Acaba el año pero arrancan los spots. Nuestros días de gracia terminaron. Sumado a los abrumadores anuncios del “Gobierno del Presidente de la República” nos someterán a los de cada partido y los de los precandidatos del PAN.

 

Los spots son a los candidatos lo que el avatar a los Twitteros. Anuncios, posters y frases prefabricadas desarrollan una identidad aspiracional. Es la imagen de lo que quisiera ser el candidato más que lo que es. En algunos casos, al igual que en las redes sociales, el avatar coincide con su dueño, pero siempre se abusa del medio para destacar cualidades y ocultar defectos. Al igual que los políticos sin spots, cuando la diferencia entre el individuo y su imagen es demasiado grande basta poco para derrumbarla.

 

Sin spots no hay candidato, hay simples individuos, unos más cultos, otros más prácticos, unos más comprometidos, otros más ególatras. La televisión y el radio recrean personajes, las entrevistas, las redes y las presentaciones públicas, hasta cuando son a modo, muestran personas.

 

Oficialmente, el 18 de diciembre, empezaron las “pre campañas”. En realidad, sólo inicia el negocio oficial, léase la venta formal de spots. Las reglas publicitarias del IFE fomentan la hipocresía pero nos garantizaron un par de meses para ver a los aspirantes sin maquillaje.

 

Descubrimos que Peña Nieto escribe libros pero no los lee. Rubros como el salario mínimo o el precio de la tortilla corresponden, según él, a “la señora de la casa” no al candidato a la presidencia “obsesionado por la pobreza”. El joven político, carece de ideas y de audacia. Es conservador, básico, incapaz de improvisar, pero capaz de solicitar ayuda de sus asesores incluso desde un templete. El gobernador todopoderoso, galán, que despachaba cual presidente del viejo régimen, fuera de Toluca y de la televisión, se hace chiquito.

 

López Obrador, en el intento por vender tolerancia y amor revela el conocido tamaño de su ego. Pensara que sin él, no pasa el tiempo. Desconoce el precio actual de un boleto de metro de la ciudad que transformó, pues sólo recuerda cuánto costaba en sus tiempos. Olvida el candidato amoroso el valor del presente. ¿Pensará que los capitalinos quedamos congelados en espera de su regreso?

 

De los panistas, fuera del spot, destacan otros divertidos elementos. Cordero, que es un buen técnico, se inventó la identidad de gallo peleador. Toma la actitud de Javier Lozano sin saber tocar el piano, y el discurso de Felipe Calderón. Pelea con quien se ponga enfrente para crearse una identidad. Dos años de derrotas electorales no bastaron para que entiendan que la violencia no es rentable políticamente. Mientras, Josefina y Santiago, mantienen posturas cautelosas menos propensas a los errores. Viejos políticos, conocen el firme resguardo de los lugares comunes, pero la canasta básica no perdona.

 

A nivel local, los secretarios del DF trabajan al doble. Nunca se habló tanto de educación, procuración de justicia y trabajo legislativo como ahora. Los precandidatos, todavía arropados por sus dependencias, se esmeran por promover resultados. En poco tiempo veremos si dichos estos son tan firmes como los venden.

 

Afortunadamente para los políticos, desafortunadamente para nosotros, los spots están de vuelta desde esta semana. La magia de la televisión maquillará la identidad de estos sublimes personajes que aspiran a gobernarnos. Hay que aprovechar lo aprendido en estos meses para trampear la imagen y seguir descubriendo al individuo oculto detrás de su spot.

 

 @cullenaa | Fb: La caja de espejos