En el Palacio de Bellas Artes no hubo más que palabras de agradecimiento, cariño y buenos recuerdos para Héctor García, el “pata de perro” o el “Fotógrafo de la ciudad”, como lo llamó Carlos Monsiváis, su amigo y cómplice en la tarea de capturar la historia de nuestro país en los últimos 50 años.

 

El féretro llegó tres minutos antes del medio día al recinto donde fue recibido por una lluvia de aplausos de la comunidad artística, familiares y amigos que lo acompañaron en sus andanzas.

 

 

“Fue un hombre privilegiado porque tuvo la enorme fortuna de conocer a grandes hombres y de captar con su lente a las más grandes figuras que formaron parte de la historia política, cultural y periodística, no solamente de México, sino del mundo entero.

 

“También retrató a los personajes del otro México, de ese México que sigue latente: a los personajes cotidianos, campesinos, obreros, maestros que luchan, y también a los que conforman el inframundo de la pobreza que tuvieron cabida en sus documentales gráficos”, dijo Alberto Carbot, durante el homenaje.

 

 

Su hijo, Héctor García, lo recordó como un padre amoroso, con una memoria envidiable como su lente, con la que capturaba todos los hechos que contraían a este país. Pero también como un buen amigo. En innumerables ocasiones abrió su casa para recibir al propio Monsiváis, o a Fernando Benítez, Elena Poniatowska, Juan de la Cabada, Dioniso Morales, Carmen Parra,  Mercedes Iturbe, Oscar Chávez, Pepe Maya y otros más.

 

Monsiváis “”me habló del gusto que era compartir época con Héctor García (…) Siempre sintió que el espíritu gráfico de su prosa era Héctor García (…) Parecían y eran el uno para el otro”, expresó Consuelo Sáizar, directora del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).

 

En el homenaje al fotógrafo no hubo políticos ni altos funcionarios del gobierno. Al lugar acudieron, además de la titular del Conaculta, el subdirector de Bellas Artes, Sergio Ramírez y la secretaria de Cultura del DF, Nina Serratos.

 

 

Los que sí acudieron fueron sus amigos, familiares, compañeros de trabajo y no faltaron los fotógrafos. Algunos acudieron por trabajo y otros porque en algún momento fueron sus alumnos; el cariño es tal que por un momento olvidaron sus cámaras para sumarse a las guardias al lado del féretro. Una, dos, tres, cuatro, cinco rondas de fotógrafos y reporteros que tuvieron el gusto de trabajar y aprender con él.

 

Casi al final, el adiós se convirtió en una pequeña reunión de amigos que recordaron las pláticas, andanzas e historias del hombre que vivió en las calles de la ciudad desde los siete años.

 

Nació el 23 de agosto de 1923 en la Candelaria de los Patos, pero a los siete años se fue a vivir a Bucareli, la zona donde estaban todos los grandes periódicos, para los cuales trabajó como voceador.

 

 

El libro “Pata de perro”, escrito por Norma Inés Rivera, narra que tras su estancia en la correccional de San Fernando por robo, Héctor García se fue como bracero a Estados Unidos, en donde estudió en la Academia de Artes Fotográficas de Nueva York.

 

A su regreso a México confirmó su vocación de fotoperiodista, aunque también hizo retratos y fotografía artística. Con su lente capturó las movilizaciones estudiantiles, de los ferrocarrileros y los maestros; a presidentes, pintores y escritores y papas, sin olvidar a los pobres de la Ciudad de México.

 

Héctor García falleció el sábado por insuficiencia cardiaca a los 88 años. Desde hacía siete años el deterioro de su salud se hizo evidente después de una caída que le fracturó la cadera.

 

 

Ayer sus amigos los despidieron; no faltaron las porras y los aplausos en el mismo recinto donde muchas veces Héctor García fotografió el “último adiós” de otros grandes artistas.

 

El acervo

 

Consuelo Sáizar, directora del Conaculta, se comprometió a entregar las bóvedas necesarias para preservar los negativos del acervo del fotográfico de Héctor García.

 

Actualmente, los 1.7millones de negativos del trabajo de García y su esposa María están en estantes de metal y de madera. Una parte se ubica en las oficinas de la Fundación Héctor García, la otra se resguarda en un patio improvisado como oficina dentro del hogar de la pareja.

 

Hasta el momento se han digitalizado cuatro mil negativos, pero son necesarias las bóvedas para preservar todo el material del calor y la humedad.