A 37 días del 1 de julio, y a 34 de que concluya la etapa formal de las campañas electorales, ya podemos adelantar la forma en que llegarán a la meta los contendientes presidenciales.

 

Y es que, salvo un “misil nuclear” –como define Luís Carlos Ugalde la posibilidad de un cambio–, el ganador de la contienda será el priista Enrique Peña Nieto, quien hoy lleva más de 20 puntos de diferencia de sus más cercanos perseguidores. La certeza de la victoria del candidato del PRI, se desprende de la terca realidad que arrojan los datos fríos de un resumen de las más recientes encuestas.

 

El segundo y tercer lugar no se han definido con claridad. Pero según las mismas tendencias –que colocan a la señora Josefina y al señor Andrés en empate técnico–, existe una curva creciente y sostenida del candidato de las izquierdas, lo que permite suponer que en las últimas semanas se podría producir un desprendimiento al alza del abanderado de la alianza PRD, PT y Movimiento Ciudadano.

 

Y también son muchas las evidencias de que la candidata del partido en el poder, la señora Vázquez Mota, será enviada al tercer lugar, lo que se convertirá en el mayor fracaso político electoral en la historia del partido azul, que en el año 2000 llegó al poder y que, a la vuelta de 12 años, habría sido echado del cargo más alto de elección popular.

 

Vuelve el PRI

 

En realidad, la gran sorpresa de la contienda electoral sería la confirmación de lo impensable –de mantenerse las tendencias como hasta el día de hoy–: el regreso del PRI, el partido que fue echado del poder hace apenas 12 años y al que pocos le auguraban la mínima posibilidad de supervivencia.

 

¿Qué pasó para que el partido repudiado hace 12 años por el electorado, hoy sea el partido aclamado y posiblemente llevado de nueva cuenta al poder presidencial? ¿Acaso el PRI dejó atrás la genética del autoritarismo, la antidemocracia, la corrupción y la transa?

 

Está claro que el PRI sigue siendo el mismo de siempre. Y sólo basta voltear la mirada a la mayoría de los 20 gobiernos estatales en poder del tricolor. Todos ellos son auténticos virreyes, señores feudales ungidos de un poder absoluto y temporal, pero que ejercen sin ningún contrapeso. Por eso la pregunta. ¿Por qué sigue el PRI siendo alternativa ante los electores mexicanos, si como partido, como ideología y como gobierno no ha cambiado casi nada?

 

La respuesta es patética, de escalofrío. Porque en la mayoría de los gobiernos estatales donde los opositores de la izquierda y la derecha lograron arrebatarle el poder al PRI, los gobiernos azules y amarillos resultaron tanto o más malos que los del PRI. Y el electorado prefirió a lo malo por conocido, que a lo nuevo por conocer.

 

Pero además, el PRI entendió rápido dónde estaba su talón de Aquiles para reponerse y, a la sazón, buscar la puerta de vuelta al poder presidencial. Primero, el PRI descubrió que la unidad era uno de los valores fundamentales para recuperar los espacios de poder. Por eso ponderó la unidad a toda costa.

 

Y segundo, que la imposición de candidatos a puestos de elección popular era uno de los ejercicios del poder más perniciosos. Así, se olvidó del compadrazgo y el amiguismo, y se colocó en línea ganadora.

 

Pero acaso lo más importante es que, tanto la derecha como las izquierdas, le hicieron buena parte del trabajo al PRI. El PAN y el PRD se fragmentaron, pelearon, se dividieron y, al final, le dejaron el camino libre al partido tricolor. Es decir, que el fracaso cultural de la derecha y las izquierdas fue oxígeno puro para la vuelta del PRI.

 

El PAN se va

 

Es casi un hecho que la permanencia del PAN en el poder presidencial tiene fecha de caducidad. Es decir, que la segunda, y última, gestión panista concluirá el 1 de diciembre de 2012. Pero lo cierto es que el PRI no derrotó al PAN, sino que los azules propiciaron su propia caída. Primero vivieron un fracaso total en los gobiernos estatales que le habían arrebatado al PRI. Y el mejor ejemplo es que seguramente perderán gobiernos como Morelos y Jalisco.

 

Pero esa tragedia en los estados en realidad es menor frente a la crisis que vivió el propio gobierno federal. Es decir,  que Felipe Calderón, en tanto jefe del PAN, no pudo mantener el control del partido, no logró colocar a su preferido en la candidatura presidencial y, lo peor, no consiguió trasladar lo votos positivos de su gestión presidencial a la candidata presidencial azul.

 

En suma, buena parte de la eventual victoria del PRI se debe al fracaso del PAN, partido que, además, fue incapaz de construir cuadros eficaces, populares y ganadores para la contienda presidencial.

 

El hecho de que Josefina Vázquez Mota le haya ganado a Ernesto Cordero, y que la señora candidata esté hoy en tercer lugar, confirma ese fracaso.

 

Las izquierdas se rompieron

 

Algo parecido le ocurrió a las izquierdas, ya que a lo largo de una década no sólo perdieron bastiones históricos –como Michoacán–, sino que se quedaron sólo con su fuerza en la capital del país.

 

De hecho, la diferencia entre Vázquez Mota y el candidato de las izquierdas, López Obrador, saldrá de la votación que consigan en el Distrito Federal, en donde el apartidista Miguel Ángel Mancera arrasará con 60 por ciento de las preferencias, casi cuarenta puntos por encima de la candidata del PRI, Beatriz Paredes, y por lo menos 45 puntos de la panista, Isabel Miranda.

 

Lo cierto es que López Obrador fue el candidato equivocado, ya que si bien ha mantenido un crecimiento discreto pero sostenido, su tiempo ya pasó. De hecho, la imposición de AMLO, sumada al fracaso del PAN, cerraron el círculo para que –a poco más de un mes de la elección–, resulte casi un hecho el triunfo del PRI.

 

 ¿Se acuerdan?

 

Más de uno se dijo sorprendido luego de la adición de Manuel Espino a la campaña de Enrique Peña Nieto. Sin embargo, el asunto no debiera ser novedad.

 

En estas fechas, pero hace seis años, los priistas Diódoro Carrasco, Carlos Ruiz Sacristán y Luis Téllez –todos ellos antiguos secretarios de Estado –, el ex embajador Jesús Reyes Heroles y el ex líder nacional del PRI, Genaro Borrego, se sumaron a la campaña de Felipe Calderón. Mientras que –en la trinchera opuesta – el senador del PRI, Óscar Cantón Zetina, se unió al proyecto de Andrés Manuel López Obrador.

 

Y por si fuera poco, también en estos días, se escuchaba con fuerza el rumor de una posible alianza entre el PRI y el PRD. Y es que, poco a poco, las preferencias electorales de Calderón rebasaban y se alejaban de las de López Obrador. Sin duda, todos se alienan con el ganador.