Las semillas de la Distopía

La distopía es un término que acuñó John Stuart Mill a finales del siglo XIX con el propósito de describir lo contrario a una utopía: un lugar en donde la vida estaría llena de obstáculos sin posibilidad alguna de mejoría. Un modelo de esta naturaleza permite conocer situaciones extremas con el propósito de evitarlas y procura evaluar nuestro presente y reflexionar sobre la viabilidad del futuro.

 

 

Hoy se tiene claro que la globalización no está cumpliendo sus propósitos y en general la gente considera que sus condiciones de vida van a la baja, por lo que expresan menor aprobación y confianza en gobiernos incapaces de encontrar soluciones pertinentes.

 

 

En las economías emergentes el crecimiento tampoco va de la mano con las expectativas sociales. El número de jóvenes aumenta y no las condiciones para obtener una educación de calidad que les permita oportunidades laborales exitosas. Tampoco se ven políticas que les permitan contemplar nuevos horizontes, lo que genera una combinación explosiva que detona inconformidad y protesta. Sólo en el último año, esto se vio desde los recientes disturbios en Grecia, los estudiantes en Chile, los manifestantes en China, el movimiento occupy en Estados Unidos hasta la Primavera Árabe. Sin liderazgos audaces e imaginativos, la creciente desilusión popular podría socavar los mecanismos de cooperación a nivel mundial como alternativa para abordar las transformaciones profundas.

 

 

Este ejemplo ilustra el análisis de la interacción de los riesgos globales que proyectan un futuro distópico para gran parte de una humanidad, con una población joven en niveles crónicos de desempleo, mientras que la mayoría de la población, adultos mayores, dependería para subsistir de un erario sostenido por gobiernos fuertemente endeudados. Conflictos evidentes se derivarían de las diferencias entre jóvenes y adultos mayores, se recrudecerían las brechas de ingresos, se haría patente un déficit de competencias y toda esta situación en conjunto amenazaría la estabilidad social y política de gobiernos que no logren cumplir con las expectativas y necesidades sociales.

 

 

¿Qué tan seguras son las salvaguardas?

A medida que existen más interacciones e intercambios, se hace evidente la compleja interdependencia aparejada a las dificultades y capacidad para administrar los sistemas que sustentan la prosperidad y seguridad a nivel mundial. Los riesgos derivados de las nuevas tecnologías, la interdependencia financiera, el agotamiento de los recursos naturales y el cambio climático evidencian la debilidad y fragilidad de las salvaguardas existentes: políticas, normas, reglamentos e instituciones que actúan como un sistema de protección. Por ello se cuestiona su adecuación o pertinencia para regular, administrar y garantizar el funcionamiento de los mercados y al mismo tiempo para garantizar condiciones efectivas de seguridad pública.

 

 

Es necesario repensar las instituciones del siglo XX para responder a los problemas del siglo XXI, el peligro es que las salvaguardas existentes no puedan manejar los riesgos y equilibrar sus beneficios potenciales. Bajo esta idea, se puede pensar en lo sucedido en marzo de 2011 con el tsunami de Japón: las salvaguardas de la central nuclear de Fukushima tenían parámetros laxos y la crisis generó una preocupación global por la seguridad nuclear, lo que llevó incluso a que el gobierno alemán respondiera con la clausura de sus plantas nucleares.

 

 

En efecto, la complejidad inherente a la globalización lleva a la necesidad de impulsar acuerdos entre un número mayor de actores públicos y privados que se comprometan a establecer salvaguardas para lograr respuestas más ágiles, flexibles, eficaces y oportunas, involucrando a las partes interesadas y utilizando diversos puntos de vista, tanto teóricos como prácticos, para anticipar respuestas a las amenazas emergentes.

 

 

El lado oscuro de la conectividad

La conectividad ha transformado no sólo la manera en cómo se hacen los negocios sino también las relaciones personales. Casi un tercio de la población mundial está en línea y la conectividad de “cosas” tan dispares como camas de hospital o los contadores de electricidad crece rápidamente. Si bien esto es considerado un beneficio, es necesario conocer el “lado oscuro” de la conectividad al tomar en cuenta el riesgo potencial que suponen el terrorismo, el crimen y la guerra en el mundo virtual, dado que pueden llegar a ser tan dañinos y perturbadores como sus equivalentes en el mundo real.

 

 

Se tienen pocas evidencias empíricas sobre las amenazas cibernéticas, las víctimas tienen un incentivo para mantenerlo en secreto y por su parte los proveedores de soluciones de seguridad también tienen un incentivo para no hablar de ello. La seguridad en línea debe ser considerada un bien público. Hoy se requiere un espacio digital sano para garantizar la estabilidad en la economía mundial y para coadyuvar al equilibrio en los gobiernos.

 

 

¿Qué hacer?

El informe Global Risks 2012 alerta sobre la creciente desigualdad económica que vive en el mundo y sobre los riesgos que esto conlleva. Un análisis como el presentado busca evitar que los avances de la globalización se conviertan en una amenaza y contribuye a pensar soluciones frente al panorama sombrío de un mundo cada vez más incierto.

 

 

La disparidad de ingresos entre la población, las precarias finanzas gubernamentales, el desempleo de los jóvenes y la crisis para resolver los problemas de los adultos mayores dependen de estados cargados de deudas y, por primera vez en muchos años, la gente ya no cree que sus hijos crezcan para tener un mejor nivel de vida. Dado este escenario crítico a nivel global, resulta necesario pensar también en México, dado que quienes toman decisiones sobre el rumbo del país deben repensar el camino trazado y sus posibles alternativas. Si bien en los últimos años hemos logrado avances en términos macroeconómicos, no se han construido las bases para dar mejores opciones de vida a la población en general. Serán necesarias políticas públicas que respalden un nuevo acuerdo social, de lo contrario el país sembrará algunas semillas de distopía en un panorama sombrío e incierto caracterizado por la falta de una cultura de la prevención y la carencia de una proyección viable a largo plazo de nuestro futuro.

 

 

Sergio Aquiles González. sergioaquiles@gmail.com