Hasta hace días, los distintos precandidatos a 2012 habían actuado con pulcritud extrema y trataban con pinzas a sus adversarios de partido, al grado que no faltaron las voces que suponían que la disputa intramuros de la izquierda, el PRI y el PAN, era una simulación.

 

Sin embargo, en la semana que termina, en los tres frentes surgieron señales de que había terminado el trato amable y que, en su lugar aparecieron tambores de guerra que, tanto amarillos, como tricolores y azules, han hecho sonar.

 

RECONCILIACIÓN

Y el mejor ejemplo se produjo en el PRD y su aliado, Marcelo Ebrard, cuyo grupo hizo pública la primera señal de lo que ya es un abierto rompimiento con Andrés Manuel López Obrador. Resulta que el pasado lunes, en su articulo semanal de El Universal, Manuel Camacho formuló la más severa crítica que se recuerde, contra AMLO.

 

Camacho deslizó que el tabasqueño es culpable de que la izquierda mexicana perdiera –en los últimos cinco años–, el 50 % de su militancia; simpatías y votos que se trasladaron al PRI. Esa pérdida se debió al radicalismo, a las fobias hacia la clase media y los empresarios, por negarse a toda negociación y por la imagen de izquierda rijosa. Y claro, por dejar el camino del diálogo y la negociación al PRI.

 

En consonancia con el diagnóstico expuesto por Camacho, a media semana –el miércoles–, Marcelo Ebrard participó en uno de los más significativos eventos políticos de muchos años. Junto con Felipe Calderón, con Carlos Slim y el cardenal Norberto Rivera, el jefe de gobierno inauguró la Plaza Mariana, en donde se produjo la señal más clara de reconciliación entre Ebrard y sus demonios.

 

Un sonriente jefe de gobierno estrechó la mano de Felipe Calderón. Platicó animado con el cardenal Rivera y por largo tiempo habló con el hombre más acaudalado del mundo. ¿Qué significa todo lo anterior? Que Marcelo se reconcilió con la iglesia católica –con la que peleó por la despenalización del aborto–; que se reconcilió y hasta bromeó con el presidente Felipe Calderón, al que ya no llamó espurio, y que recompuso su relación con Carlos Slim, otrora mecenas de AMLO. Y claro, se rompió la veda, de 15 años, en que un presidente no realizaba una gira para inaugurar obras en el DF.

 

Todo ello, mientras que en esa semana, López Obrador recorrió, con poca suerte, algunas ciudades de Estados Unidos, ya que sus discursos ratificaron la tesis de Camacho Solís, sus radicalismos y negativa a todo acuerdo con el PAN y el PRI. Lo simpático del asunto es que en la semana también se dio a conocer la encuesta electoral de los 500 empresarios más influyentes de México. ¿Y que creen?. Que el candidato de esos capitanes de empresa se llama Marcelo Ebrard.

 

“SOY EL MEJOR”

El otro frente de guerra se produjo en el PRI, en donde el senador Manlio Fabio Beltrones rompió las reglas básicas de la cordura. Y es que luego que el domingo pasado los abrazos y el saludo entre Enrique Peña Nieto y Beltrones confirmaron la unidad del PRI. Sin embargo, la realidad no parece mostrar esa unidad. ¿Por qué? Porque horas después, en el primer foro de los presidenciables priístas –que se llevó a cabo el martes en Chihuahua–, el senador Beltrones se llevó las palmas cuando metió en su discurso el tema de los gobiernos de coalición; esto frente al evidente enojo de Enrique Peña Nieto.

 

La semana había iniciado con otro golpe de Beltrones; un desplegado en donde políticos, gobernadores e intelectuales firmaron y avalaron la  propuesta central de Beltrones, en cuanto a la urgencia de llevar a la Carta Magna los gobiernos de Coalición. Participaron políticos del PRI, PAN y PRD, además de los presidenciables Beltrones, Marcelo Ebrard y Santiago Creel. El debate de la semana fue ese, el de los gobiernos de coalición, a los que se opusieron, como hermanitos de genética, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.

 

Queda claro que el mensaje de los gobiernos de coalición es que aquellos que los proponen y los apoyan, son políticos modernos, en tanto que están con el atraso los que lo rechazan. Y de ese lado están Peña Nieto y AMLO.

 

Y para ratificar ese mensaje, Beltrones preparó entrevistas en las que abiertamente pareció romper con Peña Nieto. “¡Soy el mejor candidato, el más experimentado, el que tiene el mejor proyecto y las mejores propuestas!”, dijo. En sentido contrario, nunca se escuchó decir a Enrique Peña Nieto, por ejemplo, “soy el más popular, al que más quiere la gente y por el que votaría la mayoría”. Es decir, la guerra toca la puerta.

 

SE VA, SE VA Y… ¿SE FUE..?

En el PAN, en la semana que termina aparecieron nuevas encuestas que ratifican que Josefina Vázquez Mota se fugó del pelotón de aspirantes. La primera apareció el martes, y es la que los 500 empresarios más influyentes del país dicen que su preferida es Vázquez Mota. Muy lejos aparecen Santiago Creel y Ernesto Cordero. El miércoles, el Grupo Milenio difundió su encuesta sobre los presidenciables del PAN y la historia se repite.

 

La encuesta ratifica que Josefina se fugó, ya que alcanza más del 50% de las preferencias, en tanto Creel se mantiene estable con 25% y Cordero baja un punto porcentual. ¿Que debemos entender con esas mediciones?. Que la guerra en el PAN, contra la señora Vázquez Mota, está por iniciar. Y una primera señal, es que empezaron a aparecer mantas, que llaman “Al Jefe Diego”, dizque para salvar al PAN. La moneda está en el aire. ¿Cara o Cruz?.

 

¿SE ACUERDAN?

¿Recuerdan que pasaba hace seis años? El 14 de octubre de 2005 también sonaban tambores de guerra entre los precandidatos del PRI.

 

“Actuemos como políticos y no como gladiadores” decía Arturo Montiel. Y es que como si viera venir la debacle de su partido y su propia caída, advertía: “El regreso del PRI a los Pinos está en riesgo”, auguró. Ya se rumoraba una investigación en su contra por presuntos desvíos millonarios.

 

En esa semana, Felipe Calderón urgía al PAN a seleccionar su candidato, de lo contrario, “podríamos terminar distanciados”, decía. Era evidente la guerra sucia entre los aspirantes azules, igual que hoy.

 

A su vez, López Obrador presentaba su gabinete de asesores, en tanto el PRD enfrentaba una severa crisis económica. ¿Y el IFE? Al arranque del proceso electoral 2005-2006, los ocho partidos registrados depositaron toda su confianza en el árbitro electoral. Nadie lo impugnó. Entonces se podía confiar en el Instituto. La rueda de la historia.