Huele a excremento de vaca y a bosque. Richland Center, en Wisconsin, es un pueblo de cinco mil 186 habitantes, cuyo principal atractivo, dicen sus autoridades, es que ahí nació el arquitecto Frank Lloyd Wright. Uno de los eventos más esperados del año es su festival de música country protagonizado por espontáneos, gente sin fama que simplemente le gusta cantar a media tarde frente a sus paisanos. Se dedican principalmente a la crianza de ganado, destacan en la industria lechera y su existencia fue una dirección soslayada que le dio la vuelta al mundo por primera vez hace unos días, cuando la única hija de uno de los hombres más poderosos del planeta murió sola y pobre en esa imagen borrosa de Google Maps.

 

Svetlana era el “pequeño gorrión” de Josef Vissarionovich Dzhugashvili Stalin, quien, de acuerdo con los libros de historia, fue uno de los más sangrientos y temidos dictadores de la historia, responsable de la muerte y el exilio de millones de rusos.

 

Tuvo dos hermanos, Vasily y Dzhugashvili. Pero ella era la consentida. Mimada en público por Stalin cada vez que las cámaras le apuntaban, se convirtió desde pequeña en celebridad. Inventaron un perfume en su honor y cientos de miles de rusas se llaman Svetlana porque sus padres veían en ella un ideal. Era una princesa.

 

 

En el olvido

 

En abril de 2010, David Jones escribió en el Daily Mail, que en estos días es muy difícil evaporarse de la faz de la tierra por culpa de internet, esa herramienta que todo lo ve. Sin embargo, si una persona está buscando prescindir de algunas de las comodidades modernas por un lugar solitario, donde las noticias viajan un poco más lento que las vacas, Richland Center es el lugar indicado.

 

“Lana Peters, o Svetlana Stalin como era conocía antes de un matrimonio que removió la mancha de su apellido, se oculta aquí simplemente por esa razón”, escribió Jones. “Como la única hija sobreviviente del ex dictador soviético Joseph Stalin, Lana ha pasado más de la mitad de sus 84 años tratando de escapar de las oscuras sombras de su pasado”.

 

Hace unos días lo consiguió.

Svetlana Stalin murió el pasado 22 de noviembre a los 85 años de edad a causa de un cáncer de colón, informó The New York Times.

 

Svetlana conmocionó a la comunidad internacional cuando se exilió a Estados Unidos en 1967, motivada, dijo, por el mal trato que había recibido su difunto esposo, Brijesh Singh, por parte de las autoridades soviéticas.

 

Svetlana, que durante mucho tiempo llevó el apellido de su madre, Alliluyeva, se graduó en la Universidad de Moscú en 1949, trabajó como profesora y traductora y se movió en los círculos literarios de Moscú antes de abandonar la Unión Soviética.

 

Se casó en cuatro ocasiones, la última de ellas en 1970 con William Wesley Peters, de quien tomó el nombre de Lana Peters y con quien tuvo una hija, Olga.

 

Cuando se fue de la Unión Soviética a la India en 1966, planeaba dejar las cenizas de su tercer esposo fallecido, un ciudadano indio, y regresar. Pero en lugar de eso, llegó sin aviso a la embajada estadunidense en Nueva Delhi y solicitó asilo político. Después de una breve estadía en Suiza, viajó a Estados Unidos.

 

Peters llevaba con ella un libro de memorias que había escrito en 1963 sobre su vida en Rusia. Veinte cartas a un amigo fue publicado meses después de su llegada a Estados Unidos y se volvió un éxito de ventas (ganó casi de inmediato más de un millón de libras por las regalías).

 

En el libro ella recuerda a su padre, quien murió en 1953 después de gobernar la nación durante 29 años, como un hombre distante y paranoico.

 

La hija de Stalin escribió tres libros más, entre ellos Sólo un año, una autobiografía publicada en 1969.

 

Fugitiva perpetua

 

David Jones dice que desde que se fue a India, se convirtió en una fugitiva perpetua. Cambiaba frecuentemente de casa sin avisarle a sus vecinos, no hablaba con ellos, evitaba las preguntas. Se movía entre Suiza, Estados Unidos y Gran Bretaña, recuerda Jones. Es en Europa donde la entrevistó 14 años antes de averiguar que estaba en un pueblo perdido de EU.

 

Jones recuerda que llegó a Wisconsin, para estar cerca de su hija Olga, en ese entonces de 39 años, producto de su tercer matrimonio, con William Peters, quien vivía ahí como aprendiz de Frank Lloyd Wright.

 

“La encontré viviendo en Richland Center (…), en un complejo de casas para ancianos subsidiado, con las estrellas y las barras flotando afuera. Toqué un timbre marcado simplemente como L Peters, y después de unos momentos una voz familiar contestó. Dijo que no recordaba nuestra última reunión, pero como llegué rápido, accedió a platicar conmigo”.

 

La encontró disminuida físicamente, se veía enferma. Le contó que estuvo bien hasta cumplir 80 años, entonces comenzó a envejecer rápido. Su ropa también era diferente. La última vez que se habían visto, lucía una boina y un abrigo pesado. En esta última ocasión, el año pasado, vestía una blusa rosa y un traje gris, lo que la hacía ver como cualquier jubilado.

 

Cuando le hizo notar estos cambios, ella le comentó que hacía tanto que vivía en Estados Unidos, que ya se sentía estadunidense.

 

Le gustaba la comida del ese país, particularmente las hamburguesas, y veía películas de Hollywood, aunque nunca la televisión. Y prefería hablar en el idioma que adoptó, incluso soñaba en inglés.

 

“Tengo la ciudadanía estadunidense desde hace 30 años, pero ellos no lo reconocen (decía refiriéndose al gobierno). Ellos quieren pensar en mí todavía como rusa. Los odio, odio la lengua rusa. No somos rusos, entiendes. Somos de Georgia…”.

 

Nació en 1926, cuando su padre estaba ganando más poder en la Unión Soviética. Cuando tenía seis años, su madre, la segunda esposa de Stalin, Nadezhda, se suicidó. Lana creció con una nana.

 

Su hermano mayor, murió en extrañas circunstancias, como prisionero de los nazis, luego de que su padre no quiso intercambiarlo con Hitler por un general que la URSS había capturado.

 

Su segundo hermano, Vasily, un piloto de la fuerza aérea, agrega el Daily Mail, se suicidó a los 42 años tras una vida de fracasos.

 

La mayoría de su familia tuvo una muerte prematura y trágica.

 

Cuando tenía 17 años, entendió el poder de su padre. Se enamoró por primera vez de un cineasta y escritor, llamado Aleksei Kapler. Stalin dijo que no podía estar con un artista bohemio y judío, por eso lo mandó a Siberia por 10 años.

 

“Él partió mi vida”, le dijo Lana a Jones. Pero nunca quiso aceptar que su padre era malo. “Era un hombre sencillo. Muy rudo. Muy cruel. Nada en él era complicado (él me amaba y quería que estuviera con él)”.

 

Ella dejó hijos y maridos en el camino. Familia, fama y fortuna. Toda su vida fue un intento de iniciar algo nuevo. Cuando parecía que dejaba de correr, se le acabó el tiempo.

 

 

Lana Peters, en un camino rural, a las afueras de Richland Center, el 13 de abril de 2010. FOTO: AP