Ya no tenemos a Steve Jobs, pero nos queda Jonathan Ive, quien ha salido a la luz pública tras la muerte del fundador de Apple.

 

Ive es un diseñador nato, nació en el Reino Unido en 1967. Entró a trabajar a Apple hace veinte años.

 

A comienzos de la década de los 90, Ive fundó una agencia de diseño denominada Tangerine que asesoró a Apple y en 1992 fue contratado.

 

“En mi lápida dirá: aquí yace el tipo que contrató a Jonathan Ive”, dice en broma Robert Brunner, ex jefe de diseño industrial de la empresa.

 

Desde que en 1996 asumió el mando del equipo de diseño, Ive y su grupo, han sido los responsables del ornamento físico de los productos que han ayudado a Apple a posicionarse. Entre sus diseños sobresale el iPhone y el iPad.

 

También el colorido de las computadoras Apple fue una inspiración de él. Para estudiar los tonos decidió visitar una fábrica de dulces.

 

“Piensa y piensa sobre cómo debería ser un producto en concreto y luego se preocupa de que esta idea se materialice”, dice Stepphen Bayley, experto en diseño.

 

El jefe de diseño de la compañía ha mantenido siempre un perfil bajo y es descrito como alguien que compartía un cerebro con Steve.

 

“Obtengo una satisfacción increíble cuando veo a alguien con los auriculares blancos de Apple, pero constantemente me persiguen pensamientos del tipo ¿serán lo suficientemente buenos? o ¿podría haberlo hecho mejor?”, ha comentado el diseñador británico.

 

Aunque al principio no fue todo color de rosa para Ive. Según publica el sitio MyComputerPro, los primeros años fueron frustrantes debido a que se lo llevaron del Reino Unido a California con promesas que después no se cumplieron, por lo que Ive pasó tiempo en sótanos armando prototipos sin mucha atención de los demás.

 

En Gran Bretaña seguramente se lamentarán haber dejado ir a semejante genio, responsable de los iconos modernos de la empresa fundada por Steve Jobs.

 

El tiempo ha cambiado. La sala de diseños es el santuario de Apple. “Los dispositivos con los que trabajaban estaban solo sobre el papel, parecían locuras. Todo era muy experimental, el tipo de cosas para las que el mundo aún no está preparado”, recuerda un ejecutivo en su primera visita a la planta.

 

Yéndose Jobs hay algo seguro: el diseño se queda.