Las primeras encuestas, sobre la preferencia electoral de los candidatos presidenciables luego del debate, muestran que el puntero, Enrique Peña Nieto, es o parece, intocable.

 

Y es que según los distintos sondeos, se mantuvo en los números con los que llegó al debate y, en algunos casos, habría bajado uno o dos puntos porcentuales, variaciones que se mueven dentro de rango de error de las mediciones.

 

De esta manera, Peña Nieto mantiene 20% de las preferencias, por encima de sus dos perseguidores, la señora Josefina Vázquez Mota y el señor Andrés Manuel López Obrador, quienes comparten el segundo lugar. Por eso la primera pregunta. ¿Qué significa que a pesar de que Josefina y Andrés tundieron, a dos manos, a Peña Nieto, el mexiquense prácticamente no haya perdido nada en las encuestas?

 

Si partimos del pragmatismo elemental –del maquiavelismo puro –, llegaremos a la conclusión de que sólo existen dos respuestas posibles. La primera, que el señor Peña Nieto se convirtió en un candidato imbatible; en un político y candidato presidencial intocable y que, con el tiempo, las circunstancias lo dotaron con una coraza de aceite –al que todo se le resbala –, que lo hace invencible.

 

Y la segunda –y la que nosotros creemos más racional –, que Peña Nieto no es el fenómeno que todos creen y que muchos otros pretenden imponer. No, en realidad el candidato del PRI parece un político estándar, con defectos y  habilidades normales y que, eso sí, tiene un carisma poco común. Por eso la hipótesis de que, si es un político más bien estándar, el problema estaría en sus adversarios. ¿De qué estamos hablando?

 

         LA MEDIOCRIDAD, EL RECURSO

 

Elemental, que si Peña Nieto no es la maravilla que muchos imaginan y tampoco el milagro que otros tantos intentan construir, entonces el secreto de que peña Nieto sea el puntero en las preferencias electorales, va más allá de sus habilidades y cualidades. El secreto estaría en las debilidades, las fallas y, en general, la mediocridad de sus adversarios. Y si tienen dudas, vamos a los ejemplos.

 

La primera señal de la debilidad y mediocridad de los adversarios del candidato Peña Nieto –de los partidos y políticos del PAN y las izquierdas –, apareció en los previos de los paquetes electorales de 2009 y 2010. En los dos procesos se produjo una impensable alianza del PAN y las llamadas izquierdas, con la única finalidad de tumbar, debilitar y/o hasta reventar a Peña Nieto.

 

En efecto, en ambos casos le dieron un severo golpe al PRI, en especial en las elecciones de 2010, en donde le arrebataron al partido tricolor, el gobierno en estados como Oaxaca, Puebla y Sinaloa. En los tres casos los ganadores fueron ex priístas disfrazados de izquierdistas o panistas.

 

La estratagema pareció que sería imbatible, hasta que Peña Nieto encontró el antídoto infalible. Entregar las candidaturas a los mejor calificados. Y el mexiquense puso el ejemplo. Empujó a Erubiel Ávila –el mejor calificado por las encuestas –, como su candidato al gobierno del estado de México. Y no solo derrotó al PAN y al PRD, sino que aplastó a sus candidatos. Claro, en esa ocasión contó con el apoyo invaluable de Andrés Manuel López Obrador.

 

Ya desde entonces, el partido azul y las llamadas izquierdas mostraban serios indicios de una mediocridad que, a la vuelta de los meses, se convirtió en un problema endémico de la derecha y las izquierdas. Y es que por el PAN fue postulado un perdedor histórico en las urnas, el ex presidente del PAN, Luís Felipe Bravo Mena, mientras que por el PRD y otras yerbas de izquierda, también se presentó a otro bulto; Alejandro Encinas, otro perdedor de siempre.

 

 

         Y LA TONTERÍA, COMO ESTRATEGIA

 

Pero como “no hay primera sin segunda”, en la elección presidencial, la derecha cometió el gravísimo error de fracturar las ambiciones presidenciales hasta en 12 precandidatos, los que luego bajaron a diez, siete, cuatro y… cuando parió el monte, asomó la cabeza una candidatura debilitada y sin una propuesta clara.

 

Josefina Vázquez Mota fue ungida como candidata, no sólo en medio de una severa división del PAN, sino en contra del interés del propio huésped de Los Pinos. Y, por eso, la debacle no se hizo esperar. Como precandidata o aspirante interna, su preferencia electoral la colocaba a seis puntos de Peña Nieto. Hoy cayó a más de 20 puntos, y dicen algunas encuestas que se encuentra el un lejano tercer lugar.

 

Y es tal la crisis, que entre las familias del panismo histórico, se habla de la inminencia de relevar la candidatura de la señora Vázquez Mota. Está claro que esa hipótesis parece casi imposible. Pero para un sector amplio de los azules, está claro que se equivocaron de candidata.

 

En el caso de las izquierdas –y a pesar de que AMLO ha ganado entre dos y tres puntos desde el arranque de las campañas formales –, lo cierto es que también se equivocaron de candidato. Bueno, la realidad es que AMLO se impuso frente a Marcelo Ebrard, que era el mejor y el candidato natural.

 

En pocas palabras, que la mediocridad y la necedad políticas de la derecha y las izquierdas conspiraron a favor de Peña Nieto, quien sólo “nadó de a muertito” en espera de que sus adversarios hicieran lo que saben hacer, tonterías.

 

         ¿SE ACUERDAN?

 

Hace exactamente seis años, ocurrió uno de los episodios más tensos del gobierno de Vicente Fox. Tras semanas de incertidumbre, agentes federales y del estado de México, se enfrentaron con elementos del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, quienes mantenían el control de San Salvador Atenco.

 

En ese entonces –como ahora –, el país vivía un intenso proceso electoral. Por eso, los opositores del presidente Fox y del entonces gobernador Enrique Peña, no tardaron en usar el hecho como parque de campaña.

 

A propósito de Vicente Fox, en estos días pero hace seis años, los partidos políticos y el IFE lo exhortaron a “sacar su cuchara” del proceso electoral. Y es que, según ellos, sus juicios de valor en torno a la elección podrían ensuciar el proceso. El mandatario sólo pudo prometer que se mantendría aparte.

 

Y quien también se hizo a un lado fue Andrés Manuel López Obrador. En pleno auditorio nacional, en una reunión con trabajadores sindicalizados, fracasó al intentar enfriar los ánimos. La presencia del líder del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social, Roberto Vega Galina, y su reciente inclusión a las filas perredistas a cambio de un lugar en las listas plurinominales, le costó una fuerte dosis de mentadas, insultos y rechiflas.

 

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