Raúl Pineda Olmedo, de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, desarrolló a partir de bacterias y hongos que viven de forma natural en la cáscara del cacahuate, un proceso para eliminar del aire contaminantes como el metanol, solventes y olores, que se utilizan en imprentas y talleres de pintura.

 

En colaboración con Frédéric Thalasso Siret, investigador belga del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), ensayó en el laboratorio la eficiencia de esa microbiota nativa, soporte de un biofiltro que funciona a escala experimental y espera una oportunidad para probarse en la industria.

 

El cacahuate o maní es una leguminosa empleada desde hace ocho mil años en América del Sur, según registros arqueológicos identificados en Perú.

 

Popular en la región, esta semilla se usa como botana, condimento y dulce. Su cáscara, de forma cóncava se aprovecha en algunos países como combustible para calderas, sustrato para mezclar alimento de aves de corral, medio de cultivo para hongos, y como material conglomerado que se mezcla con viruta de madera.

 

En México, es un residuo agrícola que apenas se utiliza para que el ganado se acueste sobre él, por lo que Pineda Olmedo pensó en convertirla en una base biotecnológica.

 

Tras estudiar cascarilla de arroz, bagazo de caña y cáscara de cacahuate, se decidió por esta última, porque tiene una gran cantidad de vacíos.

 

“Eso significa que hay más posibilidades de que los microorganismos nativos estén en contacto con el sustrato y con el ambiente. Y en la microbiota nativa, se busca que estén expuestos al contaminante en la mayor cantidad de espacios posibles, pero que a la vez, tengan condiciones de vida favorables”, explicó en un comunicado.

 

Por ser un material orgánico, cumple una doble función: como soporte y aporte de nutrientes para algunos microorganismos. Durante la degradación de materiales lignocelulósicos, algunas sustancias son liberadas y empleadas en crecimiento o como fuente de energía.

 

El universitario añadió que en biotecnología y tratamiento de efluentes son usuales dos caminos: llevar al laboratorio microorganismos previamente adaptados a consumir contaminantes, o utilizar nativos, que viven en el sustrato y se someten a un proceso de selección natural.