Cuando Protágoras dijo aquello mil veces interpretado y reinventado, de “El hombre es la medida de todas las cosas”, quizá se refería a un tipo que por sí mismo ensancharía parámetros de medición y perspectivas de cálculo.

 

Tal vez Protágoras, insensible al futbol y sus efectos, anticipara que siempre habrá algún modelo o canon humano que nos ayude a comprender: los tres mundiales ganados por Pelé y sus mil 282 goles, como plano de comparación para todo mortal; la estela de Maradona driblando multitudes y su rol supremo para coronar a Nápoles o Argentina, como punto de referencia para todo líder deportivo; las gestas a blanco y negro de Di Stéfano, del que se cuenta más que lo que es posible ver, como génesis obligatorio del concepto crack; y Johan Cruyff con una inteligencia y habilidad insultantes, y Franz Beckenbauer convirtiendo en arte el defender y desde ahí iniciando el atacar, y Garrincha que dribla por placer de confundir rivales y quebrar caderas más que por ir a tan aburrido lugar común que es la portería, y Romario, y Zinedine Zidane, y Ronaldo: todos añadieron alguna norma para mejor medir e intentar entender, para en vano comparar y frenarse a simplemente aquilatar.

 

Lo de Lionel Messi es simplemente colosal: no son sólo los cinco goles anotados en fase decisiva del torneo más competitivo, como lo es la Champions League, y en contra de un rival al que hizo parecer de juguete (aunque en Alemania, el Leverkusen recién derrotó nada menos que al Bayern Munich); no son sólo los constantes partidos de los que se va con 2 ó 3 goles (siempre alguno de ellos, entre memorable e impactante); no es sólo que pertenezca a un equipo simplemente sin precedentes (13 títulos ganados de 16 títulos disputados; para también valorar lo que ha conseguido el Madrid adelantándole en esta liga)… Sino que Messi sigue creciendo, Messi sigue mejorando, Messi sigue sin establecer en dónde está su techo o límite.

 

¿Que le falta la consagración lejos de su hogar barcelonista y sin apoyo de Xavis e Iniestas? Evidentemente, pero esa eventual coronación con Argentina, llegue o no, nunca podrá borrar lo que representa un personaje que está a plenitud por tanto tiempo, que cuando no mantiene su nivel es porque ya lo ha incrementado, porque Messi, ante todo, es un ser competitivo, excesivamente competitivo, le gusta ser retado, le motiva ser desafiado, de la duda ajena sale más arte y más gol.

 

Con 24 años, ya 3 Balones de Oro y promediando hasta cincuenta goles por campaña, los adjetivos se han terminado. Messi cerrará su carrera y será útil para medir tanto a los que antes vinieron como a los que después vengan.

 

@albertolati

 

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