendas de clase media con secciones de chabolas.

 

Las primeras pesquisas policiales apuntan a que este ataque fue una reacción a otro que fieles de la comunidad chií, minoritaria en Pakistán, habían sufrido un mes antes.

 

“Un día son chiíes los atacados y otro día los suníes. Hay una coordinación de esfuerzos visible y organizada detrás de los asesinatos”, mantuvo el mulá Taj Hanaji, de la organización islámica proscrita Ahl-i-Sunnat Wal Jamaat.

 

El primer ministro paquistaní, Rajá Pervez Ashraf, que se encuentra de visita en Karachi, ha hecho un llamamiento a la población a que guarde la calma y ha pedido a las fuerzas del orden que empleen mano dura contra los instigadores de la violencia.

 

Karachi es, con más de 18 millones de habitantes, la urbe más poblada y cosmopolita de Pakistán pues alberga a gente que procede de todas las provincias del país, y ostenta unos índices muy elevados de delincuencia.

 

Los disturbios étnicos, ligados al apoyo de los distintos grupos a partidos políticos que aspiran con incrementar su influencia en la ciudad, suceden desde hace décadas y en los últimos años su frecuencia ha aumentado.

 

Este crisol étnico tiene su traslación al ámbito religioso, ya que Karachi cuenta con un gran número de fieles chíies, que han sido objeto de frecuentes atentados en el pasado, y al tiempo es feudo de infinidad de escuelas coránicas ultraortodoxas suníes. EFE