La imagen de un Felipe Calderón sonriente, casi exultante, la noche del 1 de julio quedará para la historia. El segundo Presidente panista salía ante el país, en cadena nacional, a reconocer que su partido perdió el poder; pero por momentos su mensaje, el verbal y el no verbal, parecían más de un discurso de victoria. Y es que aquella noche el PAN y su candidata Josefina Vázquez Mota habían perdido, pero no necesariamente perdía con ellos Calderón.

 

Porque, mientras el PAN y Josefina naufragaban en una campaña errática y sin dinero, desde Los Pinos se mantenían en una clara distancia que, conforme avanzó la elección se transformó en abandono y desinterés de la casa presidencial. Curiosamente había más diálogo y comunicación entre el staff del Presidente con el equipo de Peña Nieto que con el de Vázquez Mota. Tres funcionarios de los más cercanos de Calderón, Genaro García Luna, Alejandra Sota y Alejandro Poiré, tenían la encomienda específica de reunirse periódicamente con Luis Videgaray para revisar con el coordinador peñista temas y pendientes durante las campañas.

 

Hay panistas de la cúpula que sostienen en corto que sí hubo una negociación y un pacto entre Calderón y Peña Nieto y que éste debió cerrarse al menos un mes antes de la votación. Aunque no dan mayores detalles de cómo se dio y en qué consistió la negociación, esos integrantes del PAN que estuvieron cercanos a la campaña aportan datos que abonan a la idea de un entendimiento previo entre Los Pinos y la campaña de Peña Nieto.

 

Desde la PGR, afirman, fueron entregados en Los Pinos un paquete de expedientes judiciales y hasta órdenes de aprehensión en contra de varios políticos prominentes del PRI, entre los que se encontraba uno sobre Arturo Montiel Rojas, además de otros ex gobernadores y figuras priistas. Ninguno de ellos vio nunca la luz, aunque se decía que varios tenían todos los elementos para ser procesados y buscar de ese modo un efecto político y mediático que afectara a la campaña priista y ayudara por ende a reforzar el discurso anticorrupción de Vázquez Mota, algo que por lo demás fue una práctica común en todo el sexenio. Pero eso nunca ocurrió, los expedientes se quedaron sobre un escritorio de la residencia presidencial.

 

A la campaña de Vázquez Mota nunca llegó información de inteligencia, ni de esos expedientes, y todavía se preguntan por qué la PGR nunca actuó ni siquiera en casos evidentes como el del ex gobernador de Tamaulipas, Tomás Yarrington.  Los panistas consultados sostienen que cuando Andrés Manuel López Obrador comenzó a crecer aceleradamente y rebasó a Josefina, en Los Pinos Calderón tomó una decisión: si no iba a poder ganar la elección presidencial con una candidata que además nunca fue suya, no tenía sentido pelearse con el PRI y era mejor negociar una transición ordenada para Peña y una salida digna para él.

 

Pero lo que refuerza la idea de que Felipe Calderón sí ganó el 1 de julio es que a pesar de la rotunda debacle del PAN, Calderón y su grupo tienen garantizado el control transexenal de su partido. Aun fuera del poder, los calderonistas controlarán los grupos parlamentarios tanto de la Cámara de Diputados, donde unos 80 legisladores de los 114 panistas son del grupo de Calderón, y también tendrán el control de la bancada en el Senado, donde unos 25 de 38 senadores son afines al Presidente.

 

Lo mismo sucede con el CEN del PAN donde Calderón y su grupo tienen más de 70% de los consejeros nacionales y 30% restante pertenece al Yunque, que perdió las gubernaturas de Jalisco y Morelos y terminó dividido en estos comicios. Así que Calderón dejará Los Pinos el 1 de diciembre pero tendrá, como ningún ex presidente de la era priista o de la breve era del PAN, no sólo una salida dorada sino además seguirá influyendo en política al ser el mandamás de Acción Nacional. ¿Verdad que él no perdió el 1 de julio?

 

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