Las desigualdades de ingresos en la OCDE han subido a los niveles más elevados de las últimas décadas por efecto de una mayor fractura del mercado de trabajo en parte por la globalización, según la organización, que advierte de una tendencia “políticamente explosiva” en particular con la crisis actual.

 

“La desigualdad está en su nivel más elevado del último medio siglo”, señaló el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en la presentación a la prensa de un estudio sobre la cuestión que contiene datos de la evolución entre mediados de los años 80 y finales de la pasada década.

 

El 10 % de la población más rica en el conjunto de la OCDE recibía unas nueve veces más ingresos que el 10 % más pobre al terminar la pasada década, mientras que a mediados de los ochenta la diferencia era de unas siete veces.

 

En ese periodo, el agravamiento de las desigualdades ha sido bastante generalizado, en concreto en 24 de los 33 miembros del conocido como el “Club de los países desarrollados”, y sucedió en Estados de tradición más igualitaria como Alemania, Dinamarca o Suecia.

 

En esos la diferencia entre el 10 % más rico y el 10 % más pobre pasó de cinco a seis veces.

 

Mucho mayor era la brecha en Estados Unidos, con unas quince veces más ingresos en un grupo que en el otro. En este país, el 1 % más rico pasó de acaparar casi el 8 % de los ingresos en 1979 al 17 % en 2007, mientras en el otro extremo el 20 % más pobre redujo su parte en el pastel del 7 % al 5 %.

 

Las mayores desigualdades dentro de la OCDE, en cualquier caso, se constataron en Chile, con 27 veces más de ingresos para el 10 % más privilegiado que para el 10 % más mísero. En México la diferencia era de unas 25 veces.

 

Sin embargo, estos fueron dos de los pocos países que redujeron esas fracturas durante el último cuarto de siglo, y en ese mismo grupo se encuentra España, donde el diferencial se situaba en 2008 en unas once veces.

 

Fuera de la organización, los extremos estaban todavía más alejados en ciertos países emergentes y un ejemplo presentado en el informe es el de Brasil, con unos ingresos superiores en 50 veces para los más favorecidos, y eso pese a que allí la brecha también se ha acortado.

 

Aunque todavía no hay datos concretos y comparables de todos los países para los años de la crisis, la OCDE ha constatado en una docena de ellos que en un primer momento durante 2009 y 2010 las diferencias no se agravaron sobre todo por el bajón de los ingresos financieros.

 

El director del departamento de empleo y asuntos sociales de la OCDE, John Martin, puso el acento en que “encontrar un empleo es la mejor forma de salir de la pobreza”, y por eso lo más prometedor es promover la entrada en el mercado de trabajo de los grupos que tienen una menor representatividad.

 

Pero Martin reconoció que eso no basta para salir de la dinámica de la desigualdad, puesto que luego “hay que dar perspectivas de carrera”.

 

Gurría hizo hincapié en que “la redistribución de los ingresos debe estar en el centro de gravedad de una gobernanza responsable” no sólo por cuestiones éticas sino también “por razones económicas”.

 

Defendió un aumento de la fiscalidad para los más ricos, pero poniendo el acento en el 1 % con los recursos más elevados o incluso en un porcentaje inferior, porque a su juicio ahí “hay margen”, y dijo que en muchos casos su nivel de impuestos es relativamente menor que el de otros grupos de población.

 

Y a la cuestión de si eso no favorecería la evasión fiscal, replicó que hay mecanismos para combatir ese fenómeno, y aludió a la acción de la OCDE contra los paraísos fiscales, en el marco del Foro Global sobre la Transparencia Financiera a cuya supervisión han aceptado someterse un centenar de jurisdicciones.

 

Pero no quiso entrar en el debate de la conveniencia de una tasa sobre las transacciones financieras, sobre la que hay fuertes divergencias en el seno de la OCDE. EFE