Un proceso electoral presidencial en un país con debilidad institucional se convierte en un acontecimiento que transforma la lógica y el comportamiento de las prácticas que rigen la toma de decisiones. Un país cuyo Estado de Derecho es vulnerable, se atiene a las efímeras pugnas de los actores del espectáculo de la política. Ante la falta de reglas, la incertidumbre de los dados. Es mucho lo que está en juego y la percepción de ello está además sobredimensionada. El equilibrio político del país se arriesga en el delgado tablero de los próximos meses. La expectativa ante este cambio no es sólo propia de los mexicanos, el juego y la balanza de poder podrían cambiar en 2012 también para Francia, Estados Unidos, China, Rusia, Venezuela, Kenia, Taiwán y, probablemente, Egipto.

 

La burbuja especulativa crece y pronto se levantará oficialmente el telón de ese espectáculo que domina el escenario nacional y, a pesar de que la tragicomedia lleva meses orquestándose en diferentes frentes, este amplio rumor no hará sino extenderse, diseminarse e intensificarse. Aún sin haber digerido pacíficamente los conflictos que nos heredaron las últimas elecciones presidenciales, nos encontramos con las siguientes. ¿Otro episodio traumático para un paciente aún no recuperado?

 

Las contiendas electorales se han vuelto complejas. El pasado hegemónico del partido único fue puesto en cuestión y su periodo de asentamiento en el poder ha dejado paso a una transición democrática cuya consolidación no encuentra aún cómodo reposo. La diversidad de ofertas políticas en el mercado de las promesas amparadas en la representatividad democrática se ha ampliado. La competencia entre los principales partidos y el margen de intención de voto cierra cada vez más su antigua distancia. La competencia electoral ha dejado de ser pose y se ha convertido en un crudo campo de batalla. Las preferencias de los votantes han dejado de ser un libro abierto y se han convertido en un enigma seductor para los muchos que están ávidos por descifrarlo. La indecisión de los votantes es cada vez mayor, los partidos han perdido sus antiguos cacicazgos y el voto duro resulta insuficiente. La sociedad es ahora una de la información y la resonancia de los mensajes en el espectro de la opinión pública se extiende a territorios antaño inalcanzables.

 

Tras los pasos de estas transformaciones, el arte de la política electoral también se ha modificado. Alrededor de los miles de políticos que en la contienda del 2012 buscarán un cargo de elección pública transita toda una cohorte de asesores, encuestadores, publicistas, social media managers, operadores de aire y tierra, publirrelacionistas, encargados de medios, voluntarios y aficionados que mueven una gran maquinaria recientemente puesta en marcha. Aquello que se hace visible no es sino el reflejo de esta ingeniería de lo político que trabaja en los cuartos de guerra el entramado de las estrategias, el racional de los movimientos tácticos, el diseño del mensaje, el análisis y la construcción del discurso, el posicionamiento de los actores, la elaboración de contenidos, la producción de imágenes y mercancías, la fabricación de propaganda, la impresión de mantas, fotos, espectaculares, la filmación de spots, los sets fotográficos, la organización territorial y el adoctrinamiento de sus ejércitos de operadores, la multiplicidad de negociaciones , la movilización de los contingentes y un sinnúmero de actividades todas orquestadas bajo el brazo cada vez más fuerte y dinámico de la política en tiempos electorales.

 

En México, las reglas de la política han seguido a aquellas del espectáculo y la producción de mercancías. El auge del marketing político y las estrategias de mercadotecnia puestas al servicio de la venta de carismas es probablemente la regla imperante. Sin embargo, ante esta transformación de la sociedad, de sus modelos comunicativos, del perfil del votante y en un contexto de mayor permeabilidad de la información, los retos de la consultoría política son mayores y el universo en el que ésta se mueve se amplía ofreciendo una serie de retos antes inexistentes: La necesidad de producir investigación de datos tanto cualitativos como cuantitativos que permitan hacer legibles las tendencias de los electores. La capacidad cada vez más imaginativa para despertar el afecto de los votantes, recrear formas de empatía e identificación. La artesanía de los liderazgos. La identificación y diagnóstico de las expectativas de un creciente número de votantes indecisos que podrían inclinar la balanza. Y, finalmente, el diseño y la construcción de un mensaje político distinto, la elaboración de propuestas, el fortalecimiento de los términos en los que gesta el debate público, la conquista de hasta ahora un árido territorio que guarda sin embargo fructíferas promesas: la batalla por las ideas.

 

 

*Filósofo. Director de Contorno, Centro de Prospectiva y Debate.