El pronóstico no era difícil. Los manifestantes son la figura central de 2011 para la revista Time. Llevar a la portada al personaje del año tiene el mérito de editorializar 365 días en una imagen. El año pasado el amigo-Facebook, Mark Zuckerberg, se convirtió en el personaje estelar. Así lo fueron Ben Bernanke y Obama en 2009 y 2008, respectivamente.

 

Si nos quedamos con los cuatro nombres podemos promediar el interés de la última década: sociedad (manifestantes), tecnología (Zuckerberg), economía (Bernanke) y política (Obama). Ahora bien, si aplicamos un ejercicio de prospectiva tendríamos que eliminar de la lista el presidente de Estados Unidos. ¿Quién se hubiera imaginado tal situación?

 

La sociedad tiene en la tecnología a su principal aliado, y en los economistas se centra el poder abandonado por los políticos. La sociedad confía más en la tecnología y poco en los políticos. A los tecnócratas los comienzan a conceptualizar como un mal necesario o, si se prefiere, un bien doloroso (el médico que aplica la inyección con una enorme jeringa). Las decisiones racionales han desplazado a las emocionales. Es la mejor lectura de las crisis. Todo es fiesta hasta que el dinero deja de existir.

 

Un buen día, los mileuristas españoles se percataron que tenían trabajo. Que debajo de ellos se encuentran 5 millones de desempleados. Algo extraño sucedió para que el 21 por ciento de la población española no tenga ocupación laboral. Los Indignados se convirtió en la mejor fuga de ira para enviar el mensaje al presidente que subestimó los efectos de la crisis hipotecaria estadounidense. Al final del día, los Indignados le ganaron la partida a Zapatero y esperan con ansias la llegada de Rajoy a quien observarán desde el primer minuto de su llegada.

 

En Túnez, el vendedor de legumbres molestado por la policía se incendió pero también incendió a las redes sociales indignadas. El efecto contagió a Egipto, Libia, Yemen, Siria (continúa) y a todo lugar donde queda un poco de conciencia libertaria.

 

De España a Reino Unido y de ahí a Wall Street, los Indignados se han globalizado. Otra vez: sociedad y tecnología. Del otro lado del Atlántico, en Europa, Berlusconi encarnó la decadencia de la política. Que se vayan todos que al final del día nos quedarán los economistas. Si en Portugal, Irlanda y Grecia la banca quebró, en Italia, a la crisis de la deuda se le sumó el derrumbe de Berlusconi quien se había adueñado de las leyes y del futuro de Italia. Delante de las pantallas de plasma, los italianos le aplaudían cualquier espectáculo pero la realidad se encargó de desconectar las televisiones. Llegó Monti y con él concluyó el funeral de la política.

 

Si a los tres vectores los analizamos en el 2020 quizá nos quedaríamos con la sociedad y la tecnología. Los economistas como los doctores, los llamamos en emergencias. Su permanencia es pendular.

 

Sociedad y tecnología. El binomio perfecto para exorcizar soledades o no protagonismos. Lo saben los políticos, perseguidos por la sociedad de las redes sociales. En México, Peña Nieto perdió posiciones en las redes sociales debido a su naturaleza anquilosada. ¿Quién le reprochó al candidato Fox su ausencia de gracia cultural? El único hashtag fue “Sacar al PRI de Los Pinos”. Doce años después el hashtag (ahora sí con Twitter) será “No a los productos milagro” o, si se prefiere, “No al telepromter”.

 

Si lleváramos al extremo el análisis prospectivo, entre la sociedad y la tecnología (2050) nos quedaría Google: El pensamiento que se imagina al cibernauta preguntando por la vida del conocimiento. Un mundo paralelo sin ciencia ficción.