Si le contara que a un costado del segundo piso del Periférico existía una enorme mandíbula de perfectos dientes y con sonrisa pícara, ¿me creería? Si le contara que en una transitada calle de la Zona Rosa habita una mujer que goza posando desnuda frente a la ventana ¿me creería? ¿Correría a buscarla? Y si fueran hombres, ¿haría lo mismo? Para su sorpresa, existen o quizá algunos de ellos existían. Un día, cualquier tarde, camine despacio, mire en todas direcciones y allí frente a usted, incluso en la acera de su propia casa, los elementos del absurdo y del deseo cobrarán forma ante sus ojos.