Mientras el centro se detiene en las disputas postelectorales, los problemas en la República no paran y Tamaulipas vive un recrudecimiento de la violencia por desgracia casi habitual en ese estado, uno de los más golpeados por la criminalidad. Pero esta vez, las tácticas de los narcotraficantes, presuntamente Los Zetas, tiene tintes de terrorismo; en menos de una semana han hecho estallar en el estado dos coches-bomba abandonados en zonas públicas.
Aunque los ataques iban dirigidos aparentemente a funcionarios, es claro que también se busca afectar a civiles, desde el momento en que los autos cargados con explosivos -el mismo método utilizado por décadas por la ETA vasca- son colocados en áreas de tránsito y acceso de civiles en horas donde hay actividad.
El primer caso ocurrió tres días antes de las elecciones del domingo, el viernes 29 de junio, cuando justo afuera de la Presidencia Municipal de Nuevo Laredo estalló el primer coche-bomba a plena luz del día y dejando tres civiles heridos. Fue el primer aviso de que a los grupos que sostienen una prolongada guerra por la codiciada plaza de Tamaulipas, Los Zetas y El Cártel del Golfo no harían ninguna tregua particular por las elecciones.
El segundo atentado, ocurrido la medianoche del lunes, fue un mensaje más directo de que el objetivo era el gobierno estatal, al estallar el auto frente al domicilio del secretario de Seguridad del estado, Rafael Lomelí. Tres policías murieron y hubo seis civiles heridos y daños a casas y vehículos.
Acababan de pasar las elecciones, en las que el PRI perdió prácticamente el estado que ganó abrumadoramente el PAN, cuando el estruendo de este atentado fue un brutal recordatorio de que la democracia de poco sirve si no alcanza para darle al ciudadano seguridad y tranquilidad.
Las autoridades apuntan a Los Zetas como autores de estos atentados que tienen ya todo el modus operandi del terrorismo. La causa, dicen, buscan presionar al gobierno de Egidio Torre Cantú, quien, apoyado por el gobierno federal, reforzó los operativos de seguridad en los últimos dos años y presionó a este cártel que se disputa con el del Golfo el control del territorio tamaulipeco, sede de ambas organizaciones criminales.
De hecho, detrás del abrumador triunfo del PAN en la entidad, según información estatal, hubo un operativo de intimidación de Los Zetas que metieron las manos al proceso y orientaron la votación hacia el partido blanquiazul llevando gente a las urnas e intimidando a votantes en varias ciudades del estado, para propinarle un revés electoral al PRI y presionar de ese modo al gobernador Egidio Torre, a quien buscan debilitar y desestabilizar.
Apenas la semana pasada, el jueves 28, se cumplieron dos años del asesinato de Rodolfo Torre Cantú, el candidato a gobernador que fue masacrado unos días antes de las elecciones locales, en un crimen atraído por la PGR -que ahora atrajo también los bombazos- que hasta ahora no ha dado a conocer un solo avance sobre los autores y los móviles de aquel magnicidio contra el hermano del actual gobernador.
Tamaulipas y su violencia con tintes terroristas confirman que el narco sí operó en estas elecciones, pero también demuestra que los verdaderos problemas del país, los que están afectando la vida de los mexicanos, van más allá de la disputa por el poder y serán una herencia nefasta para el futuro presidente que tiene de entrada que pacificar a varios estados que, con o sin campañas, no dejan de vivir en el terror.
NOTAS INDISCRETAS… Más de 55% de las casillas parece una cifra suficiente para demostrar si hubo o no las irregularidades e inconsistencia en la votación que denuncia el Movimiento Progresista. Si después de este recuento voto por voto se confirman los resultados, muy poco margen de veracidad le quedará al discurso de Andrés Manuel López Obrador que tuvo representantes en todas las casillas; después de este recuento puede llegar si quiere ante el tribunal pero se ve difícil que sus recursos prosperen… Los dados mandan Escalera. Buen tiro.
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