Un proyecto de tesis dio origen a Chulel. Con seis años de operación, la empresa superó ya el periodo crítico de tres años, en los que 65% de los nuevos negocios fracasa.

 

Para sus creadoras Cintia Vallejo y Gabriela Castilla, el secreto está en el  “valor adicional” de los bolsos, carteras y monederos de piel fabricados a mano y con diseños basados en las distintas culturas del país.

 

Antes de realizar algún diseño investigan a la población indígena, incluso realizan visitas a la comunidad, platican con sus integrantes para conocer su cultura y después incorporan los símbolos más representativos de ésta en sus productos.

 

En entrevista con 24 HORAS, las diseñadoras –egresadas de la Universidad Iberoamericana- recuerdan que Chiapas fue el tema central de la primera colección que lanzaron, la más reciente: Puebla.

 

A cada producto se le coloca una etiqueta roja en forma de tríptico que contiene una pequeña explicación de la cultura que representa, además de un llavero fabricado por los artesanos de las comunidades a las que investigan, “por eso el trabajo tiene un valor adicional”, explica Gabriela Castilla.

 

Todo es de origen nacional en Chulel, incluso la piel que traen de León, en Guanajuato.

 

Cada producto “tiene alma, la gente lo percibe, no hay cosas obscuras, no hay un made in Hong Kong, no traemos la piel de Colombia, no se dice que se le paga una cantidad a los indígenas y les pagamos menos, a ellos se les paga lo que dicen”, agrega.

 

Por el momento la empresa cuenta sólo con siete empleados. “Cintia lleva ventas y yo llevo la parte de producción, en el taller tenemos a cinco colaboradores, está el jefe de producción que tiene a cargo otras cuatro personas que son las que manufacturan los productos”.

 

Adicionalmente, hay dos inversionistas que se unieron en 2010, uno apoya en la parte administrativa y el otro sólo es socio capitalista, además de una chica de servicio social. También dependiendo la temporada, como en noviembre, cuando contratan asistentes generales.

 

El reto, posicionarse

 

Posicionar el producto ha sido la parte más difícil. El proceso, cuentan, es complicado. Estos seis años “todo ha sido un aprendizaje” con Profeco, con Hacienda, para convertirse de emprendedoras a pequeñas empresarias.

 

Iniciaron operaciones con un préstamo familiar de 70 mil pesos en 2006, pero fue hasta 2009 cuando obtuvieron del Fondo Nacional de Apoyos para las Empresas en Solidaridad (Fonaes), un apoyo de casi 150 mil pesos para producir más y colocarse en el mercado de la moda.

 

Ahora, sus productos se venden desde 300 hasta tres mil 500 pesos, sin embargo al principio las utilidades se iban en pagos a trabajadores, impuestos, servicios y material.

 

Las chicas comentan que en estos seis años “todo ha sido un aprendizaje” con Profeco, con Hacienda, cambiaron su régimen a persona moral, entraron socios capitalistas y se convirtieron de emprendedoras a pequeñas empresarias.

 

Para Cintia el proceso ha sido laborioso y un tanto difícil, ya que “en este México que tiene tantas trabas hacendarias, pagos de IMSS, de ISR, de Infonavit, y que no están reguladas para una Pequeña y Mediana Empresa, sino que pagan lo mismo una Coca que una Chulel, es bastante complicado”.

 

Por el momento, la marca se vende en sitios como el Museo Nacional de Antropología e Historia, el Museo Nacional de Historia (Munal) y el Museo Mexicano del Diseño (Mumedi).

 

También en algunas tiendas como ¡Ay Güey!, El beso Huasteco y en aeroboutiques como Tobacco Shop o Mini Market, ubicadas en los aeropuertos de Monterrey, Puerto Vallarta, San José del Cabo y Guadalajara. Hasta ahora la empresa cuenta con siete puntos de venta de los 140 que tiene la compañía Aeroboutiques, pero su meta a corto plazo es llegar a 10 o 15% de éstos.