Como un polígrafo insaciable, una especie de Dios niño, una suerte de Dios infantil perene, que jamás conoció el aburrimiento y que se divertía al jugar con las palabras, fue recordado aquí el escritor Ernesto de la Peña (1927-2012), durante el homenaje de cuerpo presente que se le rindió en el Palacio de Bellas Artes.

 

Ante cerca de 100 personas, autoridades del INBA, el Conaculta y la Academia Mexicana de la Lengua, elogiaron la personalidad y el trabajo literario del autor fallecido ayer a los 84 años.

 

Momento en que ingresa el féretro con los restos de Ernesto de la Peña al Palacio de Bellas mientras los asistentes aplauden. Foto: @CONACULTA

 

 

Al tomar la palabra, el presidente de la AML, Jaime Labastida, lamentó su muerte y con voz quebrada evocó con cariño al amigo, al hombre de letras, al Dios niño; un hombre sabio, humilde y sereno.

 

Conmovido, el también director de Siglo XXI Editores lo recordó también como un Sócrates de silencios y palabras precisas, un Confucio, del que manaban constantes enseñanzas, un hombre bondadoso que se prodigaba en la amistad; un hombre dulce que no imponía su indudable autoridad.

 

Rinden guardias de honor. Foto: @latita 

En su oportunidad, el poeta Eduardo Lizalde, amigo por más de 40 años del erudito, se refirió a él como un hombre sabio y generoso y aseguró que con su muerte desaparece un hombre excepcional y con él, todos los enormes tesoros que con su prodigiosa memoria guardaba en su cabeza.

 

“Desaparece Ernesto de la Peña y con él un pozo de sabiduría y una fuente de luz, lo deploramos de veras, sus amigos más fraternales y cercanos, dijo en tono grave quien es considerado el mayor poeta de México, y luego leyó un par de fragmentos del libro “Palabras para el desencuentro”.

 

Consuela Sáizar encabeza la primera guardia de honor. Foto: @CONACULTA

 

En esta despedida también participaron Teresa Vicencio, la director general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), quien lamentó la pérdida de ese hombre de letras universales, quien fuera miembro del Consejo de Ópera de dicho instituto.

 

Al encabezar la lista de oradores, la funcionaria lo recordó como uno de los humanistas fundamentales de la vida mexicana de la segunda mitad del siglo XX y como pocos indagó en lo más profundo del conocimiento humano.

 

Eduardo Lizalde da lectura a un poema de Ernesto de la Peña como homenaje a este notable hombre de letras. Foto: @CONACULTA 

Por último, la presidenta del Conaculta, Consuelo Sáizar lo recordó como uno de los ilustres habitantes de la “patria de la ñ”, a quien tuvo la oportunidad de conocer y conversar. “Hablar con él era siempre una lección de idiomas, una posibilidad de aprendizaje, un vislumbre de un enorme panorama del conocimiento”, aseguró.

 

La música del cuarteto Carlos Chávez acompañó al intelectual, cuyo féretro estuvo franqueado por sendos arreglos florales.

 

 

En la segunda guardia de honor integrantes y amigos de la Academia Mexicana de la Lengua. Foto: @CONACULTA

Por enfrente de él desfilaron, entre otros, el historiador Javier Garcíadiego, presidente de El Colmex; los escritores Felipe Garrido, Vicente Quirarte, Jaime Labastida Ochoa, el poeta Eduardo Lizalde, el bibliófilo Adolfo Castañón, el también escritor José Gordon y el expresidente del Conaculta Sergio Vela.

 

Después siguieron decenas de personas que en forma discreta se quisieron despedir del maestro, como un señor con una paloma de papel en la que escribió “Ernesto te envidio! Paz y amor, abrazos!”.