Los cinco estados priistas que perdió Enrique Peña Nieto en la elección presidencial confirman un fenómeno del que poco se habla en los pasados comicios: la participación de grupos del narcotráfico en estas elecciones. Un cártel en particular, el de Los Zetas, operó y metió las manos en las votaciones con una consigna extraña pero verificable en las cifras: hacer perder a Peña y aumentar la votación de Josefina Vázquez Mota y del PAN.

 

Veracruz, Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Quintana Roo son las cinco entidades donde, a pesar de existir una fuerte estructura priista, un gobernador del partido tricolor y en algunos casos de haber arrasado el PRI en los últimos comicios locales y federales, fueron perdidos por el candidato priista y ganados, extrañamente en algunos casos, por la panista Josefina Vázquez Mota, a pesar de la poca o nula presencia del PAN y de su falta de estructura en esos estados.

 

¿Cómo una candidata que venía a la baja en casi todo el país, de un partido que perdió sus principales bastiones -como Jalisco y Morelos- de repente gana por márgenes amplios al abanderado priista que, se supone, tenía a su favor la operación y el compromiso de los gobernadores de esos estados?

 

La primera explicación es la que acusa de “traición” a los gobernadores priistas que no pudieron o no supieron garantizar la cuota de votos que les fijaron en aquella reunión ya célebre en la casa de Gobierno del Estado de México el 12 de junio pasado. Hay señalamientos y sospechas hacia esos gobernadores -Javier Duarte, Egidio Torre, Rubén Moreira, Rodrigo Medina y Roberto Borge- y en el equipo peñista hay quien pone en duda su lealtad y sugieren que operaron a favor del PAN.

 

Pero hay gobernadores que afirman que en sus estados hubo una operación electoral del narcotráfico que, a través de amenazas, intimidaciones y hasta compra abierta de votos, funcionó en los días previos y el 1 de julio para inclinar la votación en contra del PRI.

 

El caso más claro donde se observa eso es Tamaulipas. De 65% de la votación con que ganó Egidio Torre el gobierno hace dos años y del “carro completo” del PRI en las elecciones federales de 2009, el PRI perdió prácticamente todos los distritos del estado y el PAN ganó en zonas donde ni siquiera tiene estructura ni presencia. La explosión de un coche bomba en Nuevo Laredo, dos días antes de las votaciones, fue un aviso de Los Zetas que, con sus estructuras de tierra en todas las regiones del estado, mandaron el mensaje de un voto contra el PRI.

 

Un par de semanas antes de la elección, cuando ya en el CEN del PRI veían venir el resultado en Tamaulipas, el dirigente nacional del partido, Pedro Joaquín Coldwell se reunió con el gobernador Egidio Torre. “Necesitamos que operes, que ayudes al candidato”, pidió el líder priista. “Está muy difícil, no puedo hacer mucho”, fue la respuesta del gobernador. Unos días después, cuentan en el estado, fue el propio Peña quien habló con Egidio con la misma petición. “No puedo, mi vida está en peligro”, le respondió el mandatario al candidato.

 

El mismo fenómeno se repitió en otros estados de los que perdió Peña. Coahuila pasó de ser el estado que más votos le dio al PRI en las elecciones locales de 2011, cuando Rubén Moreira ganó con más de 60% de los votos, a que Josefina le ganara a Peña por más de 50 mil votos y más de cinco puntos en la votación. En Nuevo León el PAN resucitó y aunque algunos lo atribuyen también a los yerros del gobernador Rodrigo Medina, la derrota de Peña fue por más de 30 mil votos y Josefina le sacó 13 puntos porcentuales de ventaja.

 

Veracruz es el otro estado donde llama la atención la derrota del PRI. Aun con lo cerrado de la última elección estatal, en la que Javier Duarte ganó con tres puntos de diferencia a Miguel Ángel Yunes, nadie esperaba que Josefina le sacara casi ocho puntos de ventaja a Peña, que se quedó con 954 mil votos contra un millón 200 mil de la panista.

 

Sin duda habrá otros factores y otras explicaciones para el fracaso priista en esos cinco estados, como la mala actuación de los gobernadores, los escándalos de corrupción o la inseguridad local, pero en ninguno de ellos el PRI esperaba derrotas tan estrepitosas como las que provocó, dicen en corto algunos gobernadores, la “mano negra” en contra de su partido.

 

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