La educación es el soporte fundamental del desarrollo económico y social.

 

Hablar de una reforma educativa es, sin más, hablar del futuro de México.

 

Es, por necesidad de adaptación a los estándares de competitividad internacional y a los nuevos desafíos que impone el capitalismo actual, hablar de innovación y de emprendedurismo.

 

Si bien el gobierno federal ha dado un paso muy importante al ubicar al emprendedor como una pieza clave en la dinámica de la economía nacional y al encauzar apoyos a ese nicho empresarial, la reforma educativa debe poner el punto de mira en cambiar el chip de maestros, padres y, por consecuencia, alumnos.

 

Cambiar el chip para dejar de lado la peregrina idea de que los estudiantes deben capacitarse o formarse profesionalmente para obtener un buen empleo en una importante empresa hasta jubilarse. Ese modelo, que corresponde al siglo pasado, es anacrónico. Hoy el nombre del juego es autoempleo.

 

La educación debe no sólo capacitar, sino también desarrollar la imaginación y la capacidad inventiva. Los maestros deberían de ser los detonadores de la creatividad, de la curiosidad, del apetito por descubrir conocimiento para hacer de él nuevos contenidos, ideas innovadoras, proyectos de negocio que, a su vez, empleen al joven talento que año tras año egresa de la universidades.

La reforma educativa debe hoy sentar las bases para tener un México listo para cuando llegue el mañana. No hay tiempo, el mundo viaja a la velocidad de la inmediatez y a pesar de que hay visionarios internacionales que ven a México como una economía poderosa en siete años, el país no tiene cimientos reales que le den sustento sólido a esos vaticinios.

 

México necesita, entre otros asuntos estructurales como las reformas fiscal, energética, telecomunicaciones, etcétera… un cambio radical en el paradigma educativo para aspirar a ser una economía líder no sólo en Centroamérica y América Latina en general, sino del planeta.

 

Si utilizamos el poder de la observación y analizamos el entorno nacional, descubriremos que la creatividad empresarial del mexicano se expresa y se consigna a diario en los medios de información en comercio informal, corrupción, crimen organizado -y también desorganizado-, chantajes y extorsiones…

 

¿Qué pasaría si empujamos reformas -educativa, fiscal y las que sean necesarias- que ayuden a rencauzar ese talento creativo hacia proyectos legales de negocio?

 

La respuesta: México escrito con mayúsculas en el futuro. Un país ejemplo. Políticos de bandera empujando como equipo por una misma causa. Ciudadanos trabajando más con el cerebro que con las manos.

 

Las condiciones están dadas, el gobierno actual tiene la gran oportunidad histórica de cimentar la transformación de este país, más allá de los discursos. Por nuestro futuro hablarán los hechos.

 

Otro factor es que los países emergentes como México se están poniendo de moda ante el desencanto de la economía de la Eurozona y la lentitud en el repunte de Estados Unidos. La comunidad inversionista internacional busca alternativas y México, por muchas razones, debe ser una opción.

 

Desde nuestro ámbito de influencia hagamos nuestra parte, detonemos el cambio. Emprendamos el proyecto llamado México. Imaginemos ese México con educación.

 

Citando al clásico: Quizá usted crea que soy un soñador, pero no soy el único, espero que la mayoría se una y los ciudadanos de los distintos Méxicos vivan como uno solo.