“¿Y de dónde sacará el dinero?”, pregunta un reportero canadiense cuando se entera por 24-HORAS que el administrador de inversiones Michael Chamas fondeará a un empresario para comprar Mexicana.

 

“¿Sabías que huyó de Canadá?”, agrega, mientras empieza a decir que es sospechoso de lavado de dinero, evasión de impuestos, narcotráfico y muchas cosas más que no me puede revelar porque entorpecería sus investigaciones. Preguntará por el reportero mexicano con el que platica, el medio en el que trabaja y luego podrá decirme si puede platicar más de lo que ha descubierto. Desconfía. Cuelga.

 

Michael Chamas es un empresario libanés, que vive en Dubai y dice tener negocios en todo el mundo. Su historia comenzó a conocerse en este país porque es el fondeador de Iván Barona, el empresario que intenta comprar la aerolínea.  Se necesitan 250 millones de dólares para que vuelva a volar. Ellos dicen tener listos 400 millones de dólares para arrancar operaciones.

 

“Mi familia ha estado en el negocio de los bancos desde hace más de 100 años”, dice Chamas en un inglés de Montreal, ese que tiene fuertes sonidos del francés.

 

Cuando uno ve sus uñas listas para un comercial de cremas y los zapatos que brillan como si nunca hubieran tocado el suelo, no deja de pensar en que si este hombre sale del hotel en Polanco será víctima de los asaltantes a la vuelta de la esquina.

 

Pero no lo hará. Visitó México como lo hace siempre, discretamente y sin distracciones. Objetivos concretos: una reunión con inversionistas, visita a la SCT, conferencia de prensa, una entrevista y vámonos. en cuanto termine la charla, directo al aeropuerto, primero a Europa y después de una reunión, a Asia.

 

Cortante, como en todos sus mensajes. “Sí… no… me encantaría… no puedo platicar eso por teléfono… no es seguro… probablemente la siguiente semana… estoy en Zúrich…”.

 

“Mi familia lleva más de 100 años en la banca”, dice al sentarse y pedir un café americano, que apenas toca, cuando se le pregunta de dónde sacará el dinero.

 

“Canadá es el país en donde yo quería construir mi vida. Todos nos mudamos allá. No esperaba de verdad que las cosas ocurrieran así. En 1989 comencé a involucrarme en la política inmediatamente, el sueño americano, ¿sabes?”

 

 

 

OTTAWA

 

En Arizona estudió una maestría. Recorrió Estados Unidos, pero le pareció más seguro, bello, estable y limpio el país del norte.

 

Comenzó a hacer negocios y política en Ottawa, porque asegura que odia la corrupción de los políticos y estaba seguro de que podía hacer algún cambio. Se hizo muy popular. Un día, saliendo de su restaurante dos sujetos armados se subieron a su auto. No sabía hacia dónde lo llevaban. Saltó fuera del coche en la carretera y consiguió llegar con la policía.

 

“El mensaje que me llegó es que crucé la línea roja, que debía irme”, luego de charlar con dos agentes que iban seguido a comer a su local. “Has llegado muy lejos Michael, debes irte. Debes entender que no eres canadiense. Debes entender cómo funciona la estructura aquí”.

 

Cree que en un principio, él no era una amenaza para los políticos de Ottawa, porque era un desconocido y no creían que su intención de ser Primer Ministro algún día se concretara.

 

Sus amigos le pidieron que se fuera, porque no podrían protegerlo. Además de un hotel, tenia un negocio de renta de limusinas y un proyecto de desarrollo turístico en la zona. La política era un sueño más del ingeniero civil y piloto.

 

“Tenían la orden de matarte, y esa orden no venía de una persona normal, venía del Parlamento”, le advirtieron. “Vete a Quebec, obtén tu ciudadanía, haz lo que quieras pero aléjate de la política”.

 

 

QUEBEC

 

Se fue a las montañas, a Mount Tremblan, en el área de Quebec. Estaba solo y conoció a una franco canadiense, hija de un jefe de la policía de Montreal. Pronto se comprometieron.  Estuvieron juntos por años. El negocio inmobiliario iba muy bien. El amor también.

 

“La vida era buena”.

 

Hasta que descubrió que su suegro usaba las limos para contrabandear cigarros. Cuando lo descubrió le pidió inmediatamente llevarse su mercancía. El suegro le juró que le arruinaría la vida.

 

“Nada es realmente como nos lo imaginamos. Eso me hizo más fuerte. Quería continuar. Me dije que haría algo para hacer la diferencia, un cambio.

 

“Todos creen que su destino ya está escrito. Mi destino es estar en este país y conseguir lo que yo quiero”.

 

Dice que quería llegar hasta lo más alto en Ottawa. Que es un buen político, pero no diplomático.

 

“No puedo ocultar cosas, ¿sabes?, suelo ser muy derecho, al punto”.

 

En 1992, su casa en St. Sauveur se llenó de agentes de todas las corporaciones policiacas. Se llevaron archivos y documentos para investigarlo bajo sospecha de lavado dinero, trata de blancas, venta de armas y narcotráfico.

 

Se lo llevaron para interrogarlo: ¿quién te envió a Canadá?, ¿a quién representas?, ¿qué quieres hacer en Canadá?

 

Les pidió a su abogado para responder. No tenían cargos contra él.

 

“Aquí tienes tu pasaporte, la investigación continúa, ahora puedes irte”, le dijeron las autoridades.

 

–¿Qué?–, pregunta el reportero.

 

–Nada, eso fue todo, nada más–, responde.

 

–Le comenté a mi abogado. A la mañana siguiente, la prensa estaba llena de basura, puras mentiras. Si vas a acusar a alguien tienes que tener algo.

 

Harto del acoso que sufría en Canadá, decidió salir del país por una temporada.

 

“Llegue a Francia, comencé un negocio inmobiliario, tengo muchas propiedades en La Martinica, y de pronto llega a la casa de mi hermano la policía francesa”.

 

Llegaron a recabar pruebas para probar lo que decían en Canadá, las mismas acusaciones.

 

“Me arrestaron y comenzaron a interrogarme. A partir de esto dije que tenía que regresar a Canadá y averiguar por qué me hacían esto”.

 

 

MONTREAL

 

Decidió comenzar de nuevo en Canadá, dos años después, ahora con esposa e hijo.

 

Comenzó luchar por los derechos de los nativos, la gente que se manda a las reservas como humanos de segunda, dice, como a él lo veían por ser extranjero.

 

“La verdadera gente de Canadá, pongámoslo así. Los que no pueden cortar madera aunque sea invierno porque viene la policía y los encierra. Los que no tienen escuela, los que no tienen infraestructura, los que no tienen nada”.

 

Asegura que en Líbano ves injusticias, guerra y abusos. Pero no podía creer ni permitir que en Canadá pasara eso.

 

“Así es como decidí comenzar de nuevo mi vida en ese país”.

 

Su objetivo fue atraer inversiones al aeropuerto de Mirabel, la primera zona de libre comercio de Canadá, y beneficiar a los dueños de esos territorios, los nativos.

 

Callcenters, casinos y centros de diversión. Comenzó a combatir el desempleo, afirma.

 

 

MILÁN

 

En 2007, presta dinero. Hayan documentos falsos y no hay a quién cobrarle. Le dicen que vaya a Suiza a cobrar un millón de euros. Luego que en Milán. Llama a su equipo de seguridad. Le hablan, y le dicen que no tiene el dinero completo. Cancela la vigilancia. Pensó que era la historia de un hombre endeudado que al final le pediría más ayuda. Le entregaron 300 mil euros, un tal Daniel Guerino. Al llegar al aeropuerto fue detenido. Lo esperaban.

 

 

 

EN EL EXILIO

 

Chamas afirma que el gobierno de Canadá ha tratado de causarle daño. Sus aventuras en esa nación pasan una tras otra por encima de dos tazas de café frío. Hoy no puede regresar a esa nación. Perdió una fortuna allá. Cuenta cómo su asistente personal era una agente encubierta, cómo le han tomado fotos con los Tigres Tamiles, cómo le han plantado armas y cómo su esposa fue expulsada del país. Ahora, vive en Dubai y hace negocios principalmente en Zúrich, Suiza.

 

Si le preguntan de dónde saldrá el dinero, recuerda que acaba de presentarle a la SCT un estado de cuenta con dinero de sus inversionistas con 817 millones de dólares de saldo.

 

“Trataron de pararme con el asesinato, eso no funcionó. Fui muy cuidadoso para desaparecer y salir de ese lugar. Comencé de nuevo. A cada lugar que voy, ellos tratan de saber cómo pienso. ¿De dónde viene su dinero? Eso no es de tu incumbencia, de dónde viene mi dinero. Ese dinero no es mi dinero después de todo. Y cualquier dinero que llevé a Canadá me lo quitaron. Mis coches, todo. Entonces, estos fondos no te pertenecen, no tienen que ver con tus impuestos y son de un no residente”.

 

Chamas está molesto por primera vez durante la entrevista.

 

Dice que ellos, quién quiera que sean, lo siguen desde Canadá hasta Líbano, hasta Venezuela, a cualquier país, para pedir que no se acerquen a él.

 

“Hoy me declaro un exiliado. Ellos no me quieren ahí. No quieren a mi familia. No quieren mi dinero. Perdón, sí quieren mi dinero, pero no me quieren a mí”.

 

Dice que regresará y volveremos a platicar.

 

Tiene secretos, asegura, que dan cuenta de la gran corrupción del gobierno de Canadá.