Un ambiente de guerra civil se respira en el seno del Partido Republicano. Donald Trump se queda cada vez más solo, contando apenas con la lealtad de un pequeño puñado de extremistas, la mayoría protestantes blancos, creyentes del creacionismo, miembros del Tea Party.

 

La difusión del video el sábado último donde formula comentarios escabrosos y misóginos, en un lenguaje tabernario que haría enrojecer a un marinero, produjo una nueva estampida de gobernadores, legisladores, candidatos a parlamentarios y figuras legendarias del Grand Old Party como el senador y ex candidato presidencial, John McCaine, y el ex gobernador de California y actor, Arnold Swarzenegger.

 

El propio Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, abandonó de facto a Trump, quien lo calificó como un líder “débil e incompetente” y criticó su “deslealtad”.

 

Por su parte, los órganos del partido han ido aún más lejos en su abandono a Trump y lo golpearon donde más duele: el dinero.

 

El presidente del Comité Nacional Republicano, Reince Priebus, el otrora mediador y figura de la conciliación entre el “rara avis” que representaba Trump con la cúpula del partido, ordenó retirar fondos de la campaña presidencial y ponerlos en las del Congreso, Senado y gobernadores, donde aún hay posibilidades de mantener o ganar terreno.

 

Ya ni siquiera importó que al día siguiente Trump se defendiera con uñas y dientes en el segundo debate con Hillary Clinton y lograra la hazaña de evitar ser noqueado.

 

El video pegó por debajo de la línea de flotación del barco del magnate. El pánico se apoderó de los republicanos, que temen perder la mayoría en el Senado y hasta la Cámara de Diputados.

 

Lo peor es que a estas alturas ya es imposible cambiar de candidato y el mismo Trump ha dicho que no dejará la candidatura. “Nunca me he retirado de nada en mi vida” y que “eso nunca ocurrirá”, argumentó.

 

Mientras, las primeras encuestas que comienzan a reflejar la repercusión del llamado pussygate les dan a los demócratas la ventaja más grande en lo que va del año. Hillary Clinton prácticamente se dispara con 11 puntos de diferencia sobre su rival,  The New York Times se refirió al GOP como una fuerza política “al borde de una guerra civil”, mientras que The Washington Post habla de un partido que está deslizándose hacia el precipicio y “la anarquía total”.

 

Trump, que es campeón del oportunismo, ha decidido también sacar beneficio de esta circunstancia y se quiere mostrar como una especie de “candidato independiente” que rema contra la voluntad de todos, sabedor de que si triunfa su victoria será aún más grande.

 

El ambiente dentro del partido de Abraham Lincoln y Theodore Roosevelt es similar al de un barco recién hundido, donde todos tratan de aferrarse a algún pedazo de madera desprendido de su casco al grito de “sálvese quien pueda”.

 

 

Una renuncia imposible

 

Ya es prácticamente imposible que Trump dimita a su candidatura, porque ya se iniciaron las votaciones por correo. En realidad, técnicamente no podría renunciar a menos que se resigne el Partido Republicano a perder por “default”.

 

Analistas estiman que aún un “enroque” entre Trump y su candidato a vicepresidente Mike Pence es inviable y tardío.

 

El 9 de septiembre empezaron las votaciones por correo en Carolina del Norte, el primer distrito en arrancar los comicios, y así paulatinamente otros estados de van sumando.

 

Por ejemplo, en Georgia se empiezan a enviar las papeletas por correo el 20 de septiembre seguido por Wisconsin el 22, Virginia el 23 y Michigan el 24. Iowa empieza a enviarlos el 29 de septiembre. Pensilvania, Ohio, Colorado, Nevada y New Hampshire lo hacen en octubre. Además, la votación anticipada en persona está permitida de una manera u otra en 36 estados y en Washington, la capital.

 

Para el 23 de septiembre pasado, 6 mil ciudadanos ya habían emitido su voto ya sea en persona  mediante el recurso del sufragio anticipado o por correo, según reportó el diario The Atlantic.