La capacidad adquisitiva que otorga el programa Oportunidades a las familias que viven en condiciones de pobreza modificó no sólo su dieta, al aumentar el consumo de productos industrializados, sino que también convirtió a las tiendas de abarrotes de esas comunidades en prósperos negocios.

 

Tan sólo en 2011, los programas federales Oportunidades y de Apoyo Alimentario (PAL) destinaron más de 73 mil millones de pesos, unos 200 millones de pesos cada día en todo el país, para atender con la entrega de apoyos en efectivo a 6.5 millones de familias que viven en condiciones de pobreza.

 

Julieta Ponce Sánchez, directora del Centro de Orientación Alimentaria (CEA), explicó que según un estudio en el estado de Guerrero – que junto con Veracruz, Chiapas, Puebla, México, Oaxaca, Michoacán y Guanajuato, concentran 50% de la población atendida por el programa- 48% de los apoyos que reciben las familias se destina a la compra de alimentos, principalmente galletas, tortillas de maíz, sopa, arroz, azúcar, frijoles, huevo, refresco, cerveza, café soluble, cebolla, chile y papa, que en su mayoría son industrializados.

 

“Cuando les preguntábamos por qué comparaban los sobres de café en lugar de consumir el que se produce en el estado y les explicábamos los beneficios económicos para los productores (…) decían que les gusta más el del sobre”, explicó Ponce Sánchez.

 

La directora del CEA destacó que el programa Oportunidades no verifica que el dinero que les entregan se gaste adecuadamente en una dieta saludable, que les aporte los nutrientes necesarios. “Simplemente les dan el dinero y ya”.

 

Además, la disponibilidad y el precio de los alimentos son otra condicionante para la compra. El estudio encontró que el gasto promedio diario es de 40 pesos para un refresco, ocho huevos, un kilo de azúcar y un paquete de galletas.

 

En cambio, sólo se encuentra cuatro variedades de frutas y cuatro de verduras disponibles en la zona, que tienen un costo de hasta 10 pesos por pieza. La carne, leche, queso o pollo llega a las comunidades dos veces a la semana y el gasto se dispara hasta 70 pesos el kilo de cualquiera de estos productos.

 

Los agricultores han dejado de trabajar el campo y las opciones de alimentos se han reducido a lo que les puede llegar cada semana. Esto ha hecho de las tiendas abarrotes el mejor negocio en las comunidades rurales o indígenas.

 

“Las camionetas de refresco, de galletas, sí llegan a estas comunidades y los alimentos más sanos no lo hacen. No entendemos por qué nos dicen que no pueden llegar ellos allí, pero los de la comida chatarra sí”, cuestionó la nutrióloga.

 

La importancia de una tienda de abarrotes dentro de la comunidad ha llegado al nivel en que todos quieren una. “Si tú le preguntas a la mujer que recibe remesas de su hijo qué va a hacer con el dinero, la respuesta es: arreglar su casa y poner una tienda”. La investigación encontró que hay una tienda por cada 10 familias, ubicadas sobre todo en las carreteras y caminos principales.