La canciller federal alemana Angela Merkel y el presidente ruso Dimitri Medvediev abrieron hoy en la población alemana de Lubmin la llave del primer gasoducto que une directamente a Alemania y Rusia y que recorre mil 200 kilómetros del Mar Báltico.

 

Se trata del mayor gasoducto submarino a nivel mundial, y ésta vía de energía destaca porque une a ambos países sin necesidad de atravesar naciones intermediarias como Ucrania, Polonia o Bielorrusia.

 

En la ceremonia de inauguración de ese magno proyecto que lleva el sello del consorcio estatal ruso de gas, Gazprom, estuvieron presentes el primer ministro de Francia, Francois Fillon, y su homólogo de Holanda, Mark Rutte.

 

Medvediev asistió a la ceremonia en Lubmin tras reunirse esta mañana con su homólogo, el presidente alemán Christian Wulff, quien lo recibió con honores militares en Berlín.

 

Merkel destacó durante la ceremonia inaugural en Lubmin que el gasoducto del Báltico, es un “proyecto estratégico” que incrementa la seguridad del suministro de energía en la Unión Europea.

 

Agregó que mediante él se fortalece asimismo la relación entre Rusia y los países europeos, al tiempo que destacó “los altos retos tecnológicos que se establecieron y que se alcanzaron en el marco de la instalación del primer conducto de gas, que se realizó de forma sorprendentemente rápida”.

 

Merkel subrayó que Rusia ha destacado como un socio “responsable” de la Unión Europea en el suministro energético, y resaltó que mediante el gasoducto del Báltico se sientan las bases para una cooperación estrecha entre ambos países durante las próximas décadas.

 

El presidente de Rusia resaltó por su parte durante la ceremonia inaugural ante 400 invitados del ámbito político y empresarial europeo, que mediante el primer gasoducto que une directamente a su país con el occidente de Europa “se incrementa la seguridad del suministro de energía”.

 

Medvediev resaltó que ese proyecto cumple con “las normas más altas de modernidad, y también en el sector de la ecología”, y precisó que en los próximos años los consumidores europeos tendrán la posibilidad de recibir 25 mil millones de metros cúbicos de gas por año.

 

Destacó que a partir de 2020 se prevé, una vez que se ponga en funcionamiento un segundo gasoducto, un suministro anual para los países de la Unión Europea de hasta 200 mil millones de metros cúbicos de gas.

 

Precisó que el gasoducto del Báltico contribuye a reducir de forma considerable los riesgos en la red de suministro, “lo que incluye el proceso de explotación de gas, así como el transporte y su entrega a los consumidores”.

 

En la construcción del gasoducto del Báltico participaron además de Gazprom, la firma alemana Wintershall, el proveedor Eon Ruhrgas, el consorcio holandés Gasunie y el francés GDF Suez.

 

La construcción del primero de dos conductos de gas se realizó con gran rapidez, luego de que en abril de 2010 se comenzaron las instalaciones en la bahía rusa de Wyborg, cerca de la frontera que une a Rusia y Finlandia.

 

El gasoducto, para el que fue necesario firmar acuerdos de traspaso de fronteras marítimas con Suecia, Polonia y Noruega, entre otros, desemboca en el poblado Lubmin, en las costas del estado federado Mecklenburgo Antepomerania.

 

El gas ruso se distribuirá de esa forma de manera directa a varios países del occidente de Europa, entre ellos Francia y Holanda, lo que ha representado una afronta para otros países proveedores de gas en Europa, como Ucrania, Polonia y Bielorrusia.

 

El ex canciller federal alemán, el socialdemócrata Gerhard Schroeder, quien en la actualidad funge como presidente de la comisión Nord Stream que se encarga del proyecto del gasoducto, asistió asimismo a la ceremonia inaugural.

 

Schroeder firmó en 2005 un acuerdo marco con el entonces presidente, Vladimir Putin, para la construcción del gasoducto, al tiempo que dicha gestión fue blanco de críticas dado el favoritismo de parte del Estado alemán frente a un proyecto energético privado.

 

Portavoces del proyecto Nord Stream han destacado por su parte las ventajas de éste, dado que mediante él se asegura el suministro de gas a países de la Unión Europea, con lo que ha hecho alusión al conflicto que surgió en 2008 entre Rusia y Ucrania.

 

En ese marco Ucrania cerró el tránsito de gas hacia el occidente europeo, lo que ocasionó escasez en algunos países de Europa. Esa medida impulsó los planes de Gazprom, que al cabo de 16 meses terminó el primer gasoducto.

 

Críticos del proyecto destacan que el consorcio Gazprom y los países europeos ponen con ello una traba a la competencia en el mercado del gas, con lo que los precios de ese combustible se mantienen a niveles altos.

 

Resaltan que los clientes europeos son los que deberán con ello contribuir a pagar los costos de siete mil 400 millones de euros que se invirtieron para la construcción del primer gasoducto, que tiene una longitud exacta de mil 224 kilómetros.