Estamos en pleno diciembre. La Navidad fue ayer, será hoy o mañana. No importa. Es todos los días de este mes tan sin descanso; de días arduos y batallas de temple. Tenemos cruda y ‘en nuestras ojeras se ven las palmeras borrachas de sol’. Hemos tenido tiempo para brindar felices los que tenemos por qué brindar o, de plano, aunque no se tuvieran razones, a lo mejor brindamos para olvidar que no se tiene por qué brindar. Es así. La Navidad es alegría y solaz o tristeza y desconsuelo: depende de la feria y su jugada…

 

Para muchos, la Navidad comienza desde los días previos a la noche mágica. Comienza con la emoción de comprar los regalos para los seres queridos y para los no queridos en los famosísimos ‘intercambios’ de la oficina: comprar-comprar-comprar, es la consigna, y mientras más se compra y más se regala, más feliz es el que tiene con qué, aunque después sufra los pesares de la deuda a ‘doce meses sin intereses’. Pero nada se compara con la sonrisa de la nena, el beso meloso y carameloso de la esposa o la jeta del tío al que no le gustó el regalito porque él quería otra cosita…

 

En todo caso, en México DF, Guadalajara o Monterrey, por ejemplo, hay diversos escenarios en los que la Navidad-consumo nos deja ver eso de ‘las diferencias sociales’ o, a lo Marx: ‘las diferencias de clase’… Somos tan dados a marcar esas diferencias, que hoy mismo, hasta en el modito de hablar en México se supone quién es quién y cuál es su código postal.

 

La gente ‘que puede’ va a los grandes almacenes; Perisur, por ejemplo: ahí todo es pulcro y diamantino: pisos que rechinan de limpio, aparadores que son ventanas a la felicidad; decoración a tono con los días y en honor a esa clase media que camina en levitación, con movimientos firmes y miradas de ‘yo estoy aquí porque puedo’, aunque ese poder se resuma en el tarjetazo y la deuda eterna hasta el fin de los siglos…

 

…Todo ahí está bien: la mercancía, los productos, el consumo… Las dependientas y los dependientes totalmente palacio saben que deben ser cordiales con… quien… [La muchacha de ahí me ve extrañada; me recorre con la mirada fija: ve mi mezclilla y mi camisa roja de cuadritos que ya no se ven y mis zapatos de goma de mascar… Mi mira y pasa de lado: no garantizo compra. ¿Qué hago ahí? me pregunta con la mirada y yo le contesto con un caracolito mental]. En todo caso ahí la vida es un aroma grato, es un entender de marcas y de buenas costumbres, ‘porque somos así’ y es un síntoma de triunfo porque ahí la vida es un caramelo, siempre dulce… aunque igualmente fugaz.

 

Luego está el escenario de los vendedores ambulantes; parte de los 30 millones de subempleados oficialmente reconocidos y que se ocupan en la venta de productos y a los que se tolera porque hay que tolerar el desempleo y evitar la delincuencia, dicen en los pasillos del Gobierno del DF., además de que ‘son votos cautivos’, agregan.

 

Ahí la compra en multitud es a toda prisa y a empujones al tiempo que hay que cuidar el bolsillo donde viene la lana, ellas el monedero, todos la compra ya hecha por aquello de ‘no te entumas’ y que nuestra Navidad pase a ser la Navidad de otros. Ahí hay lo esencial: Ropa, juguetes, zapatos… Todo útil. Aquí no estamos para adornitos del mueblecito de la salita en la casita de sololoy. [Me acerco para ver… me detengo más del tiempo indispensable y de pronto el grito del grandulón ese “¿Va a comprar?… si no ¡jale a un lado… a divertirse al circo!”, con fondo de: “Para que no se le doble, para que no se le arrugue, para que siempre esté firme… compre las micas para sus documentooooos”].

 

Y, bueno, están los extremos: los muy-muy ricos mexicanos que compran sus regalitos fuera del país… “Es que fíjate que ahora que estuve en Madrí de una vez compre mis regalos de Navidá… ya sabes, son cosas que duran toda la vida, porque lo que es lo hecho en México no sirve para nada”… O en Nueva York, o en Houston… De allá vienen los regalotes que se regalan los que no le piden perdón a nadie…

 

Los que no tienen para regalos de plano no tienen escenario. Estos miran pasar la Navidad como si fuera un pesar y un martirio. Ellos no son garantía de nada y para ellos no hay nada: no hay tiendas llenas de brillito, no hay la oferta del día, no hay los doce meses sin intereses y no hay ni calzones, “como los que usa el ranchero”… Apenas y una blanca Navidad que encuentra su sentido en sí misma: y ya.

 

De todos modos, de que en México somos gastalones, lo somos, a pesar de las crisis mundiales, a pesar de las caídas de la bolsa, a pesar de los presagios de recesión, a pesar de inflaciones y deflaciones… No. No hay de qué preocuparse si ya nuestro señor Presidente de la República, don Felipe Calderón Hinojosa, que michoacano es, nos ha dicho que aquí todo está bien, que esas turbulencias mundiales nos hacen los mandados y se comen los pilones y que esta tierra mexicana está hecha de pura felicidad y de bailables al son de la negra…

 

Y gastamos. Que lo digan los mismos que empresarios y gobierno federal que organizaron el “Buen fin” del 18 al 21 de noviembre. Para eso adelantaron el aguinaldo. Para que la burocracia corriera a comprar comprar comprar y tan así fue que durante esos cuatro días los mexicanos gastaron 89 mil millones de pesotes en “tiendas de autoservicio, departamentales y especializadas” (según la ANTAD)…

 

En tanto que TNS Research International reportó que 9 de cada 10 mexicanos invierte en los festejos de diciembre; que de la clase media los que más invierten en los festejos son los jóvenes de 18 a 24 añitos; que 8 de cada 10 mexicanos al grito de guerra compra regalos para la familia y que esta clase gasta un promedio de 321 pesos en regalos: los hombres 400 pesos, las mujeres 290, para comprar ropa, juguetes y chocolatotes express pulverizado…

 

En cambio la clase alta, cuando no trae sus regalos de fuera del país, adquiere aquí aparatos tecnológicos, celulares, accesorios, videojuegos, cámaras fotográficas, reproductores de música o de video, televisiones, pantallas planas… y todo lo que se haga con el control… [Si, perdóname, ayer perdí el control…, pero lo encontré esta mañana debajo de la cama]… Y qué tal los viajes…

 

Como quiera que sea estamos en pleno diciembre y el invierno estalla en nuestras orejas congeladas. Pero pasará pronto: Sana sana colita de rana. Ya estamos a punto del recalentado y dispuestos a curarnos la vida con un refrescante alipuz… Pero “¿Qué hay de aquello de la humildad, la devoción, el calor humano, la solidaridad y el amor al prójimo?”… ¡Ya, déjate de pendejadas y tomate la otra!…

 

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